Don't need anyone else.

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-Amor, ¿cuándo vas a rasurarte?- preguntó ella riendo. De verdad le parecía extraño mirar a su novio con barba y bigote, pero por alguna razón se sentía "más hombre". Él rio al comentario de igual manera, aun sabiendo que ella hablaba enserio. Se incorporó de su regazo, y quedando frente a ella acarició su rostro, pasando el dorso de su mano por aquellas suaves mejillas repetidas veces. Esto sólo logró sonrojarla, e inmediatamente apartó la mirada del otro. –Eres hermosa ¿lo sabes?- ella ocultó la cara en el pecho de su amado, esperando que parara con los cumplidos. -¿Quieres salir a caminar?- volvió a mustiar él, con sus labios posados sobre la frente de ella, depositando un beso terminando de hablar. Ésta asintió, levantándose de la cama, y salieron juntos tomados de la mano. Caminar y pasear la mirada por todos lados era algo que ella disfrutaba hacer, cosa que nadie comprendía. "¿Por qué no van a un parque de diversiones o algo así?" preguntaban a menudo. Como primera razón siempre estaba que ella odiaba los juegos mecánicos, y segunda, que podían disfrutarse más uno al otro estando un poco apartados de todos. Luego de más o menos media hora de caminar por la manzana, tomaron asiento en una banquita. Cruzaban miradas de vez en cuando, como diciéndose cosas, haciendo que ella se sonrojara la mayoría de las veces. De repente comenzó a llover. Ella miró al cielo confundida, le pareció tierno al otro quien se levantó y extendió la mano, esperando que ésta la tomara. Cuando lo hizo, comenzaron a bailar una melodía que sólo ellos dos parecían escuchar. Ella reía a carcajadas, él la admiraba de pies a cabeza, preguntándose una y otra vez cómo podía ser tan afortunado de tener a alguien así en su vida. Cuando estaban a una distancia muy corta, al mirar sus ojos no pudo notar el mismo brillo en sus ojos, ese que había encontrado el primer día que se conocieron, mirando en una vitrina el libro que había estado esperando casi dos años. Seguía teniendo todas aquellas características maravillosamente hermosas que tenía antes, sólo había perdido esa chispa.
-¿Qué me estás viendo, torpe?- preguntó ella riendo. Él no contestó, lo que la hizo reír aún más. En ese momento, cuando sus labios se unieron en un largo beso, comprendió que ella le había dado esa pequeña chispa para encenderla cuando estuvieran en lo más oscuro

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