Epílogo

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En medio del sueño profundo, de la soledad, amargura y dolor. Hubo un pequeño pero significante rayo de esperanza que era lo que me permitía seguir adelante.

¿Algún día acabaría esto? ¿Terminaría mi pesar?

¿Por qué estaba en ese estado? ¿Por qué mi corazón no podía detenerse para poder acabar con todo de una vez?

La tragedia era horriblemente larga, cada instante y cada momento el dolor aumentaba, mi corazón latiente se esforzaba por salir de mi pecho pero sin embargo resistía.

Una muerte lenta... Nada peor que eso.

Cualquiera diría que poco a poco lo olvidas en mi caso no... Por el contrario lo recuerdo con más fuerza. ¿Y si no lo recordara sería peor? ¿No me ayudaría el no tener que lidiar con el que la vida me haya robado todo cuanto esperaba, todo cuanto quería y todos a quienes amaba?

Honestamente llevo tanto tiempo que solo deliro, mi mente flota sobre la línea del razonamiento. A este punto llegue en el cual no pienso, no razono, no siento.

Podría comparar mi estado al de una hoja cayendo hacia el suelo... Arrastrada por el viento.

¿Mi cuerpo? Ya ni siquiera puedo verlo, si estoy aquí debe estar bien supongo, pero a esta altura todo es posible, tal vez ya no lo tenga, y solo sea un microorganismo consiente deambulando por el infinito.

No lo sé...

Esa es la pura verdad, me doy cuenta de que nunca supe nada, en estos momentos tampoco ni mañana ni pasado ni dentro de mil años lo sabré.

Qué ironía ¿no? Uno solamente sabe algo, cuando se da cuenta de que en realidad no sabe nada. ¿Qué podemos saber nosotros? Vivimos tropezándonos con la misma piedra y en lugar de avanzar retrocedemos; Creemos tener el mundo en nuestras manos cuando en realidad no somos dueños de nada.

¿Culpo a alguien? No lo hago, nadie tiene la culpa es una guerra la gente muere.

Pero si así es estar muerta... ¿Por qué me siento con vida?

(...)

— ¿Por qué no abre los ojos? — grité molesto guardando mis puños en las chaquetas por temor a que la ira me descontrolara en cualquier instante.

— Ten paciencia, lo hará — susurró tan serena como la noche, pero eso no apaciguaba mi desespero ni la impotencia que sentía—.

— No te creo.

— Pues no me creas — dijo sin poner importancia—.

— ¿Cómo sabes que se levantará? — pregunté molesto—,

— No lo sé.

— ¿Se supone que eso deba hacerme sentir mejor? —inquirí enojado—,

— Se supone — respiró hondo— . Que confíes.

— Si tratas de decirme que confié en ti quiero dejarte muy claro que no lo hago y con lo que hiciste dudo que lo haga alguna vez.

— Haber muchacho ¿En qué idioma quieres que te hable?

— ¡Con la verdad Miriam! Solo con eso.

— Solo dinos si está bien o no — suplico la chica a mi lado—.

— Lo estará.

— Sabes que con eso no me convences, dime ¿Está viva o muerta?

De repente la puerta se abrió de un solo golpe revelando una figura masculina muy enojada cuyas muletas se movían con la rudeza de un león asechando a su presa, afortunadamente para mi teníamos un objetivo en común.

— Tienes 5 segundos para explicarme ¿por qué lo hiciste? ¡Dinos la verdad! ¿Por qué no abriste tu mente por completo? ¡No me digas que no pudiste porque si podías! Pase toda mi vida siguiendo órdenes a ciegas Miriam y quiero asegurarme de que no lo estoy haciendo de nuevo.

— Hice todo lo que pude — susurro con desaire—.

Todos ardíamos de furia contra ella, Lira sin embargo mantenía su perfil bajo, manejaba cierta comprensión que ninguno sabía interpretar.

— ¡Suficiente!

En ese momento Julio se descontrolo saco un arma de su funda y cuando estaba a punto de apuntar a Miriam alguien detuvo su brazo. Paula lo tomo con delicadeza y ternura haciendo que su semblante se dosificara. Lentamente comenzó a guardar nuevamente el revólver más su enojo lo mantenía tenso, sentía que era cuestión de un momento para que estallara por completo y le disparara a la primera persona que encontrara.

Todos estábamos débiles en ese momento, era cuestión de tiempo para que llegáramos a nuestro limite, estábamos enojados, preocupados y estresados; el hecho de que no despertara y el no poder hacer la mínima cosa para ayudarla nos hacia impotentes, miserables e inútiles y sobre todo nos hacíamos más vulnerables.

Paula le dijo unas palabras en el oído a Julio y ambos salieron, me pareció mejor, es preferible evitar cualquier accidente.

— ¿Los médicos no nos dejaran pasar? — preguntó la mujer de cabello negro—.

— No, por el momento está muy delicada.

— Julio está muy molesto— dijo la chica rubia teñida—.

— Tiene motivos — dije cruzándome de brazos arrojándole una mirada fugitiva, despectiva y directa a Miriam.

— Eso no es tan cierto — dijo con algo de compasión—. Miriam, cuando intenté hacer la conexión contigo todo iba bien hasta que llegamos a una parte en específico. Era un bloqueo, como si me hubieras cerrado la puerta de golpe, dime ¿por qué lo hiciste?

— Eso no te incumbe — contestó seria y seca—.

— ¡Ya basta Miriam! — exclamó Lira molesta—. No importa que tan horrible fue, tu viste mi vida viste todo lo que me ha pasado y te deje hacerlo para que pudiéramos obtener resultados todas lo hicimos pero ¿por qué tu no?

— Cada vez que recuerdo me bloqueo mentalmente y me ciega el dolor, no puedo contarlo, no pueden vencerlo, no tengo libertad para compartir eso. No lo sé, es como si mi propia mente encerrara ese recuerdo en un pequeño cuarto oscuro al cual nadie puede entrar. Donde está esperando.

— ¿Espera que? — pregunté—,

— El ser olvidado.

— Si es algo tan fuerte jamás lo olvidaras.

— Aun me queda esperanza.

De pronto se abre la puerta y entra el doctor con el rostro algo sudado y una carpeta con el expediente de Aleyda en el.

— Doctor ¿Cómo esta ella? ¿Ya despertó? — preguntó el chico castaño preocupado—,

— Aun no muchacho, sus heridas extrañamente están sanando rápido, pero ella esta...

— ¿Esta que doctor?

Todos nos ahogamos en el instante en el que dio el diagnostico. Aunque increíble era cierto, todo se venía a pedazos. Nuestros corazones se partieron desde aquel instante.

Todavía no lo acepto.

Aleyda está en coma...

Dos mundos distintos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora