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Salí echando humo por las orejas de mi casa, mi mama me había estado chingado toda la tarde para que fuera por las tortillas ¿No podía mandar a Andres por ellas? Al fin y al cabo el pinche flojo no hacía nada mas que jugar con sus jueguillos en el celular.

Iba a medio camino cuando quise golpearme contra el muro que tenía a un costado.

¡Se me había olvidado el dinero!
Que pendeja eres, Marta.

Regrese a la casa y abrí la puerta tratando que la doña no me viera.

No, ni pedo, la señora tenía sensores en todos lados para saber en donde estaba. Y si, termino dándose cuenta de que había entrado a la casa.

―¿Y las tortillas?.― Pregunto y yo tome el dinero de la mesa.

― Se me olvido el dinero, ahorita vengo.

Salí casi corriendo, sabía que si me quedaba ahí, seguramente se enfadaría y todos sabemos que una cicatriz por un chanclazo no es muy digno de presumir.

Alcance a escuchar como gritaba un "No vuelvas si no traes las pinches tortillas"

¿Acaso no le daba vergüenza que la escucharán gritar?

Camine por todas las calles posibles para llegar a la tortilleria. Había una fila grade, fue mala idea haberme venido en una pijama y chanclas. Parecia vagabunda y no era agradable pensar que todas las personas me miraban.

Es más ¿Qué les importaba? pinche gente críticona, ugh, los odio.

La fila avanzaba como tortuga enyesada, hasta el frente había una niña en el hombro de su mama. Me saco la lengua y yo me reí. Ingenua. Siguió un rato haciéndolo, hasta que me enfado y le saque la lengua, también le regale una mirada fea y de paso le pare el dedo de en medio. Mira que cabróna.

La niña quería llorar, pero no importaba, mi orgullo era aún más grande que estarla soportando sacando su babosa lengua.

El wey que estaba frente de mi empezó a coquetear con la que atendía. ¿Enserio, en una tortilleria?

Su cabello parecía un estropajo, y para el colmo estaba pintado de color crema.

Lo bueno era que su piel era blanca, si no, pinche ojete, le harían bullying hasta por haber nacido.

Trate de ignorar todo, hasta que escuche su pedido.

Cinco kilos de tortillas.

¿Acaso iba a tener al obispo en su casa o que pedo?

Y para el colmo, la que atendía no hacía más que lucirse. ¡No te va a hacer caso, pendeja!

Le entregó su pedido y tocó su mano 'accidentalmente'. Que asco.

― Ya no hay tortillas.― Fue lo primero que me dijo la muchacha.

No, no, no, no.

Me van a chingar.






(n/a; una pequeña observación 7u7 serán partes cortas y pocas, ya que la historia en si, es algo tonto como para hacerla taaaan larga. Espero que les guste y así, besos c:)


El chico de las tortillas» CliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora