Capítulo 1.

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Su cuerpo se movió en un leve espasmo. Sintió como Hatori juntaba sus cuerpos. Haciendo que la delicada espalda de Chiaki chocará con el pecho de Hatori. Quiso llorar. El corazón le latía fuertemente, pero no era de amor, sino de miedo. Sentía un miedo terrible, casi pudo relacionarlo con el pánico.

Se removió despacio con movimientos lentos y muy poco perceptibles, quería separarse de Hatori. Le daba miedo. Le daba mucho miedo.

¿Hace cuánto tiempo su amor había sido reemplazado por ese miedo?

Hatori y Chiaki no se conocían desde toda la infancia, como todos creían. Se habían conocido ya en la universidad cuando Hatori tenía veinticinco y el veintidós. Todo marchaba bien cuando comenzaron a salir. Le trataba con amor, y eso era lo más le gustaba. Con el tiempo —y por culpa de una pareja muy manipuladora, que Hatori llamaba padres — su relación se rompió. Llevándose todo el amor. Pero Chiaki no podía dejar a Hatori, ni Hatori podía dejar a Chiaki. Y volvieron. Aunque su relación fue lo único que volvió. Hatori comenzó a golpear e insultar a Chiaki, hasta el punto en que comenzó a creerle todo lo que le decía.

No habría nadie más que pudiera amarlo. No habría nadie más que soportará lo inútil que era.

Sólo lo tenía a él. Sólo tenía a Hatori. Si se alejaba de él se quedaría solo, y con lo inútil que era no lograría hacer nada. Seguro terminaría en las calles muerto de hambre. Pero no le importaba soportar los golpes e insultos de Hatori con tal de que este permaneciera a su lado.

Chiaki volvió a estar solo, y se tuvo que vestir lo más apropiado que pudo. Habría querido ir a tomarse un baño pero el tiempo se agotaba. Y seguro llegaría tarde.

Tuvo que usar una camiseta de manga larga, para que sus brazos no mostrarán esas magulladuras que se encontraban distribuidos por todo su cuerpo. Desde hematomas hasta cortadas. Se vio en el espejo unos momentos y vio un color morado en su mejilla, seguro por el golpe de Hatori. Bajó el cuello de su camisa, había elegido una con cuello largo, y vio como tenía el cuello lleno de heridas después del sexo al que había sido obligado.

No tenía maquillaje para tapar las heridas. Hace tres semanas Hatori había encontrado la caja que guardaba y le había dicho lo maricón que eso le hacia ver, después simplemente las tiró. No quería ir a la escuela de cocina. No le gustaba, y no se le daba la cocina. Sobre todo, sólo le causaba más problemas con Hatori.

Aún estaba dolido con el hecho de que lo engañará. Todo eso le dolía. Ya no era sólo su cuerpo, sino también el alma. Tomó su mochila, que sólo tenía un cuaderno y era en donde apuntaban las recetas que hacían y todo eso. Sólo lo hacía por los puntos que daban si tenías todas.

Ya que en los equipos suele ser excluido, y Yuu se juntan con otras personas, que clasifica como "responsables" y luego le pide perdón y se excusa diciendo que su nota es importante.

Había llegado media hora tarde y el profesor le hubiera dejado fuera de nos ser porque Yuu le ayudo, gritándole que no podía hacerle eso, que era una injusticia. Cuando pasó dentro del aula se sintió incómodo. Sabía que todos le iban a mirar por llegar tan tarde, pero parecían que hablaban muchos más murmuros.

«¿Lo haz visto? Está golpeado»

«Al fin alguien le hizo pagar todo lo que merece»

No entendía por que decían esas cosas, no lo conocían. Y todos esos susurros por el salón sólo le hacían creer que era real todo lo que Hatori le decía.

—¡Santo Cielo, Chiaki, tú mejilla! —exclamó Yuu, levantándose y acercándose la distancia que les separaba. Tomó suavemente la mano de Chiaki y lo llevó a una silla a un costado de donde estaba él.

Doméstico (Yaoi/gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora