Capitulo 33

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—Lina, ¿se puede? —pregunta Sofi, asomando medio cuerpo en mi oficina.

—Sí. ¿Pasa algo?

—Hay unos oficiales que quieren hablar contigo.

—¿Conmigo? —Ella asiente—. ¿Te dijeron sobre qué?

—No, dijeron que debían decírtelo en persona.

—Bien, que pasen —digo, levantando mis hombros. Sofi asiente en silencio y sale.

—Señorita Rinaldi —saluda uno de los oficiales, el cual reconozco del sepelio de Lucas—, soy el agente López, no sé si me recuerda de...

—Sí, lo recuerdo —intervengo—. ¿Sucede algo? —pregunto sonriendo, sin ocultar mi curiosidad.

—Quería hablarle...

—Por Dios, basta con el protocolo y el formalismo, que tenemos la misma edad... o casi.

—Bien, Lina; quería hablarte de Gabriel.

—¿Le pasó algo? —inquiero, levantándome con rapidez de mi silla. Ya no soportaría otra pérdida más.

—No, no; él está bien... bueno, en realidad, eso creo.

—¿Qué se supone que quiere decir?, ¿podrías ser más específico y dejar de dar vueltas, por favor? Ya he tenido demasiado estos últimos meses —manifiesto, ya molesta por su mala forma de comunicación.

—Lo que quiere decir el agente López, es que Medina hace casi dos semanas que no se presenta en la estación de policía —interviene el otro agente, y yo empiezo a sentarme con lentitud—; sabemos que está bien físicamente, pero no creo que esté bien emocionalmente —suspira y continúa—. Por eso hemos venido a usted; entendemos que son familia, y creemos que usted nos puede ayudar con él, y traerlo de vuelta antes...

—Antes de que pierda su trabajo.

—Sí —murmura, agachando la mirada.

—Bien; esta noche voy a ir a su casa. Pensé que no venía por su trabajo, y no quise agobiarlo... Qué idiota.

Me reprendo a mí misma por mi falta de tacto.

—No es su culpa... Le dejo mi tarjeta; en cuanto hable con él hágamelo saber, por favor —pide, extendiendo una tarjeta blanca con letras azules.

—Por supuesto.

Ellos se despiden, dejándome sola con mi maraña de cavilaciones.

Tendría que haberlo llamado; yo y mi estúpido pensamiento de no atosigar, de dar espacios... me fui al carajo dando espacio, lo mandé a otra galaxia. Idiota. Busco mi celular, tengo que llamar a Alex y hablar con él.

—Lo siento, el servicio de sexo en línea está restringido por mantenimiento —Fue su forma de atender el teléfono.

—Tendría que contratar un reemplazo.

—Yo sé bien que no te hace falta, con este hasta te sobra.

—Por Dios... Baja Modesto, que sube San Alex —Escucho su carcajada, y con solo eso ya me tiene la piel erizada.

—Bueno, si no me llamaste para que cumpla como objeto sexual telefónico, ¿cuál es el motivo para deleitarme con tu hermosa y sensual voz?

—Wow... Qué adulador estás hoy. ¿Estás haciendo puntos para un dos de tres más revancha? —No lo necesito; esta noche hacemos un cuarto de finales.

—Lamento desilusionarte, pero tendrás que llegar solo al podio —manifiesto, fingiendo pesar.

—No te hagas la difícil ahora, que con dos palabras goteas.

Maldito Cuerpo Traicionero (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora