Capítulo 4, Recuerdos de por vida.

76 7 0
                                    

Me despierto con la suave brisa que sale de entre los labios de Annie y veo que me mira risueña. Parece que le divierte verme dormir.

-Finnick, estás de lo mas guapo cuando duermes...

-Oh, Annie no me lo digas mucho que me lo creo y todo - rió, medio dormido

Ella se ríe a carcajadas y yo, gruño lo que la hace reírse a un más.

Desayunamos tranquilamente, hasta que nos dicen que tenemos que irnos a ver la ejecución de nuestra Bekia y lo que no entiendo es porqué han dejado pasar tanto tiempo, si la arrestaron en la madrugada de ayer. Cuando llegamos allí vemos el lugar donde va a ser condenada, un escenario, pegado a la pared, con una habitación lateral, desde donde saldrá la condenada a muerte.

Después se sentará en una silla que hay especialmente para ella. Unos agentes de paz colocan una mesa plegable, con unas esposas de cuero a los lados y un cuenco, en la zona superior de la mesa. Esto despeja las dudas de los comerciantes que se preguntaban ¿Le cortarán la lengua y la pondrán cómo un avox? o ¿Le darán tantos latigazos que se puedan ver los huesos de la espalda? Estas son algunas cuestiones que no pueden evitarse hacer los comerciantes de la plaza, que de vez en cuando, se sacan algún dinerillo más, apostando con la muerte que siempre levanta expectación.

La van a decapitar y para ello la tumbarán sobre la mesa, le agarrarán brazos y piernas, después el frió y helado filo del hacha le quitará la vida. De pronto vemos salir desde el gran escenario como Bekia, desde la pequeña habitación lateral al escenario.

Lo primero que hacen es sentarla, para que pueda escuchar los cargos por los que está condenada. Se la ve muy deteriorada, pero lo raro es que no tiene ni una sola herida, lo que me hace sospechar del tipo de interrogatorio ha tenido. Quizá sea para que no se vea la capacidad que tiene el Capitolio de disuadir.

No puedo evitar cogerle la mano a Annie, a la que miro con miedo de lo que pueda suceder. Su cálida mirada me reconforta y me prometo no llorar con la muerte de mi amiga y vecina Bekia.

Nuestro alcalde es un señor gordo y calvo, el encargado de publicar los cargos que condenan a la pobre mujer, que con una voz un tanto chillona nos lee - Los cargos por los que está acusada la Señorita Bekia Frigtherz son, alta traición a nuestro gobierno el Capitolio, insubordinación a nuestros gobernantes y promulgación de ideas contrarias a las del gobierno.

Por todo esto, el gobierno declara que esta mujer está acusada a morir, decapitada, en público porque cómo bien sabéis cuanto más grave sea el delito cometido, peor será vuestro castigo a cumplir. Autorizado por nuestro señor presidente Coriolanus Snow.

En toda la plaza no se escuchaba a nada ni a nadie .Se percibía que era un asunto muy peligroso como para intentar salvar a Bekia. Apreté más fuerte aún la pequeña mano de Annie, que me mantenía quieto, porque en cualquier momento hacharía a correr.

El alcalde permitió que la mujer dijera unas últimas palabras, como de despedida, así que nos dijo - Estoy orgullosa por todo lo que he echo, no me arrepiento de nada...

Antes de que pudiera continuar se la llevaron a la mesa, era evidente que había sido un error muy grande que se le permitiera expresarse, no estaba planeado. La tumban en la mesa, la atan como si pudiera escaparse y le giran la cabeza para que el hacha pueda pasar.

Yo le miro a los ojos y no veo tristeza, sino rebeldía. No tenia miedo de morir porque sabia que había hecho lo correcto. En cuanto el verdugo se colocó a su lado y levantó el hacha, cerré los ojos y me abracé a Annie. Así ninguno tendríamos que ver lo que iba a suceder. So oyó un suave silbido... y después, un golpe sordo.

En cuanto todos empezaron a moverse para irse a casa, cogí a Annie de la mano y me la llevé de allí. Nos fuimos lejos, lo bastante como que nadie nos pudiera molestar. Para refrescar mis ideas, me metí en el agua y empecé a bucear. Vi que Annie, se recogía su bonito vestido color melocotón y se metía en el agua hasta las rodillas. Sin que me viera buceé hasta ella y le agarré de un pie.

Se asustó, pero luego no paraba de reírse.

Me salí del agua y vi que me miraba raro. Le pregunté:

- Annie, ¿Te pasa algo?

- Bueno, es que... hum, no déjalo.

- Annie, cuéntamelo.

- Es que no sé si...

- Dímelo.

- Bueno, hum ¿me enseñas a nadar?

Me quedé alucinado, era imposible. Creo que por mi cara, pensó que había sido mala idea.

- Oh, bueno, creo que me tengo que marchar ya...- estaba ruborizada

- Annie, no te marches, es que no sabía que mi mejor amiga no supiese nadar.

- Oh, ¿Que soy, tu mejor amiga?

- Claro y por eso te voy a enseñar ahora

- ¿Ahora? No, voy con vestido y además, se nos hace tarde para ir a almorzar

- Annie, tienes que aprender, venga prepárate

Le dije que lo primero que tenía que hacer, era aguantar el aire, todo lo que pudiera. Cuando ya sabía, quedamos para mañana, después de comer, para seguir practicando.

Ella aceptó animadamente, nos pasamos todo el día juntos, conociéndola cada vez más. Para mi fue uno de los mejores días de mi vida, de esos que recuerdas cuando lo pasas mal. Cuando la dejé en su casa, le dí un beso en la mejilla y me fui a casa, recordando lo bien que nos lo habíamos pasado.

Abrí la puerta y vi por fin a mi madre, que estaba alegre y bastante feliz, igual que mi padre. Les abracé todo lo que pude y ellos me preguntaron cómo había estado en la casa de la familia de Annie y esas cosas.

Yo les dije - bien hasta que fuimos al juicio de Bekia. Mi madre no se podía creer que al final la hubieran matado... después de que ella mandara a varias personas que detuvieran la ejecución.

Fue en ese instante cuando aporrearon la puerta. Mi padre fue a abrir. Lo siguiente que sucedió lo recordaré para el resto de mis días. Entran una docena de agentes de paz por los 2 puertas, la delantera y la trasera.

Mi padre cae y recibe un espantoso golpe en la cabeza con el suelo. A mi madre la tiran al suelo sin importarles que esté embarazada y la maniatan y para que no ofrezca resistencia le golpean.

A mí, bueno, un niño no puede ofrecer muchos problemas por lo que me tapan la boca y me meten la cabeza en un saco negro, también me atan los pies y las muñecas. Noto como nos movemos silenciosamente.

Y a mi padre también, lo sé porque les oigo quejarse a los agentes por lo mucho que pesa. Nos meten en un vehículo a motor o algo, porque nos movemos con velocidad. Nos sacan y nos dejan tirados en un suelo con piedrecitas.

Luego escucho como un melosa voz dice - ...no hay problema, que los lleven adentro y yo hablo con ellos.

Esa voz me suena, mucho, creo adivinar... ¿Es el Presidente Snow?


Historias de Finnick Odair.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora