No temere a nadie que juegue con mi fe.
Me corta las alas y asi cai y cai pero sigo en accion.
Porque nada puede luchar contra mi, pues solo el miedo en gran parte es lo que me conmueve y enloquece tal peligro del miedo al no tener miedo. Cuando nada puede ya ni la luz de la mañana alumbrar el camino de mi batalla contra la tristeza de la maravillosa soledad.
Ella que no cree ni vive porque cada vez el sentimiento de dolor hecho ya sicatriz.
Sicatrices de heridas que la vida no olvida.
Y que espera la llamada de una rosa marchita que me ahoga en la pena de tu nombre.
Aquel nombre que repito una y otra vez desde aquella vez
Una vez que soñamos juntos.
Y que la lluvia disimule mis lagrimas.
Y que la luna alumbre la oscuridad de mi corazon.