Pelirroja inesperada y huevos de cigüeñas.

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Lunes, como los odio.

Empiezo a abrir mis ojos con suma pereza y me encuentro con una rubia semi-desnuda, la ignoro y voy por una pastilla para este dolor de cabeza que me está matando. Entro a la cocina y me fijo mi móvil, tengo mensajes de mi jefe diciendo que hoy no voy a trabajar pero que no me descontará la paga, de Diego, mi mejor amigo diciendo que esta noche hay fiesta por el cumpleaños de Ari, su hermano, de mi mamá que quiere que responda sus llamadas, y unas cuantas chicas que tal vez anoche les di mi número para cuando tener sexo. Lanzo el aparato al sofá y me propongo a prepararme un buen desayuno. 

No me quejaré, mi vida es perfecta; tengo un gran físico que desean todas, trabajo en una tienda de música donde no me exigen nada, mis amigos siempre me apoyan en todo, principalmente Diego y David, amigos de la infancia. Mis padres me dan dinero cuando necesito, tengo las chicas que quiero con tan solo sonreír, no necesito mucho para mantenerme vivo, tengo todo y nada arruina esta vida perfecta. 

La rubia que estaba en mi recamara aparece en la cocina abrazándome por detrás muy acaramelada, ruedo los ojos y la aparto, odio que las mujeres sean así, odio que intenten ser amorosas, odio el amor y por eso nunca amé a nadie que no sea mi madre. ¿Acaso no se dan cuenta que sólo son un juguete para mí? Ridículas. 

—Buenos días hermoso. —me dice la rubia de forma seductora que no tengo ni la remota idea de cómo se llama. 

— ¿Podrías soltarme? —le digo ya que volvió a tomarme por la cintura. —ya es tarde, vete a tu casa que tengo cosas que hacer. 

Luego de hablarle de esta manera, bufa, va por su ropa, vuelve vestida y me da una bofetada antes de marcharse. Esto es como una rutina de la cual ya estoy acostumbrado, pero no me importa ya que sigo sin perder mi atractivo. 

Me lanzo en el sofá a desayunar unos huevos con zumo de naranja y enciendo el televisor, no había absolutamente nada. Cojo mi teléfono para llamar a Diego y David ya que me aburro y mucho. Ambos dicen que vendrán en 10 así que me propongo a esperarlos para que lleguen en 30.

Pasaron 5 minutos y llaman a la puerta ¿tan rápidos son? Me levanto de un golpe y voy hacia la puerta sin importarme que esté en bóxer únicamente.

—Buenas. —digo y me encuentro con una pelirroja desconocida que a la vez se me hacía muy conocida. —¿Se le ofrece algo? —pregunto con gentiliza y recibo una bofetada. 

—¿Acaso me olvidaste, Foster? —dice muy furiosa. La verdad que sí, ni remota idea quién era la mujer. 

—Sin ofender, no la recuerdo. —recibo otra bofetada. —¡Oye! ¡Baja con los golpes! No tengo buena memoria mujer. —le digo furioso y ella se pone aún más furiosa que yo. Mujeres... 

—Soy Penny, estúpido. 

Penny... Penny... Penny... ¡Oh, es Penny! No tengo idea. 

—Claro, porque siempre recuerdo a todas las chicas que conocí en mi vida. Por favor mujer, dime bien quién eres y nos ahorramos todo esto. 

—¡Estúpido, idiota, malnacido, mujeriego, desgraciado...! —y siguió un rato insultándome mientras que yo la mirada sin importancia. —¿Quieres saber quién mierda soy? —asiento y vuelvo a ganar una bofetada. Cuando dije que estaba acostumbrado no me refería a esto. —Hace 10 años te acostaste conmigo y luego me abandonaste para nunca más. Imbécil de pacotilla. 

—¿Y eso te hace especial porque...? —me arriesgué mucho ante esa pregunta, es decir, con tantas bofetadas que gané. Pero en lugar de darme una bofetada, se rió como una loca. —¿Qué es tan gracioso? —frunzo el ceño y ella seguía. 

Una pelirroja inesperada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora