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-Mi madre murió en un accidente de coche cuando yo tenía doce años.
Me sorprendo, no me esperaba esa respuesta.
-Treinta de octubre de 2011. Imposible olvidar esa fecha. Su coche chocó contra otro, que contrariamente al suyo, se salvó. Ella cayó por el barranco, muriendo a causa de los golpes recibidos durante la caída.
Un sudor frío baja por mi espalda, mi cerebro se bloquea. Treinta de octubre de 2011. El mismo día que yo tuve un accidente. El mismo coche que cayó barranco abajo. La misma mujer que murió. Y su hijo. Tengo a su hijo delante, llorando de forma disimulada y reviviendo el dolor por mi culpa.
-Mi madre siempre me cantaba la canción que pusiste ayer en clase... Justo cuando llamaron a casa, para comunicarnos su muerte, yo estaba escuchando esa canción.
Cierra los puños con fuerza y retiene el llanto, cada vez más fuerte. Empiezo a extender mi brazo, para así poder posar mi mano sobre la suya, para que se relaje y llore sin miedo y poder decirle, de algún modo, que el hombre del otro coche era yo, pero me mira con rabia y empieza a hablar.
-Nunca, nunca perdonaré a la persona que acabó con la vida de mi madre.
Eso hace retroceder mi mano. Tengo miedo de contárselo. Me va a odiar. No quiero que me odie, quiero protegerlo, estar a su lado para ayudarlo cuando lo necesite. Quiero hacer desaparecer todo el dolor que tiene dentro, aunque no sea la persona indicada para eso. Es extraño, un instinto de protección invade mi cabeza, al igual que el miedo a ser rechazado.
-Y por eso, esa melodía es tan especial para mí.
Concluye. Ahora sí, alargo mi brazo lentamente hasta llegar a su cara y le quito las lágrimas de los ojos delicadamente. Sonríe de forma débil y le devuelvo la sonrisa.
Pagamos y nos vamos del local.
-Daniel, lo siento mucho...
Me giro y por impulso lo abrazo. Me doy cuenta de lo que está pasando y, totalmente sonrojado, lo deshago, aunque sin éxito ya que él me lo impide, abrazándome más fuerte y enterrando su cara en mi pecho. Siento como esa parte se humedece, está llorando.
Ha pasado un rato así que lo separo de mí. Me agacho hasta quedar de frente con él y le seco las lágrimas con mi pulgar. Con la otra mano le acaricio la cabeza suavemente y lo abrazo una vez más, muy fuerte.
-Vamos Dani, te acompañaré a casa.
Se separa y con la cabeza gacha empieza a andar unos pasos enfrente de mí. Yo le sigo, sin decir nada, hasta que llegamos a su casa, no muy lejos del instituto.
Al abrir la puerta, se gira hacia mí.
-Pasa, te presentaré a mi padre, ya debería haber llegado.
Me asusto, no estoy preparado para hablar con él. No puedo imaginar el sufrimiento por el que ha tenido que pasar su padre. No me siento digno de hablar con el hombre que amaba a la mujer que maté.
Aún así entro en su casa. Dani llama a su padre y este sale de la cocina. Me sonríe y mira a su hijo pidiendo una explicación, aún con la sonrisa en sus labios.
-Papá, éste es Marcos, el profesor de música.
Su padre levanta la cabeza y se acerca a mí, con su mano tendida. Se la encajo con firmeza y bajo un poco la cabeza.
-Encantado, Marcos, yo soy Carlos. ¿A qué se debe su visita? ¿Ha hecho algo malo en el instituto mi hijo?
Veo como Dani busca por la casa hasta que sube por las escaleras y desaparece, con un papel en la mano. Centro, de nuevo, la mirada en los ojos de Carlos, en los que se ve reflejada una enorme tristeza, camuflada por ese rostro sonriente.
-No ha hecho nada malo, tuvo un pequeño incidente y acabó en la enfermería. ¿No se lo ha contado?
-No... Este chico se lo guarda todo para él... Venga, hablemos en otro lugar.
Me dirige a la cocina y nos sentamos en la mesa, uno enfrente de otro.
-Su hijo tuvo un ataque de pánico en medio de mi clase, tras escuchar las primeras notas de una canción.
Suspira y agacha la cabeza. Como no dice nada, sigo.
-No fue nada grave, lo llevamos a la enfermería y al cabo de unas horas ya estaba recuperado. El caso es que hoy he quedado con Daniel para que me contara qué le sucedió y finalmente me ha acabado contando lo de su madre.
Levanto la mirada para encontrarme con su cabeza gacha.
-Siento mucho su pérdida.
No puedo evitar sentirme un ser despreciable pronunciando estas palabras, pero ¿qué otra cosa puedo decir? Nunca podré expresar con palabras lo mucho que lo siento.
Carlos levanta la cabeza y me sonríe. Ver esto me hace sentir aún peor. No quiero ver su sonrisa, no me la merezco. Pero, entonces ¿por qué no le digo que el hombre del otro coche soy yo? Tras este pensamiento, aparece Dani en mi cabeza. No, definitivamente no puedo decir nada. Todo menos perderle.
Tras unas palabras triviales sobre el tiempo y el instituto, me dispongo a salir de su casa. Me encuentro mi chaqueta reposando en el colgador, me la pongo y percibo el sutil aroma de Dani. Me reconforta. Abro la puerta, me despido con un leve asentir de cabeza y salgo.
Me sorprende ver la silueta de una chica, escondida a lo lejos, mirando en esta dirección. De repente sale corriendo y puedo distinguir su pelo rubio y esos ojos azules.
Sin duda es Layla, la recuerdo perfectamente de ayer. Alumna en mi clase, sé que me gritó algo, pero no lo escuché bien, así que decidí no darle muchas vueltas... Me extraña su comportamiento, aunque le resto importancia.
Cosas de adolescentes...
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El Asesino de Mamá
RomanceUn impacto. Ese impacto. Aquel momento lo cambió todo. El coche contrario rodando barranco abajo. Sirenas. Policías. Interrogatorios. Acusaciones. Y por fin, calma. Una calma falsa, impregnada de dolor y culpabilidad. Juré que recompensaría a la fam...