Pasan diez, quince, quizá veinte minutos. ¿O han sido años? Es difícil saberlo. He perdido el sentido del tiempo y del espacio. La realidad se ha quedado en algún rincón de mi despacho. Este momento — tumbada en la cama de Jiyeon — no forma parte del continuo espacio-tiempo. Está a mi lado, con los párpados entornados mirando a la nada. Nuestra respiración no se había normalizado hasta ahora. Tiene una apariencia sosegada, casi pacífica; nada que ver con la mujer que me agarraba con fuerza mientras me hacía un sexo increíble, dominada por un deseo tan fiero y desenfrenado como el mío. No, la mujer que yace a mi lado es tranquila, tierna, puede que hasta vulnerable.
Dejo que mi mano le recorra tímidamente el espacio entre sus senos. Es un gesto discreto que refleja otro tipo de intimidad.
Esboza una sonrisa perezosa sin dejar de mirar el lejano techo.
—La verdad es que ahora mismo me fumaría un cigarrillo.
Su comentario me toma de improviso.
— ¿Fumas?
—Fumaba hace mucho. Llevo siglos sin pensar en ello, pero... un cigarrillo después de hacerlo relaja, te ayuda a bajar a la Tierra y, después de lo que acaba de pasar no sé si seré capaz de encontrar el camino de vuelta a la Tierra sin un poco de orientación.
—Odio el tabaco. Odio el olor que se impregna en el pelo y en la ropa de la gente durante días. Mi primer novio era fumador. Jamás volveré a estar con alguien que fume.
— ¡Caray! Vale, está bien—dice mientras asoma a sus ojos el brillo travieso de otras ocasiones—. ¿Y qué opinas de los puros?Cojo la almohada y le doy con ella en la cabeza.
–Las mujeres no suelen fumar puros Jiyeon, qué dices...
Se echa a reír y trata de esquivarme, pero me subo a horcajadas sobre ella y le golpeo una y otra vez mientras ella pide clemencia entre risas. Finalmente, suelto la almohada y le sonrío burlona. Tiene el pelo alborotado y... Casi parece inocente.
Ella también me observa. Me examina.
—Ahora estás totalmente libre. Estás preciosa cuando te sientes libre.
Siento una punzada. No estoy libre. Todavía no. Aún no he cortado oficialmente con Jung.
Pero ahora no quiero pensar en eso. Quiero pensar en esta mujer despeinada de sonrisa fácil sobre la que estoy sentada. Me inclino y le beso en los labios.— ¿Ves? Si fumaras, no estaría haciendo esto.
—Es la mejor campaña antitabaco que he oído en la vida —responde.
—Sí, bueno, otras sociedades contra el Cáncer utilizan la táctica del miedo y el sentimiento de culpa. Yo no. —Me agacho de nuevo para besarla; esta vez el beso es más prolongado y un poco más íntimo—. Yo creo en el refuerzo positivo.
Las manos de Jiyeon se posan en mi cintura mientras continúo besándole: la boca, las mejillas, el cuello. Aunque aún tenemos la piel impregnada de sudor a causa del sexo, siento cómo se endurece contra mi cuerpo, a medida que la senda que dibujan mis besos avanza implacable hacia el sur.
Lo que siento... me resulta desconocido: me siento despreocupada, juguetona, ligera. Me siento ligera.
¡Madre mía! ¿Alguna vez me había sentido ligera?Alcanzo sus caderas con la boca y me toca el pelo. Sus manos me transmiten la intensidad de la expectación que siente.
Ha dicho que ve quién soy. Ha dicho que es lo único que quiere ver.
Acaricio su Monte de Venus, mientras me preparo para seguir. Cruzo de un lengüetazo entre sus labios. Gime. Su respiración ha dejado de ser regular.
Sí, Park Jiyeon me hace sentir poderosa, vulnerable, ligera... y, en ocasiones, me asusta un poco.
Pero ahora no estoy asustada.Mi lengua viaja hasta su clítoris húmedo y luego empieza a recorrer cada pliegue. Está durísima. Al contemplarla, me sorprende haber sido capaz de provocar algo así.
Pienso: cuando estoy con ella, jamás siento dolor. Ni siquiera cuando me agarra con fuerza, cuando me tira del pelo o cuando me empotra contra la pared, ni siquiera cuando me dice cosas para las que no estoy preparada me duele de verdad.
Me sumerjo una vez más en su sexo húmedo y expectante de mí, mientras sujeto sus caderas que comienzan a alzarse. Gime mientras me muevo arriba y abajo, catándola, conociéndola mejor.
Nada de esto me parece malo. No hay aflicción ni conflicto. El placer no deja lugar al arrepentimiento.
Me encanta su sabor. Me encanta lo que soy capaz de hacerle. Noto en la lengua sus palpitaciones. Se inclina hacia delante y me levanta, pero no le permito que me tumbe de espaldas.
—De eso nada, señorita Park, ahora es mi turno. Yo dicto las normas.
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Solo una Noche ~Desconocida~
Lãng mạnSolo una noche puede bastar para cambiar todo en tu vida (Adaptacion Eunyeon)