Había llegado por fin el día de Nochebuena. Desde las ventanas de uno de los salones de baile más bellos del hotel se podía ver cómo nevaba esa noche. Cientos de lucecitas colgaban del techo y de las paredes como si estuvieran en medio de la noche más estrellada. Y en una esquina del salón, había un enorme abeto decorado con lazos dorados y bolas de marfil.
Varias mesas redondas estaban colocadas alrededor de la pista central. Unos invitados seguían en las mesas mientras otros bailaban al ritmo de la música que tocaba un cuarteto de cuerda. Muchos seguían disfrutando de la tarta nupcial.
Los invitados de honor, Christian Hanford y su flamante esposa, estaban sentados a la mesa presidencial, reservada para los padrinos, las damas de honor y los novios, pero no parecían conscientes de dónde estaban y solo tenían ojos para ellos dos. Parecía claro que estaban deseando que terminara el baile para despedirse de los invitados e irse de luna de miel.
Isabella lo entendía perfectamente. Imaginaba que, cuando le llegara el momento de casarse, estaría deseando dar por concluidas las formalidades de la boda y poder estar a solas con Phineas.
No pudo evitar estremecerse al pensar en cuánto deseaba que llegara ese día. Apenas habían hablado de ello, solo habían pasado unos días desde que se habían prometido, pero solo porque habían estado demasiado ocupados con otras cosas.
Había pasado los últimos cuatro días encargándose de los detalles finales de esa boda. Una semana después, iba a celebrarse la de Melissa y Shane. Pero, afortunadamente, en esa solo iba a ser una invitada más, sin ninguna responsabilidad. Y poco después, tendría que ocuparse de la boda de Avery y Guy.
El hermano de Phineas y su prometida aún no tenían fecha, pero Avery le había pedido que la ayudara con todo.
Y estaba encantada de hacerlo.
Phineas y ella habían decidido que lo más fácil era que ella continuara ocupándose de la organización de eventos en la estación de esquí sin tener por ello que cerrar su empresa en Denver. Podía mantenerla abierta y poner al mando a uno de sus empleados de más antigüedad.Phineas le había sugerido que abriera otra sucursal de su empresa en Danville o incluso en la propia estación de esquí. Iba a ayudarla a encontrar el lugar más adecuado para establecerse, pero quería que además se hiciera cargo de coordinar los eventos que se organizaban en el hotel. Y eso iba a implicar bodas, aniversarios, cumpleaños, fiestas de compromiso, despedidas de solteros y cualquier otro tipo de celebración familiar o empresarial.
Le gustaba la idea. Si trabajaba en el hotel, podría pasar mucho tiempo con Bradley. Y, cuando no pudiera hacerlo, tendría la seguridad de que iba a estar en buenas manos en la guardería del Flynn Fletcher.
Además, así podría ir a ver a su futuro marido cuando quisiera, aunque estuviera trabajando en su despacho, y tratar de distraerlo con alguna propuesta de lo más sugerente.
Sonrió cuando sintió unas fuertes manos en su cintura. Imaginó que Phineas había estado pensando en cosas muy parecidas a las que llenaban su cabeza.
-¿Sabes qué? -le susurró Phineas al oído-. No sé si quiero que te encargues de coordinar los eventos en el hotel.
Le extrañó que le dijera algo así y lo miró con el ceño fruncido.
-Eres demasiado buena y, cuando lo sepa la gente, tendrás tanto trabajo que apenas podré verte y disfrutar de ti.
Suspiró aliviada al ver que era un halago, no una crítica.
Ella también estaba muy satisfecha con su trabajo, creía que era la mejor boda que había organizado. Lo había hecho en muy poco tiempo y, aunque Erica le había dicho que quería una celebración simple, su experiencia le había enseñado que había bodas más grande o más pequeñas, pero ninguna era simple, todas necesitaban mucha preparación.
No había habido problemas con el horario, la comida ni con la decoración. Los invitados eran la única parte de la boda que no podía controlar, pero también ellos estaban colaborando para que ese día fuera perfecto. Estaba la familia Flynn Fletcher al completo y también la madre y el padrastro de Erica. Le sorprendió que estuvieran presentes y que se llevaran tan bien con los Flynn Fletcher.
Durante las muchas reuniones que habían tenido para preparar la boda, Erica le había contado el duro golpe que recibió al descubrir que Walter Prentice, el hombre que la había criado desde su nacimiento, no era en realidad su padre biológico, sino que era hija de Lawrence Fletcher. Y era algo que no había descubierto hasta la muerte del mismo. Los Prentice y los Flynn Fletcher habían tenido bastantes problemas en el pasado, pero era de agradecer que hubieran sabido superar sus diferencias durante los últimos meses.
Así, Erica podía tener la boda que se merecía sin tener que preocuparse por cómo iban a llevarse entre sí sus invitados.
Miró de nuevo al hombre que la abrazaba contra su torso y comenzó a moverse al ritmo del vals que estaba tocando el cuarteto.
-En eso mismo estaba pensando yo. Sobre todo, en lo agradable que será trabajar en el hotel y poder visitar tu despacho cuando me apetezca -le dijo con un tono sugerente.
-¿Y por qué te gustaría ir a verme? -murmuró Phineas fingiendo ignorancia.
-No sé Quizás para hablar de Bradley o para poder hacer el amor sobre tu mesa. Siempre he tenido esa fantasía -le confesó ella.
Phineas la giró para mirarla a la cara. El movimiento hizo que se levantara un poco el vuelo de su vestido de noche.
-Nunca me lo habías contado -le dijo Phineas mirándola a los ojos con mucho interés.
-Hasta ahora, no había salido el tema. Además, tampoco me lo habías preguntado -repuso ella de buen humor.
-¿Sabes que tengo una estupenda mesa de caoba en mi despacho? Está aquí mismo, en el piso de abajo. Si ésa es tu fantasía, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que no te quedes con las ganas
-Eso no sería muy serio, ¿no te parece? -le dijo ella mientras le arreglaba la corbata-. Soy la organizadora de esta boda, ¿qué impresión tendrían de mí mis clientes si me ausentara durante el banquete? Además, eres el hermano de la novia. Levantarías muchas sospechas si te fueras ahora mismo del baile.
Phineas rodeó su cintura con un brazo y la atrajo contra su torso. Ella pudo así comprobar hasta qué punto había conseguido excitarlo.
-¿Crees acaso que me importa lo que piensen los demás?
-No, sé que no te importa -murmuró ella.
Ese modo de ver la vida y su seguridad eran algunas de las características que más le gustaban de su personalidad. Y sabía que iba a necesitar ese tipo de actitud cuando los medios de comunicación descubrieran que Phineas estaba a punto de casarse con ella, la tía de un bebé de casi cinco meses.
Estaba deseando ver qué iban a contar las revistas del corazón. Pero, como ya le había dicho Phineas en muchas ocasiones, no le importaba lo que pensaran los demás ni las mentiras que fueran a inventar sobre ellos.
A Phineas solo le importaba la verdad. Y la verdad era que la amaba con locura, tanto como ella lo amaba a él.
Se tenían el uno al otro y también a Bradley. Cabía la posibilidad además de que, algún día, tuvieran más niños que añadir a su familia feliz. Isabella se dio cuenta de que su vida era perfecta.
-Una hora -le dijo ella mirándolo con seriedad a los ojos-. Una hora más y, aunque no se hayan ido los novios, permitiré que me lleves a tu despacho y me seduzcas sobre tu gran mesa de caoba.
Se estremeció al ver que Phineas gruñía al oír su proposición. No pudo evitar echarse a reír.
-Sesenta minutos -repuso él mientras miraba su reloj-. Ni un segundo más.
Isabella asintió con la cabeza.
-Y, mientras tanto, ¿qué te parece si bailamos? -le sugirió Phineas.
La acercó aún más contra su torso y ella rio de nuevo. Siguió su ritmo por la pista de baile sabiendo que la esperaba una maravillosa vida a su lado.
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La razón perfecta (Phinbella)
FanfictionA Phineas Flynn, un exitoso empresario de Danville, le costaba creer que tuviera un hijo. Pero la atractiva mujer que lo había visitado le había asegurado que era el padre de su sobrino. Antes de que pudiera pedir una prueba de paternidad, Phineas d...