CAPÍTULO 11

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Piper Hale

Lo que parecía ser una noche amena y tranquila en nuestro club de reuniones preferido, empieza a tornarse todo un espectáculo de salseo en estado puro. Mia había tenido la brillante idea de poner perdida de Kamikaze Blue a Cassie Presscott para vengarse de ella y creo que la guerra acaba de estallar.

En ese instante, la morena se encoge de hombros y marcha tan campante al servicio mientras que yo no salgo de mi asombro, por lo que es Chuckman el que me hace volver a la tierra:

— Me voy de aquí antes de que esto se convierta en el plató de un culebrón. ¿Vienes a dar un paseo en coche? — murmura entre dientes el de ojos grises.

Niego con la cabeza y me encojo de hombros.

— No puedo dejar a Mia sola, está demasiado borracha.

Él suelta una carcajada.

— ¿Qué eres, su madre? — me espeta — Además, no está sola, están el resto de las de tu hermandad. Larguémonos de aquí, no soporto los numeritos de tu amiga.

Me encojo de hombros y hago un mohín.

— No quiero irme, me gusta este sitio. Quédate conmigo y pidamos unas bebidas — le propongo.

De repente, escuchamos unos gritos que claman mi nombre sin cese... Son las chicas. Resoplo profundamente. ¿Qué mierda querrán ahora?

— Piper, ¿dónde se ha metido Mia? Ay mi madre, tía, nos acabamos de enterar que se peleó con Cassie Presscott. ¡Qué horror! — bufa una dramática Madison, cogida del brazo de Morgana.

Pongo los ojos en blanco y Óliver resopla y me mira levantando ambas cejas.

— Está en el baño, está todo bien, deja de gritar, Madison — le digo, tratando de que mi tono de voz sonara normal. No quería perder los estribos, pero me sacaban de quicio con mucha facilidad.

— ¡Vamos a buscarla, conociéndola montará la de Dios! — vuelve a rechinar en mis oídos los chillidos de Morgana, esta vez.

Mientras mis compañeras montan el drama del siglo, el guapo, pero austero Óliver Chuckman se me acerca al oído y me susurra, haciendo que mi vello se ponga de punta:

— Ya nos veremos, Hale.

Y sin darme tiempo a responderle, se marcha a paso moderado. Maldita sea.

Observo molesta a las chicas, que se van corriendo torpemente por la altura de sus tacones, en dirección al baño. Vuelvo a resoplar y voy a la barra. Necesito un buen ron con coca-cola para evadirme de todo.

¿Por qué Oliver podía llegar a ser tan inverosímil? Me costaba entender su nueva actitud, me desconcertaba. Y yo estaba quedando de tonta delante de él, no soy así. Debo ponerme en mi lugar, y lo mejor es que empiece a ignorarle. Quizá de ese modo podía frenar mis sentimientos...

Mia hace acto de presencia y me mira con un gesto que conozco muy bien; está cabreada y el lote se le acaba de bajar. Y las dos sabemos que el único remedio contra eso es... ¡Bailar!

La gran sala estalla en una música electrónica, moderna y movida, y pronto mis pies de desplazan a la zona de baile. Noto que un grupo de chicos de alguna fraternidad nos observan. No me interesan en lo absoluto, pero cuando me giro para coger mi copa de la barra, dos de ellos se me acercan. El resto de los chicos se quedan donde estaban, pero sin dejar de depositar su mirada en nosotras dos. Mia enarca una ceja por su proximidad.

Mean QueensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora