Capítulo 39-Alex

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Comienza una balacera en segundos, y más hombres empiezan a salir de adentro de la casa. Yo me muevo para avanzar y entrar, pero una mano en mi antebrazo me detiene.

—Espera —manda Gaby. Me hace seña para que mire hacia adelante, y se produce una explosión a un lado de la casa—. Esperemos unos segundos más, y entramos por donde se produjo esa explosión —me avisa, y asiento.

Esos segundos que esperamos se me hicieron eternos, pero al final ya estamos en camino hacia la casa; vamos los tres, con dos oficiales más cubriéndonos las espaldas. Llegamos a la puerta e Ian se apresura a entrar apuntado, luego nos hace seña para que lo sigamos y así hacemos. Aparecen hombres de vez en cuando en la oscuridad, a medida que nos vamos adentrando. Empezamos a derribar puertas, buscándola, mientras afuera se siguen escuchando los disparos; pero no se encuentra detrás de ninguna de ellas. Llegamos a un sótano y me apresuro a entrar; en cuanto abro la puerta, casi caigo sobre mis rodillas. Ahí estaba Lina, tendida en un camastro de acero, atada de manos y pies. Corro hacia ella y la vista fue peor de la que tuve en la entrada; estaba ensangrentada, todo su cuerpo cortado, su camisa rasgada en dos dejando su pecho al descubierto, el cual estaba lastimado; con cortadas entre sus senos y en varios lugares de su abdomen, mucha sangre recorre su cuerpo; veo que se encuentra con sus ojos cerrados, y lo peor pasa sobre mí. Empiezo a besarla y a llamarla, pero ella sigue sin responder.

—Lina, por favor –sollozo conforme la beso y la muevo con suavidad para que despierte; ella no está muerta, ella no puede estar muerta, no me puede dejar así—. Abre los ojos, ángel —suplico a su lado, sin dejar de besarle el rostro.

—Lina... ¡¡Mierda!! —grita Gaby, y corre hacia nosotros—. ¿Qué le hizo ese hijo de puta? ¿Qué te hicieron? —habla desesperado, desde el otro lado del camastro, al tiempo que le toca el rostro—. Hay que sacarla de aquí —Se incorpora y veo como una lágrima cae por su mejilla. Va hacia su mano derecha para desatarla y yo le desato la otra, para luego seguir con su pie, al igual que hace él. Sin poder contenerme me acerco a su rostro sin expresión, sigo llorando y suplicando que esté viva; siento que tocan mi hombro y volteo para ver a Gaby, que ya se encontraba a mi lado. Extiende su mano hasta su muñeca y le toma el pulso—. Hay que sacarla de aquí... Vamos —dice.

Se inclina para cargarla; no lo dejo, lo aparto para poder cargarla yo. Nadie más que yo la va a llevar a casa. La pongo entre mis brazos para dirigirme hasta la puerta de la habitación, ella se remueve y la miro. Con lentitud abre sus ojos y el alma vuelve a mi cuerpo; pensé que estaría mal, muy mal, por todas las heridas que tiene en el cuerpo, sin embargo, ella es fuerte, sé que lo es y ahora me lo está demostrando. Comienza a moverse con desespero en mis brazos y trato de calmarla, pero es como si no escuchara, como que si no supiera quién soy. La agarro con fuerzas para que no se suelte de mí, ni se caiga, pero ella sigue moviéndose, siendo cada vez más frenética, cosa que impide que llegue hasta la puerta.

—Ángel... quédate quieta, por favor —le pido con voz suave, para que me reconozca; debe estar en estado de shock por lo que pasó.

Sigue removiéndose como si no reconociera mi voz, como si no supiera quién soy. Vuelvo sobre mis pasos y la coloco sentada en el camastro donde estaba.

—¿Qué pasa? —interroga Gaby al verme sentarla.

—Está en shock, necesito que se calme para sacarla —le hago saber, mientras ella sigue moviéndose, tratando de soltarse de mi agarre.

—Bien, trata de que vuelva. Yo vigilo la puerta —declara.

Vuelvo mi mirada hacia ella y la abrazo fuerte; besándole los cabellos empiezo a hablarle.

Maldito Cuerpo Traicionero (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora