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Sol y hojas verdes. Eso fue lo primero que vio al abrir los ojos y contemplar el cielo con los párpados entrecerrados.

____ no se movió e intentó empaparse de todo lo que la rodeaba: el crujir de las hojas y el grueso tronco de árbol en el que estaba apoyada. El roble era firme, estable y seguro y la centenaria fuerza vital del tronco parecía una extensión de la energía que fluía por su propia médula espinal.

Pertenecía a algo mucho mayor: un sueño que abarcaba todo el bosque a su alrededor.

De vez en cuando, sentía la imperiosa necesidad de acercarse a este lugar para descansar o, como su madre decía con sorna, «a meditar».

A ____ le encantaba aventurarse en el bosque situado junto al pequeño barrio residencial de Salzburgo en el que vivía. La gente decía que estaba loca, pero a ella no le importaba lo más mínimo.

Aquel rincón bajo el viejo roble se había convertido en su guarida solitaria y el roble, en un amigo en el que confiar en los malos momentos. Aquí acudió cuando falleció su abuelo.

En este lugar se deshizo en lágrimas cuando sus padres le comunicaron que se iban a divorciar y que su padre se iba a vivir a Innsbruck.

Pero este también era el rincón al que iba cuando quería escribir un poema, componer un tema o cantar sin que nadie la molestara, o para soñar con el chico que le había robado el corazón dos años atrás y que nunca se lo devolvió.

____ terminó de abrir los ojos y exhaló un sonoro suspiro. En esta ocasión, la tranquilidad del bosque no había sido suficiente como para sosegarla: estaba intranquila.

Siguió inmóvil unos segundos y a continuación se incorporó y recogió su cartera. El corazón le empezó a latir con fuerza mientras hurgaba en el bolsillo frontal del bolso en busca de su teléfono móvil. Nada. No había mensajes nuevos.

Con un suspiro de lamento, se volvió a apoyar en el árbol, sin dejar de pensar en el chico al que no se podía sacar de la cabeza.

El apuesto rostro de Lee Jeongmin.

Sus radiantes ojos cafes. La sonrisa burlona de sus labios. Los labios de su boca temblorosa.

Tragó saliva en busca de aire cuando el teléfono volvió a la vida de forma repentina en su mano. En la pantalla se iluminaba el nombre de Gaby mientras sonaba la melodía de Friday I'm in Love de The Cure.

El bosque también parecía haberse acabado de despertar y un pájaro se alejó con un chillido de indignación. ____ no pudo evitar reírse al seguir con la mirada el vuelo de aquella ave.

-Hola, Gaby -contestó al teléfono con alegría.

- ¡Hola! ¿Dónde estás? -Dijo su mejor amiga-. Te he llamado a casa, pero tu madre me ha dicho que no estabas.

-Es que estoy en el bosque.

-Ya veo. Haciendo manitas con el señor roble, ¿eh? Gaby la conocía demasiado bien. Desde que un día, el curso anterior, habían hablado en clase de los «amantes de la naturaleza», su amiga le tomaba mucho el pelo con su «insana obsesión por los robles», en palabras de Gaby.

- ¿Qué eres, adivina? -Replicó ____ con una sonrisa en el rostro-.

No, aún no nos hemos abrazado. Eso prefiero hacerlo con Jeongmin, si le da por responder a mis mensajes. -Se estremeció ante la propia amargura en su voz.

Gaby suspiró al otro lado del teléfono.

-¿Por qué no vuelves a la ciudad? Es imposible que te animes ahí sentada, hablando con los árboles y pensando en lo desgraciada que eres porque el cabrón Jeong no es tan afectuoso como esperabas que fuera. ¿Te veo dentro de media hora en Mozartplatz?

El chico del bosque ღ  [BOYFRIEND] (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora