AL OTRO LADO DE LA PARED

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Prólogo

Molly se despertó otra mañana más, sintiendo que se le caía el mundo encima, no era una bonita forma de despertarse pero era lo que había. Se incorporó en la cama, se rodeo las rodillas con los brazos y apoyo la barbilla entre estas, y miro como amanecía por la ventana. Se acerco y la abrió poniendo las cortinas para que entrara el viento. A Molly le gustaba como se movían sus cortinas blancas con el viento de la mañana, la relajaban.

Se levanto buscando las zapatillas, se sentó en la cama y miro a su alrededor. Su habitación era bonita, tenía lo que le gustaba y necesitaba, y todo estaría como siempre sí no fuera porque estaba destrozada. Como el resto del piso, su madre nunca ordenaba nada y siempre que se peleaban todo acababa patas arriba.

Se levanto y miro el reloj. Empezó a recoger su habitación hasta dejarla ordenada y decente, luego se vistió para ir al instituto un día más. Cogió la mochila y abrió despacio la puerta de su habitación, para asomar la cabeza primero. Salió al pasillo esquivando y saltando los objetos desperdigados por todo el pasillo. Se asomo por el arco de la puerta del dormitorio de su madre, donde está dormía borracha como una cuba. Molly limpió las cenizas y retiró las colillas de la cama y la mesita de noche, tiró las botellas de ron y whisky vacías y salió por la puerta del piso haciendo el menor ruido posible. Bajó por las escaleras, no le gustaba usar el ascensor, vivían en un edificio bastante conflictivo con delincuentes y algun que otro traficante. A decir verdad, vivían en una zona un poco peligrosa. Y aunque vivía en un piso diecisiete no le importaba bajar andando antes que estar metida en un ascensor con un drogadicto, un tío con una pistola y un ocupa.

Se puso los auriculares, encendió el mp3 y camino con su música haciéndole de banda sonora, le encantaba ponerse los auriculares de camino al instituto y mirar como el mundo despertaba, la gente, la tiendas, la calle... Una gran película sin guión formándose a su alrededor. Tenía un camino largo, por lo tanto tenía que salir bastante antes de casa, cuando las farolas estaban aún encendidas brillando y alumbrando a los vagabundos que dormían en las puertas de los bancos, en cajas de cartón y en los parques infantiles, cuando las ventanas de los pisos se iluminaban, cuando la vida despierta en las calles y los coches emergen de todas partes.

Molly miro la hora, todavía le quedaba media hora para llegar a clase pero ya empezaba a ver a gente de su instituto. Empezó a andar más rápido cuando vio a Steve, el novio de Rose, la delegada de su curso, la reina de las arpias y de las víboras más venenosas del planeta. Molly sabía que sí Steve estaba ahí, el mal bicho de Rose estaría cerca. Y no se equivocaba, casi se chocó con Angelina, la mejor amiga de la víbora, una de sus secuazes. Angelina, se paró y bloqueo el paso a Molly.

-Quita de en medio, maldita perra callejera, ni se te ocurra tocarme, no quiero tener pulgas.- Dio unos pasos hacia atrás para observar a Molly poniendo cara de asco. En aquel momento apareció Nicky, otra secuaz descerebrada más riéndose con aquella estúpida risa nasal que ella creía que la hacia parecer mona y lo único que en realidad parecía era retrasada, a Molly le hubiera gustado que se atragantara con su risa en aquel instante pero no dijo nada.

-Angelina que ocurrente que eres, menos mal que estamos vacunadas, aunque mejor no te acerques mucho a ella por sí tiene la rabia.- ambas rieron.

-Es una pena que no estés vacunada contra la estupidez, porque creo que es algo que te hace más falta, el maquillaje no lo disimula... Aunque te pongas un montón.- Molly saltó, estaba cansada de aquellas dos estúpidas zorras, a lo mejor sí tenía la rabia.

-Al menos ellas usan... Creo que deberías intentar usarlo alguna vez, a lo mejor así dejas de ser un gran trozo de mierda y pasas a ser una mini caca de cabra.- La voz de Rose le llegó a Molly desde atrás. Antes de poder girarse alguien le pegó un empujón y cayó al suelo, mientras intentaba levantarse le pegaron una patada en las costillas haciéndola retorcerse en el suelo. En el segundo intento de ponerse en pie le llovieron todas sus pertenencias de su mochila. Libretas, libros y bolígrafos le dieron de pleno a Molly en la espalda, los hombros y la cabeza.

A Molly se le escaparon algunas lágrimas desde el suelo pero para entonces las risas de aquellas tres brujas se alejaban calle abajo. Se maldijo a sí misma por ser tan débil, y lo peor de todo es que Molly sabía, que aquello no era lo más horrible que le pasaría ese día. Recogió sus cosas, se levantó, se colgó la mochila nuevamente y echo a andar hacia el instituto.

Al otro lado de la paredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora