Capítulo 4

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Suena el despertador. He estado nervioso toda la noche a causa de la quedada con Marcos. Me levanto y veo que Nana no está durmiendo a mi lado. Bueno, ni a mi lado ni en ningún lugar... Levanto la vista y la veo ahí, con el pijama puesto, rebuscando en mi armario.

-Nana, ¿qué haces?

-¡Es obvio! Estoy buscándote ropa bonita para ir bien arreglado a tu cita con Marcos.

Me sonrojo al oír eso, aunque lo disimulo tumbándome de nuevo en la cama.

-No es una "cita" como tú dices, Nana. Él solo quiere que hablemos sobre lo ocurrido en clase.

-Aun así, tienes que ir presentable. Marcos te tiene que ver guapo...

Nana tiene la manía de emparejar a la gente, siempre lo hace. Es como su hobby. Y, aunque yo ya me he acostumbrado a eso, me extraña que insinúe de forma normal una cita con Marcos, otro hombre, un adulto, nuestro profesor.

-Oye Nana... No tiene nada que ver pero, ¿tú qué piensas de las relaciones entre dos hombres?

Se gira y me sonríe cómplice, lo sabía... Sabía que pasaría algo así. Vuelve otra vez la vista al interior del armario y continúa buscando ropa. Seguidamente contesta.

-Yo creo que mientras dos personas se quieran, no importan las condiciones. Así de simple. Si dos hombres se aman, tienen el mismo derecho a expresar su amor, como cualquier otro tipo de pareja, sin ser criticados o mal vistos.

Y ya está, una sencilla explicación, no sabía que Nana pensara eso. Me agrada, de alguna forma hace que me sienta más tranquilo. Cojo el móvil para releer el mensaje de Marcos. Faltan cinco minutos para las diez.

Espera, ¡¿qué!?

-Toma Dani, aquí tienes la ro...

-¡Voy tardísimo! ¡Solo faltan cinco minutos para las diez! No llegare a tiempo...

Nana hace cara de sorpresa, seguida por una de preocupación, aunque rápidamente se ríe.

Yo no entiendo a esta chica...

-¡Venga, vístete! Yo me quedo en tu casa para que me lo cuentes todo cuando vuelvas.

Y dicho esto, abre la puerta y baja las escaleras, desapareciendo de mi vista. Me levanto rápidamente y me visto sin ni siquiera fijarme en la ropa que Nana me ha escogido. Salgo de la habitación y veo a mi amiga inspeccionando la nevera abierta. Abro la puerta de la entrada principal y me despido de ella.

-¡No te comas todo el chocolate! ¡Guárdame algo!

-¡No te aseguro nada!

Y me voy corriendo. Mis piernas van como locas por las calles, sin embargo, mi rapidez se va agotando para dejar paso a un gran cansancio. No es hasta que me paro que noto el punzante frío que hace, con las prisas me he dejado la chaqueta... Instintivamente empiezo a temblar, me abrazo a mi mismo y escondo la cabeza entre mis brazos para entrar en calor, pero de repente noto un ligero peso sobre mí y como el frío se va lentamente. Levanto la cabeza y veo unos hermosos ojos verdes que me miran de forma intensa. Sin pensarlo, me separo de él bruscamente y me tapo la cara con disimulo. Tengo las mejillas ardiendo.

Se ríe y yo me acerco a él, ya más relajado. Hago ademán de quitarme la chaqueta, aunque me detiene, volviéndome a poner la chaqueta bien con una cálida y amable sonrisa en la cara. Se gira y empieza a andar, así que lo sigo.

Al poco, llegamos a una cafetería bastante modesta pero con mucho encanto. El interior es cálido, con las paredes y el suelo de madera, algunas mesas repartidas por el espacio y otras pegadas a unos grandes ventanales que iluminan todo el interior. Nos dirigimos a una de esas mesas y nos sentamos en las butacas blancas, uno enfrente del otro. Hay un silencio incómodo, gracias al cual me percato de la linda música que suena y el suave olor a café que envuelve la estancia.

-Muy buenas, ¿que querrán?

Marcos habla primero al ver que el camarero me ha cogido por sorpresa, sin saber aún qué pedir.

-Un café solo por favor.

Argh, café... Creo que me pediré algo dulce.

-Una taza de chocolate caliente, gracias.

El camarero sonríe y se marcha dejándonos solos aunque rápidamente vuelve con las bebidas.

Cojo mi taza y le doy un sorbo, quemándome así la lengua y haciendo una mueca de dolor. Oigo como Marcos se ríe, aunque no me molesta y me río con él. Deja el café y de repente me mira serio.

-Dani... Tienes que contarme qué te pasó ayer. Es decir, ¿que se te pasó por la cabeza? Fue empezar la canción y tener el ataque...

Ríe con suavidad.

-Esa melodía... me trae muchos recuerdos dolorosos, aunque ya estoy acostumbrado a ella y nunca había reaccionado de esta forma.

-¿Estás bien, Daniel? ¿Qué recuerdos? Puedes contármelo si quieres...

-Es muy difícil de explicar... Es una melodía muy intima para mí y otra persona.

-Para mí también es una canción muy especial.

Sonríe.

-Justamente por eso me puse tan nervioso. Me molestó que para un desconocido también tuviera un significado.

Marcos se extraña, su cara adopta una expresión confusa. Me estoy yendo de la lengua, no quiero mencionar el accidente de mi madre...

-Daniel, no te entiendo.

Aunque creo que para eso ya es tarde. Sea como sea, intento evitarlo.

-Marcos, es una historia muy larga, no creo que...

-Cuéntamela, tengo tiempo.

¿Qué hago? Lo he conocido hoy. Aún así, este hombre me inspira confianza.

Mis manos empiezan a temblar, siento que no tengo voz, cierro los ojos con fuerza y comienzo a hablar.

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El Asesino de MamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora