"¡Oh no!"
La pobre rubia de Christine iba poniéndose los zapatos de camino mientras entraba en el palacio, saltando de un pie a otro, soltando injurias varias a las alfombras del gran vestíbulo. Se puso el zapato derecho justo a tiempo para entrar en escena con el aspecto apropiado. Miró a su reloj de bolsillo y, en efecto, llegaba a tiempo.
"Vale," se susurró. "bien, perfecto. No podía ser mejor. Llego a tiempo." se quitó sudor de la frente y resopló. "Justo a tiempo."
Se alisó el vestido negro, el delantal que llevaba puesto y se atusó algo el pelo. Sus hebras rubias del color del oro resplandecían al pasar por delante de una ventana, como espejos del sol. Su piel, algo más pálida de lo que debería. Rastreó con los ojos del color de las hojas primaverales para buscar algo fuera de lugar. En el tiempo que había pasado en su ciudad natal y fuera de servicio había padecido grandes jaquecas y fiebres. Tuvo sueños sobre monstruos y tornados que arrasaban el castillo.
Ella, acostumbrada al dicho de ver es creer, pensó que revisarlo todo por si acaso no haría daño a nadie.
Una vez se aseguró de que todo estaba en el sitio en el que lo había dejado la última vez, se sonrió anduvo escaleras arriba. Se paró delante de la llamada 'vergüenza de la familia' e hizo una pequeña reverencia. La belleza celestial de aquella mujer siempre la dejaría sin aliento. Y con su imagen todavía en mente se dirigió hacia la habitación de la hermana pequeña. Algo en ella estaba ansioso por ver a la joven dama, aun sabiendo que esta nunca respondería activamente a sus palabras.
Suspiró con algo menos de confianza y, tras haber tocado a la puerta, entró en la habitación.
Sorpresa sorpresa, Reese no estaba allí. Era una ocasión extraña, ya que la pobre muchacha pasaba todo su tiempo dentro de las barreras del castillo, y rara vez salía acaso del castillo en sí. Algo descolocada, la doncella salió de la habitación para dirigirse a la de la otra joven princesa.
Hizo el mismo procedimiento con la otra puerta, y al entrar vio a su querida princesa en el escritorio. Parecía tan concentrada en su tarea que no reconoció su presencia. Christine tocó suavemente el hombro de Elise y esta se giró, al parecer enfadada con quien fuera que hubiese interrumpido su tarea. En cambio, al ver a su querida doncella y confidente, sus ojos se suavizaron.
Su rostro esbozó una suave sonrisa al levantarse de la silla. "¡Chirstine!" exclamó. Se contuvo las ganas de abrazarla. "Han pasado años desde la última vez que nos vimos. Mi madre me informó de que sufriste de muchas fiebres. ¿Te encuentras ya mejor?"
La otra se inclinó un poco para asentir. "Así es, mi alteza. Pronto estaré en marcha de nuevo." sacó una carta del bolsillo. "Antes de irme a descansar unas horas, se me ha informado de que debo entregar esta carta a un chico llamado Zack. ¿Sabe usted dónde está?"
La princesa dudó unos segundos antes de responder. "Debe estar abajo, en el comedor. El prometido de Reese llegó hace un par de horas y debe estar hablando con él. Parece simpático."
"¿No está la señorita Reese con él?"
La otra sacudió la cabeza, suspirando. "Hablaron unos minutos y ella se fue. Lo que no sé es a dónde. No la he visto en todo el día y pronto atardecerá."
"Muchas gracias por su ayuda, señorita Elise." la doncella vio como su ama volvía a su misteriosa tarea al notarla irse. "Volveré por aquí antes de irme a mis aposentos."
Antes de que la princesa pudiera responder, Christine se apresuró escaleras abajo para terminar la tarea lo antes posible. ¿Quién diría que lo primero que haría sería buscar a dos príncipes por el gran castillo? Seguramente parecería una cría pequeña correteando por los pasillos, buscando la sala adecuada. La recordaba a la perfección: una gran salón con una mesa muy larga, dos sillones, un sofá, suelo de mármol gris y una gran ventana mirando a los jardines reales.
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La Ley del Equilibrio
Historische RomaneTodo lo que empieza a subir termina bajando. Mientras la lluvia nos tira al suelo y las heridas del tiempo cicatrizan, no siempre los justos pagan por pecadores. Y cuando menos nos lo esperamos llega un claro en el cielo. La cuestión es... ¿cuánto t...