Capitulo 3

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Molly pasó por la tienda de la esquina, donde tenían de todo para sobrevivir, no era un Mercadona, pero servía. Compró una botella de agua, un cartón de leche y pasta de dientes. Al llegar al portal de su casa se encontró con los vecinos del séptimo, la familia Ga... no se qué, Molly era incapaz de recordar el apellido a pesar de que la familia la trataba bien, como a un miembro más. Así que simplemente los llamaba o señor G o señora G, a ellos no parecía importarles así que Molly pensó que estaba bien así.

La señora G al ver a Molly la cogió y le dio un gran abrazo.

-Hola Molly, cielo ¿Que tal tú día?- Apoyó sus pequeñas manos en los hombros de Molly y la observó con ojos brillantes.

-Hola señora G, muy instructivo - dijo Molly con una sonrisa falsa, con aquella mujer resultaba más fácil que se la tragara, pues nunca la había visto sonreír de verdad. No era que quisiera engañar a aquella buena mujer, simplemente Molly nunca sonreía de verdad, a veces era más convincente pero tenía días que eran sonrisas muy forzadas, y Molly no podia evitarlo.

-Me alegro pequeña, ¿Está noche vendrás a cenar conmigo y Carlos?- "Carlos... Así se llama el señor G...Pero no puedo tratarlo de tú a tú". Las palabras de su tía volvieron a rodar su cabeza. "Mierda, mierda y mierda".

-Lo siento señora G, hoy he quedado con algunos amigos para dar una vuelta, quizás otro día- Volvió a forzar la sonrisa.

-Oh, está bien cariño, sabes que siempre eres bienvenida en nuestra casa.

-Gracias señora G.

Se despidió de ella con otro abrazo y saludó con la mano al señor G que iba cargado con las bolsas de la compra, y este le respondió con una sonrisa y un gesto de cabeza.

Molly subió las escaleras poco a poco, no tenía pisa por llegar a casa y tampoco quería que le diera algo al subir deprisa. Mientras subía planta por planta se iban escuchando televisores muy altos, gritos, peleas, música o risas en los distintos apartamentos y pisos. Siguió subiendo hasta llegar al piso diecisiete. Sacó las llaves de la mochila, suspiró y las acercó a la cerradura despacio, intentando ralentizar el tiempo para no tener que entrar tan pronto, tan deprisa, al horrible lugar que llamaba casa.

Cuando por fin había metido la llave y se decidía a girarla se oyó un ruido muy fuerte a sus espaldas, saliendo del piso diecisiete B, gritos y un portazo. Antes de poder girarse siquiera algo la golpeó, la tiró al suelo y le cayó encima. No, algo no...Alguien.

Al otro lado de la paredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora