3.La vuelta.

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Habían anunciado por la megáfonia que en 5 minutos tomaríamos tierra en el aeropuerto de Roma-Fiumicino dentro mía bullia un cocedero, jure jamás volver a este país, aunque había conocido a la única persona que habia amado en toda mi vida, fui tan infeliz, me recordaba a mi misma 2 años y medio atrás, en este mismo aeropuerto, embarazada, sola y lo justo para comprar un billete de avión que me ayudara a salir de Italia.

-Señorita-, note que alguien me zarandeaba me había quedado absorta en mis recuerdos, la azafata se inclino hacia mi,
-Señorita, ¿se encuentra bien?- moví la cabeza asintiendo y poniéndome en pie.

-Sí perdone pero los viajes me aturden-, camine deprisa por el pasillo, necesitaba salir de allí, sentía que me faltaba el aire.

Cuando toque tierra me sentí mucho más tranquila, pero por dentro estaba como un flan.

Camine dentro para recoger mi equipaje, me acorde de mis pequeños de seguro ahora estarían comiendo, deseaba poder estar con ellos, llevaba 6 horas alejada de ellos y ya los echaba en falta, estos 3 dias se me iban hacer horribles, en este país que odio, con gente que ni yo soy de su agrado ni ellos del mio, y sin mis hijos, ¿podría ir a peor?, cuando al fin vi mi equipaje en la cinta, me adelante a cojerlo, camine para el exterior del aeropuerto, cuando salí saque mi móvil del bolsillo y marque en él. Enseguida contestaron al otro lado de la línea.

-¿Diga?-, su voz risueña me recordó todas las veces que jugamos juntas en el orfanato.

-Dime que la orma de tu zapato aun no te abandonado.

-jajjaj ¡¡¡Emily!!!, ¿donde estas? ¡cuanto tiempo! Pero cuenta, cuenta...-, lo de la orma de tu zapato es el marido de Francesca, una pequeña broma entre nosotras ya que Bernar es un importante empresario, pijo y remilgado como su propia esposa dice, ya que para ella el dinero no vale nada, es bastante mística y como yo alguna vez la e definido rara.

-Estoy en Roma-, hubo un silencio al otro lado de la línea, yo se que ella estaba al tanto de muchas cosas, no sabia hasta que punto Bernar la tenia informada, ya que era el mejor y único amigo de Marco. Nosotras nos conocemos de antes en el orfanato y la amistad continuo después.

-Estupendo-, quiso sonar animada pero sono poco convincente,
-¿Quieres que quedamos?.

-Dejalo-, preferí colgar, la verdad, pensé que podíamos retomar la amistad, pero parece ser que es otra de los que no cree en mi inocencia y de verdad de ella me duele, los demás que piensen lo que quieran una lágrima fue a salir de mi ojo, pero la limpie antes, camine hacia la parada de taxi, tomo el 1° libre que ví y le indique la dirección de un pequeño hotel que conocía bastante bien.

Nos adentramos en el trafico de Roma, atravesamos el centro, dejando el Panteón tras nosotros, llegamos al Hotel Villa Grazioli, a las afueras de Roma, me apee del taxi y mire su imponente fachada en tonos blanco y ocre, estaba tal cual la había dejado casi 3 años atrás, se veía que la habían repintado pero no habían cambiado nada al menos en el exterior, camine hasta la puerta grande de madera que pasaba al mostrador de recepción.

Una chica al otro lado del mostrador levantó la vista del ordenador, entrecerro los ojos no creyendo lo que sus ojos veían, le dedique una tierna sonrisa.

-¿Emm?-, se levantó y rodeo el mostrador, para lanzarnos en un profundo abrazo.

-Mi niña cuanto te extrañe- lagrimas ruedan por mis ojos y a ella le pasa lo mismo. Aparece una mujer regordeta tras el mostrador que cuando me ve corre abrazarme.

-Emily, que bueno regresaste-, me seque las lagrimas y me parte de ellas.

-Qué contenta estoy de veros, ¡¡¡Clau cuanto as crecido!!! ¿que tal los estudios?-, Claudia es la hija de Libertad y Robert, los dueños del hotel, yo trabaje con él hasta que conocí a Marco, siempre me hicieron sentirme como parte de su familia.

Más de lo que llegue amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora