Epílogo

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Chiaki:

Todos lloraban y yo no lo entendía, habías algunos chicos que simplemente observaban con lástima el lugar. ¿Por qué rayos estaba en un cementerio? Busque entre todos mis compañeros de cocina a Yuu, sin embargo no lo encontré. Pero miré a Hatori y me acerqué, temeroso, a paso lento. No quería que me golpeará en público, pero cuando tomé su mano él ni se inmuto. Miré a su rostro y vi que sus ojos estaban empañados de lágrimas que no quería dejar correr libremente. Le acaricié el rostro, mientras sonreía tristemente. No me gustaba verlo así, podría ser una hijo de puta conmigo pero aún sentía mis palpitaciones agitarse al verlo.

—To...

Ni siquiera pude continuar hablando por que el sonido de un carro frenando bruscamente me interrumpió. Mi vista se desvió hacia aquel lugar y vi como Yuu se bajaba. Él lloraba.

—¿Qué están diciendo? ¡Él no puede estar muerto! —avanzó entre toda la gente, analizando a todos hasta que se detuvo en mí. Sonreí sin saber que más hacer, miré a Hatori, no quería que Yuu supiera—. Ha sido él —gritó, caminado con pasos furiosos hacia donde Hatori y yo nos estábamos —. Ha sido todo su culpa. Él lo mató. ¡Por qué nadie hace nada! —estaba tan alterado y lanzó un golpe, directo a Hatori. Me moví de aquel lugar y el puño de Yuu se estrelló contra la mejilla de Hatori.

—¡Lo siento, Tori! —exclamé—. Debí haber sido golpeado yo. No debí quitarme, discúlpame.

Pero Hatori ni se inmuto. Yuu comenzó a lanzar golpes a mi esposo, y yo quise interponerme, usar mi cuerpo de escudo. Sin embargo, el golpe atravesó mi cuerpo; como si no existiría.

Me sentí anonado, ¿qué era esto? Alguien tuvo que tomar a Yuu, pero no pareció suficiente.  Tuvieron que sostenerlo entre varias personas. Se desgarraba gritándole improperios a Hatori. Y conforme gritaba, más se rompía su voz, más lágrimas caían en sus mejillas y más roto se quedaba. Avancé, lento, tal vez inseguro, hacia mi mejor amigo. Acaricié su mejilla, sintiendo que las lágrimas también caían por mis mejillas. Abracé a Yuu, pero no pareció notarlo.

—Por tú culpa está muerto —murmuró más suave pero no menos alterado—. Si ibas a darle este final, si ibas a tratarlo así... ¡Debiste entregármelo!

Y se rompió en sollozos. Le abracé, sintiéndome desesperado. Varios se acercaron y abrazaron a Yuu. Quedé oculto entre todos, como si fuese el corazón del círculo.

—Yanase —Hatori miró al nombrado con seriedad—, lo lamento. Yo... Hubiera querido dártelo para evitar esto. En serio lo siento —y se echó a llorar, sin importarle que lo vieran.

—¿Y eso de que me sirve ahora? —le reprochó, molesto. Apartando a todos, varios intentaron agarrarlo por si volvía a ponerse agresivo, pero el hizo un gesto con la cabeza para que se detuvieran.

Avanzó quedando frente a Hatori, éste último lloraba, se cubría el rostro con ambas manos para evitar que le vieran. Yuu le tomó de las manos y se las bajó. Le sonrió con autosuficiencia.

  — Deja que todos te vean, deja que todos vean el monstruo que eres en realidad—las palabras de Yuu estaban llenas de odio, aún no entiendo por que sonreía—. ¡Esta persona aquí presente! —gritó, llamando la atención de todos. Y si que la consiguió, me puse de pie y me acerqué para saber que pasaba. De todas maneras parecía invisible—; él —señaló a Tori y una chispa de rabia se encendió en sus ojos. Pero, al contrario de sus ojos, su sonrisa se ensanchó—. Él es quien causo tanto sufrimiento a nuestro amigo, él es quien lo golpeaba, el es quien le hacía tantas cosas malas que no quiero decir para no manchar el nombre de Chiaki, pero, si no fuera por éste bastardo de aquí... Chiaki aún, él aún... —su sonrisa se borró. 

  — Para ya, Yanase.

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! No tienes derecho a decir nada, asesino. 

Un chico, que reconocí como Kisa Shouta, se acercó hasta Yuu y le susurró algo que no fui capaz de escuchar, pero la mirada de Yuu cambio repentinamente. Vi como dentro de él algo se quebraba. Se colocó la mano en la frente y comenzó a negar con la cabeza y a gritar. Comenzaba a asustarme al verlo en esa actitud, intenté acercarme pero no reaccionó de forma agresiva hacía Hatori, le tomó de la ropa y le atrajo hacia sí. Lo único que hallaba en la mirada de Yuu era odio. 

  — Todo es tú culpa — no paraba de llorar, pero, inesperadamente no parecía avergonzado en absoluto.

Se marchó, directo hacia el ataúd que permanecía debajo de una carpa, miré a Hatori con tristeza, él aún lloraba, pero se mantenía al margen para no ponerse a llorar. Caminé hasta Yuu, que vacilaba en si acercarse o no. Le di una palmada en la espalda y pareciera como si aquello le motivará a hacer aquello que tanto dudaba. Le di su espacio y espere pacientemente hasta que terminara de hablar y se apartará apretando los labios. Miré hacia dentro del ataúd y fue como si todos los cables dentro de mi cabeza se conectarán. 

Mi último recuerdo, mis últimos pensamientos me vinieron a la mente.


Mis ojos pesaban demasiado, cada vez me era más difícil mantenerme despierto. Había sangre a mi alrededor pero no podía saber a ciencia cierta cuanto más tardaría en desmayarme por la falta de sangre. 

Escuché, muy a mi lejanía, la puerta de mi casa cerrarse, y comencé a temblar instintivamente. Me golpearía por hacer esta estupidez. Cierto, era un estúpido, pero aún no quería morir. Desde que pensé en morir tuve la esperanza en que Hatori me salvará. Que fuera mi héroe. Lo escuché llamarme varias veces y emití un gemido de dolor. Me revolví nervioso y escuche, muy débilmente los pasos precipitados de mi esposo.

—Oh, Chiaki, lo siento tanto —había comenzado a llorar, y yo alcé mi mano y le acaricié la mejilla—. Hay tantas cosas que quisiera decirte, pero ya no puedo. Lo siento perdóname por todo.

— Tú siempre estuviste perdonado...

Después de eso todo se volvió negro.


Claro, yo... 










había muerto. 




Doméstico (Yaoi/gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora