~Arrepentimiento~

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Caos.

No se me ocurre otra forma de describirlo. El estallido de hurras desentona completamente con mis emociones. Cada apretón de manos, cada felicitación bañada en lágrimas me asustan. Esto debería haber sido un momento íntimo entre dos personas: Jung y yo. Incluso en la mejor de las circunstancias, me hubiera gustado que hubiera sido así.

Y esta no es la mejor de las circunstancias.

Veo a Hyomin en una esquina. En ella no hay rastro de su habitual efervescencia. Ella y yo compartimos un secreto —mi secreto—; a ella le hace daño, a mí me desgarra.

Mi madre me abraza y sus lágrimas me mojan la mejilla.

— ¡Estamos tan orgullosos de ti!

—No lo he hecho yo, mamá —protesto—. La cena, la petición de mano... Todo lo ha hecho Jung.

— ¿Y quién lo eligió? ¡Tú! —Se ríe—. Te diré algo de corazón: te miro, veo las elecciones que haces y sé que contigo tomamos las decisiones acertadas. —Se aparta y me mira a los ojos—. Esto es bueno. Estamos bien.

Oigo lo que no se dice. La vida que llevo, o al menos la que el mundo conoce, es una reivindicación.

Disculpa un fracaso del que ninguno de nosotros hablamos. Mis elecciones, racionales y responsables, le dicen al universo entero que nada de lo que ocurrió con Hwayoung fue culpa de mis padres. Fue culpa de ella, no de ellos. Porque fijaos en Eunjung. Es perfecta.


Mi madre toma mi mano entre las suyas, mientras mi padre se coloca a sus espaldas con una sonrisa de aprobación.

—Es una extraña elección —comenta mirando el anillo—. ¿Por qué no elegisteis un diamante?

—No es lo que ella quería —responde Jung, alejándose de sus compañeros de trabajo.

—No, pero me dijiste que no me darías lo que quería —le recuerdo—. Ayer mismo te negaste a escucharme.

Jung se pone serio por un instante y, con una excusa amable, me aparta de mis padres.

—Hasta esta noche no he hecho lo que es debido con nuestro compromiso.

—No —coincido—. Yo tampoco.

Me ruborizo al pensar lo corta que me quedo con ese comentario.

—No te pedí la mano. No hice la pregunta. Eliminé por completo el elemento sorpresa.

Contemplo la sala. «Sorpresa» puede significar tantas cosas. Puede ser una grata sorpresa, pero también puede ser el resultado de un terrible error de cálculo.

—Quería corregir eso —explica—. Así que te hice creer que no iba a comprarte ese anillo para que te emocionaras más cuando lo hiciera. Traje a nuestra familia por sorpresa para compensarte por no haberte sorprendido con la propuesta de matrimonio. De lo contrario, proponerte matrimonio después de..., después de haber estado mirando alianzas... —Se encoge de hombros—. Hubiera sido una formalidad. Yo quería darte romanticismo.

Comprendo su razonamiento. Lo entiendo.


Vuelvo a mirar a mis padres. Están abrazados. Mi padre, un hombre de carácter estoico, derrama tantas lágrimas como mi madre.

Están orgullosos de mí. Están orgullosos de sí mismos. Estoy viviendo la vida que quieren que viva.

Porque alguien tiene que hacerlo.

* * *

Más apretones de manos, más brindis, champán a espuertas... No consigo disfrutar del momento.

El tío de Jung se nos acerca. Le da un abrazo a y a mí un beso de lo más formal en la mejilla.

—Confío en que cuidarás de este hombre —dice—. Es como un hijo para mí.

Siento que estoy esbozando una sonrisa fea y deforme. Me disgusta este cruce de mundos. Es un inquietante recordatorio de que mi vida privada y mi porvenir profesional están inextricablemente unidos.

Ando sobre una cuerda floja que no es tan resistente como parece y hasta ahora no me había dado cuenta de que no hay red.

Me excuso. Necesito tomar aire. Avanzo entre la multitud. Cada paso que doy es recibido con la felicitación de una voz diferente. Acelero el paso. Siento náuseas y mareos mientras busco la salida, esa puerta que me librará de esta pesadilla.

Por fin salgo a un patio, pero no está vacío.


Solo una Noche ~Desconocida~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora