08.

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Después de un rato me tranquilice y levante la cabeza de la mesa. Entonces me llego el recuerdo de su uniforme y lo mire.

― ¿Qué haces aquí?― Pregunté y el estiró los pies abajo de la mesa.

― ¿Cómo que Qué hago aquí? Voy en esta escuela, pendeja.

Al escuchar la última palabra que salió de sus labios, tome su oreja entre mis dedos y jale. Pronto el empezó a soltar gritos, y todos nos miraban raro.

Desde que había conocido a este pendejo, la pena no formaba parte de mi vocabulario.

― ¿Pendeja? ¿Me has dicho pendeja?―Pregunte y el soltó un grito, también una risa e hizo un sonido con los labios. Pinche caballo.

―Sí, te dije pendeja. A menos de que hayas escuchado mal.― El quitó mi mano de su oreja y me sonrió.― Pendeja.

Solté un gran suspiro y tome mi torta de donde la había dejado. Decidí ignorarlo y concentrarme en comer. Regresando tenía un examen de matemáticas que seguro reprobaría.

― ¿Qué quieres? ¿Por qué no te vas y me dejas en paz?― Pregunté y el río.― No estoy bromeando, Pendejo.

―Bueno, me debes algo.―Él se acomodó más en la silla y yo me talle la cara.― Y es divertido verte.

―Oh, es cierto.― Del bolsillo de mi pescador saque dinero y se lo di.― Treintaicuatro pesos. Ahora, no te debo nada, te puedes ir a inflar burros por la quinta pata... No estoy hablando de la cola.

― ¿Y si te digo que no espero que me pagues por un buen rato para poder seguir viéndote?

Solté una carcajada y después recobre mi postura seria.

―Mi respuesta sigue siendo la misma ¿Quieres que te consiga el burro?

―Pinche marta, eres una mamona.

Reí con suficiencia y el negó con su cabeza.

  ― Lo se, Michael. Lo se.  

El chico de las tortillas» CliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora