VIOLETA

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Leah

Presiono el timbre de la casa de la abuela, esperando que me atienda y me abra la puerta del palier para que pueda pasar.

No sabe nada de mi hace dos días, y mi celular está muerto. Se debe estar volviendo loca de preocupación. Procuro llamarla dos veces al día si no es que la visito. Vive a dos edificios de distancia pero con la facultad y sus cursos de todo tipo no tenemos mucho tiempo para vernos.

Al despedirme de Sebastián hace una hora y media más o menos, subí a mi departamento y me di una ducha rápida para luego vestirme con un jean negro ajustado, sandalias de tiras blancas de suela plana y una musculosa del mismo color. Para contrarrestar la sencillez y darle un toque llamativo, busqué un collar largo de hilo y piedras artificiales lilas.

Escucho la voz con acento español de la abuela por el intercomunicador preguntando quien toca.

- Soy yo abuela, me abrís la puerta? Me olvidé la llave en casa.

- Ay mi niña, no sé nada de vos hace años.

Si si, Nora es de esas abuelitas canas pero coquetas y amantes de las tareas del hogar, súper positiva y cariñosa. Sus exageraciones épicas me causan gracia y hacen que la aprecie cada vez más aunque me haga pasar vergüenza algunas veces. El año pasado me hizo salir con una campera y botas de goma por las dudas de que llueva, solo porque vio una nube en el cielo. Tuve que volver y cambiarme otra vez por lo que llegué tarde al banco y no pude pagar las tarjetas de crédito.

Y aunque siempre esté rebosante de alegría y siempre tenga las palabras justas para hacerte sentir mejor, mis padres no se llevan bien con ella. Debe ser porque siempre les llevó la contraria en sus decisiones con respecto a la familia y los negocios. Nora es partidaria de una familia unida de verdad, sin prensa ni exhibicionismos y la adoro por eso. Enrique y Elizabeth son todo lo contrario. Dinero y apariencias son sus dos prioridades. Luego nosotros, su familia.

De pronto me acuerdo de que día es hoy, y la llamada de mamá anoche.

No puede ser que todos los años hagan lo mismo, es un día importante y tengo derecho a estar como una piltrafa en mi casa, en vez de estar demostrándole nada a nadie frente a miles de cámaras. Un suspiro cansino se me escapa sin querer. Me espera un día muy muy largo.

Escucho el sonido proveniente de la puerta indicando que ya está abierta.

Después de saludar al conserje siempre sonriente provocando que marcadas patas de gallo aparezcan en las esquinas de sus ojos negros, paso subiendo las escaleras de dos en dos hasta llegar al cuarto piso, donde la abuela me espera en el umbral recibiéndome con un cálido abrazo lleno de ternura.

...

Rodeo la taza de círculos rosas con ambas manos, deleitándome con el aroma a chocolate caliente que preparó la abuela cuando llegue y me senté llevándome las rodillas al pecho en el sillón verde azulado de la sala.

-Prepare galletas de anís ayer con Marta en el curso de cocina, y me traje algunas para vos.

Dejando la taza en la mesita, extiendo mis brazos y manos cuando la veo con un plato en la mano caminando hacia donde estoy. Sonrío mostrando todos mis dientes de una forma exagerada.

- Quiero quiero quiero-digo provocando una suave risa de su parte.

Siempre me gustó todo lo que tenga anís en su composición, y el té de este me vuelve loca.

La abuela se sienta en uno de los sillones individuales y me observa sonriendo .

-Ahora niña, que ya tenes energía- dice cuando me terminé la primer galleta- quiero que me digas por qué estuviste desaparecida y sin ningún tipo de comunicación conmigo hace dos días, ¿qué es lo que ronda por tu cabecita que te tiene toda despistada?

IMPOSIBLE / Milena Liz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora