AZUL

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Leah

NO. No. No. No. No. No. NO. Sé que el viento me pega en la cara y hace que mi cabello ondee a mi espalda, pero no lo siento, no siento nada. Solo mi corazón rompiéndose en miles de pedazos. Algo está estrujándolo hasta dejarlo sin vida.

-¿Por qué? ¿Qué hice? ¿Qué pasó? ¿Qué te pasa? ¿Por qué haces esto? No entiendo, explicame ¿por qué? .- pregunté casi sin respirar, mirando a todas partes bajo un árbol en la plaza, como si fuera a aparecer en cualquier momento y me dijera que era una broma.

-Te lo diría si dejaras de acribillarme a preguntas, necesito que te calmes y me escuches-.dice a través del auricular del celular. Como si fuera una estúpida niña haciendo un berrinche porque no me compraron lo que yo quería.

-¿Que me calme? ¿Cómo querés que me calme? Me estas dejando.- Mis nervios se estaban desquiciando. Nada de lo que está pasando es cierto. Por favor, díganme que no es cierto. Quería llorar y gritar a la vez, me ardían los ojos y mi pecho gritaba que descargue

-Podemos solucionar nuestros problemas, solo tenemos que charlarlo.

- No puedo seguir con esto Leah, te juro que lo intenté. No quiero seguir mintiéndote y mintiéndome a mí mismo. Lo nuestro no puede seguir por más tiempo. No siento lo mismo que antes.

Las lágrimas caían por mi rostro, no las podía detener.

Después un minuto en silencio, escuchando su respiración, tomé aire y susurré la pregunta de la que ya sabía la respuesta.

- Hay... hay otra? .- Contuve el aliento, esperando. Aferrándome a la esperanza de que no sea eso, que se quedara conmigo.

-Perdón Leah, no me lo esperaba, fue un accidente.- Dijo apresuradamente.

Un accidente..

Mi temperamento estalló. Sentí la ira subir desde la punta de mis pies hasta mis mejillas, tiñéndolas de un rojo profundo.

-¿UN ACCIDENTE?.- solté indignada, apretando los dientes-. Accidentes son que se te rompan los platos, que tires pintura en tus malditos pantalones o pisar jabón y caerte de culo en el baño rompiéndote el cuello contra la bañera. Ésos son accidentes Ramiro, no me vengas con estupideces ahora.

Sentí como mi enojo reemplaza al dolor de saber que me estaba abandonando por teléfono a miles de kilómetros de distancia. ¿Es en serio? Está al otro lado del puto mundo y termina conmigo por celular.

-No seas así Leah, por fav...-. No lo dejé terminar y le dije:

-No, ¿te digo algo Ramiro?. Estoy contenta de que no estés acá, ¿sabes por qué? Porque eso demuestra lo poco hombre que sos. Que no es capaz de venir y terminar todo en persona, que se escuda detrás de un teléfono para no enfrentar las cosas. Porque me das la oportunidad de volver a empezar y conocer a un hombre de verdad, que me valore y me cuide como me lo merezco, porque lo hago. No te atrevas a decirme que no.- Medio grito, apretando tanto el celular, que se me ponen los nudillos blancos.-No te voy a dejar terminar de hablar, querés terminar conmigo? Bien, terminamos.- Ni siquiera colgué la llamada, tiré lejos el maldito aparato en las que recibí tantas malas noticias. Vi como la pantalla táctil se hacía pedazos contra un árbol a unos tres metros de mi, y caía al pasto verde de primavera.

Tomé una respiración profunda y miré alrededor secándome las lágrimas, tratando de serenarme. No puedo perder el control en medio de una plaza, rodeada de gente tomando un descanso de un día largo de trabajo o de estudio, señoras paseando a sus perros o madres acompañando a sus hijos después de la escuela, ajenos a toda la locura que estoy viviendo.

IMPOSIBLE / Milena Liz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora