Mercy

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"She always talked to me about mercy, but what about mine? When will I be forgiven?"

Una sonrisa. Eso fue todo lo que se necesitó para que Gerard Way se enamorara de Frank Iero. Jamás lo veía hacerlo, pero cuando traía los audífonos puestos, el chico se transportaba a otro mundo. Siempre se preguntaba el significado de sus tatuajes, y el deseo de pasar las yemas de sus dedos por cada uno de ellos, trazar ligeros círculos en sus piernas, mientras sus labios se unían en un beso. Pero había dos problemas: Uno: no sabía si Frank era gay. Y dos, su familia no sabía acerca de su sexualidad. ¿Qué podía hacer? Esconderse bajo la personalidad del callado y reservado Gerard Way, el que simplemente esperaba ser invisible siempre.
Normalmente pasaba por un café para comenzar la mañana de buenas. Se acercó a pagar a la caja, y lo encontró. Agachó la mirada, y todo sonrojado se sentó a esperar su brebaje. Miraba al otro de reojo repetidas veces, y cuando gritaron su nombre, se levantó rápidamente, tomó el vaso que tenía enfrente, y corrió para no llegar tarde a su trabajo. Entrar a la oficina y hacer lo que más te gusta en la vida es realmente satisfactorio; ahora mismo, Gerard tenía que entregar al menos el borrador de una idea para un nueva historia, pero nada llegaba a su cabeza. Tomó su primer trago de café, y casi lo escupe. Aquello no era americano cargado, sabía a capuchino con un costal de azúcar encima. Revisó el nombre, y claramente leyó "Frank". Seguro que ahora lo odiaría, hasta él mismo lo habría hecho. Golpeó su cara con la mano, pero siguió bebiendo del vaso. Ninguna idea llegó de momento, estaba frustrado, entonces prefirió relajarse. Garabateaba sin sentido alguno, según él, pero cuando enfocó la vista para ver lo que estaba realizando, reconoció el rostro de aquel chico al que le había cambiado el café. Justo cuando estaba terminando, recibió una llamada de la recepción del edificio.
-Gee, te buscan abajo-
-Voy- respondió de mala gana. Seguramente era la secretaria, pidiéndole algún favor. Quedó anonadado al notar un remolino de cabello negro esperando ahí. Se paró en seco y con los ojos bien abiertos comenzó a preguntarse mentalmente "¿qué carajos hace él aquí?" Luego de unos segundos, reaccionó y avanzó a pasos largos y vagos hacia el chico.
-¿Q-qué tal?- le preguntó estirando la mano algo tímido
-Tú eres Gerard, ¿no es así?- asintió con la cabeza. Parecía que lo mataría con una sola mirada, y eso le pareció aún más atractivo -me parece que te has llevado mi vaso de café- enmudeció por completo (más que hace un rato).
-Lo siento- murmuró bastante apenado -Estaba muy bueno- no estaba retándolo, estaba siendo totalmente honesto -el cosquilleo del azúcar era maravilloso. Jamás lo había probado-
-Es delicioso ¿no es cierto?- sonrió. Wow, lo había hecho sonreír; debía anotar eso en su diario, claro, si tuviera uno. -Bueno, el chico del café me dijo que trabajabas por aquí, y decidí venir a saludarte, y, tú sabes- arrastraba las palabras y rascó su nuca. Estaba poniéndose nervioso, Gerard le había parecido lindo; aquel rubor le hacía lucir inocente y lindo; los cabellos que cubrían un lado de su rostro, tenía muchas ganas de retirarlos de ahí. Lo había visto muchas veces en aquel café y siempre quería hablarle, pero sus agallas y esa actitud ruda se desaparecían en cuanto lo intentaba -¿qué te parece si nos vemos en la tienda de discos cuando salgas de aquí?-
-Claro- respondió el otro sonriendo. -A las cuatro-
-Bien, nos vemos allá- levantó la mano para despedirse, y salió.
Para las cuatro, Gerard llevaba por lo menos cinco páginas ilustradas para su nueva historia. Guardó todo en su lugar, y corrió al lugar de encuentro con Frank. Aún no sabía si le gustaba al chico, pero parecía ser que sí. O tal vez sólo sus sentidos lo engañaban.
Aquella cita significó mucho para ambos: para Gerard fue comenzar a ganar un poco más de confianza, y para Frank, fue poder abrirse total y completamente a una persona. Un par de meses más tarde ya se tomaban de las manos y sus familias sabían acerca de todo. Sólo que había un detalle: Gee era demasiado tímido aún, y las muestras de afecto no eran lo suyo
Una noche salieron como lo hacían cada que podían; ahora se habían vuelto una parte importante del otro, podrían simplemente caer si tuvieran que separarse. Al regresar al apartamento de Frank, se sentaron los dos sobre la cama, en silencio. Esa era una gran ventaja: podían estar en silencio todo el tiempo que fuera posible pero jamás sería incómodo. Entonces, en ese momento, Frank aprovechó para tomar de ambas mejillas al chico, y desprevenidamente darle un largo beso en los labios. Ambos sintieron esa chispa, esa calidez que te recorre el cuerpo entero y te hace pedir más y más. las manos del no tan inexperto Frank se paseaban por el cabello del otro, y éste, en respuesta, paseaba sus dedos por toda la tinta que ilustraba aquellos brazos de su amado. Esto logró que soltara un par de suspiros. Estaba aterrado de lo que pudiera pasar, pero se olvidó de todo eso cuando sintió el cálido tacto de unas manos retirarle el pantalón muy despacio. Luego de caricias inexactas y jadeos que no podían ser silenciados, se encontraban haciendo el amor. Con Frank guiando al ingenuo Gerard, se encargaba de tener todo el cuidado posible, no quería lastimarlo en absoluto. En esa habitación sólo lograban escucharse ecos de todas las palabras que no habían podido decirse, el recuerdo de sus voces mencionando el nombre del otro. Cada movimiento, cada mirada, vivirían impregnados en aquellas cuatro paredes. Cuando ya eran pasadas las tres de la mañana, simplemente estaban recostados, mirándose uno al otro. Entonces Frank acarició el cabello del chico que tenía enfrente, esperando que no fuera una simple ilusión tenerlo ahí. Este cayó rendido casi al instante, por lo que lo atrajo a él, y abrazados pasaron la noche, en espera de tiempos mucho mejores; claro que aquello sería bastante difícil de superar.

Es así como pasaban todas las noches; Frank leyendo algún libro, y Gerard con la cabeza recargada sobre la espalda baja del otro, terminándose un cigarrillo y entretejiendo su propia historia juntos.

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