La Chica de la Ventana

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Oridia se levantaba impetuosa un día de marzo. Los pájaros volaban por el cielo a velocidades extremas mientras las nubes se movían al ritmo de la suave brisa de primavera. Las flores florecían al paso de los carruajes enfurecidos de los visitantes del reino. Barcos llegaban desde las más lejanas provincias del país para traer tanto gente como productos al puerto. 

A la luz del sol matutino, un chico de apariencia noble y algo pija bajaba del carruaje en el que había llegado hace unos minutos. El sol que había aquel día brillaba tanto que parecía amenazante, por lo que se quitó el sombrero negro de ala que llevaba para contemplar las golondrinas volando por el cielo. En su región, muy lejos en las montañas del norte, ver el sol era algo muy extraño. Nevaba la mayoría de las veces y, las que no nevaba, llovía o estaba nublado. En Narantar los veranos eran algo mejores, pero los vientos nocturnos siempre recordaban la pesada y fría carga climática que tenía aquella región.

En cambio, aquel sol era algo magnífico. Al notar una brisa revolviendo su cabello negro, respiró hondo. Entre respiraciones de calor y nerviosismo, notó una anomalía en el aire. Era el único lugar en el que había llegado a oler una estación de golpe. El aire era más ligero y cálido de lo normal, y las risas de gente que pasaba con sus arcaicos vestidos le daba la bienvenida a Oridia, capital del país. Desde la unificación de la península hace un par de años el país peninsular estaba dividido en pequeñas regiones y villas. Todas respondían a Oridia en cuanto a leyes y economía. En cambio, cada región mínimamente importante tenía su realeza y Zack Walker, duque de Narantar, no iba a ser menos.

Dio un paso para ver desde detrás de su carruaje. Delante de él se erigía un castillo del color del salmón rodeado por un pequeño lago y un gran muro de piedra del mismo tono rosado. Solo se podía acceder al palacio pasando por un puente que atravesaba las aguas que rodeaban el lugar. Al lado del puente había una hilera de árboles que se cortaba antes de llegar al castillo. Era una bonita vista con las gaviotas de fondo y el sol dando en sus torretas y paredes. El duque sonrió, complacido con la selección de sus superiores, y comenzó a andar por el puente de madera hacia el castillo de Oridia.

El chico se peinó el pelo inconscientemente. Sus ojos castaños oscuros no contenían la emoción que tenía por visitar la capital de su país - llevaba años queriendo ir allí, pero algunos negocios en Narantar le impedían viajar demasiado. Era alto, de complexión fuerte y una mirada encendida. Su piel era más blanca que la nieve de su tierra . Y, como nota aparte, estaba deseando con toda su alma quitarse algo de ropa. El clima de su región natal y el de la capital eran muy diferentes, y bajo la abrasadora mañana que se le presentaba, veía difícil la supervivencia con tanta ropa puesta. Su chaqueta negra de botones ya estaba desabrochada, la camisa que llevaba debajo empezaba a ser un estorbo, y ya ni hablemos del estúpido pañuelo rojo que llevaba atado al cuello. Sus botas de montar eran demasiado pesadas para su gusto. Los guantes estaban ya guardados en su bolsillo. 

Antes de poder llegar al final del puente levadizo, las grandes puertas del castillo se abrieron de par en par y de ellas salieron cuatro soldados acompañados de dos grandes reyes. A simple vista apreció una gran peluca y luego a una mujer con un soberbio rostro. Las majestades se acercaron a el joven duque de 18 años antes de que él pudiera articular palabra. El que supuso que era el rey de Oridia vestía una gran túnica roja de terciopelo que arrastraba sin piedad por las escaleras de la entrada. Su mujer, altiva y de interminables rizos castaños, le miraba sin piedad. No mostraba la misma actitud bonachona de su marido y le examinaba con recelo.

"¡Usted es el joven de Narantar!" exclamó el rey, sociable.

El chico dio un respingo por el extraño entusiasmo del rey ante su presencia. "Uh, sí, sí." se relajó un poco para hacer una leve reverencia. "Zack Walker, a su servicio."

La Ley del EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora