A la mañana siguiente, Isabella se levantó cuando oyó a Bradley. Pero no había sido el bebé quien la había despertado. De hecho, había pasado la noche muy nerviosa y sin poder conciliar el sueño. Durante horas le había dado vueltas a todo lo que tenía en la cabeza y cada vez estaba más confusa.
Pero con la luz del día y después de una refrescante ducha, se encontraba un poco mejor. Miró todas las prendas y accesorios que había colocado sobre la cama. Si era así como Phineas trataba a sus enemigos, empezó a tentarle la idea de convertirse en su mejor amiga.
Tal y como le había prometido, un empleado del hotel había aparecido la noche anterior con todo lo que ella había apuntado en la lista y muchas cosas más.
Cuando el hombre terminó de descargar todas las cosas, la isleta de la cocina estaba llena de bolsas de tela, una cena para dos de uno de los exclusivos restaurantes del complejo hotelero y su coche frente al garaje. Phineas le había agradecido al empleado su trabajo y le había entregado una generosa propina.
Isabella ya sabía que los Flynn Fletcher eran una familia con dinero. Pero hasta ese momento no se había dado cuenta de hasta qué punto.
Phineas se movía con total seguridad en ese ambiente y su lujosa casa era otra prueba más de su buena situación económica.
Ella siempre había pensado que era una mujer generosa, solía dejar buenas propinas en los restaurantes y en los hoteles, pero no podía permitirse tener siempre un billete de cincuenta dólares en la cartera para casos de emergencia. Mucho menos, un fajo de ellos para poder dar ese tipo de propinas a alguien que no dejaba de ser un desconocido solo porque le había llevado algunas cosas a su casa.
Phineas había sido también muy generoso a la hora que comprarle a Bradley y a ella todo lo necesario para que estuvieran cómodos. En el baño tenía todos los productos necesarios para su higiene y el maquillaje que necesitaba para estar presentable durante el almuerzo con la hermana de Phineas. Casi parecía una tienda de cosméticos. Y la cama estaba llena de ropa y complementos.
Le habría bastado con otro jersey y unos pantalones, pero Phineas parecía haber encargado una prenda de cada tipo en varias de las boutiques de la estación de esquí. Había vestidos, faldas y pantalones. También blusas, jerséis y camisetas de manga corta y manga larga. Y no se había olvidado de los zapatos ni de la ropa interior.
Se sentía como la protagonista de una película. No sabía si sentirse agradecida o algo asustada ante tal despliegue de poder y dinero.
Se dio cuenta de que no le costaría conseguir la custodia del niño si las pruebas eran positivas y Bradley era su hijo, algo de lo que estaba segura. Le costaba pensar que su hermana hubiera mentido.
Le bastaba con pensar en esa posibilidad para quedarse sin aliento. Se vistió con manos temblorosas. No tenía el dinero, el poder ni los derechos biológicos con los que contaba Phineas, pero estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que no le impidieran formar parte de la vida del niño.
Era algo en lo que apenas había pensado antes de ir hasta Danville. Y empezaba a lamentar no haberlo hecho. Cada vez tenía más claro que le iba a ser imposible reclamar la custodia del niño cuando llegaran los resultados de las pruebas. Cada vez estaba más nerviosa y angustiada, pero estaba decidida a defender sus derechos y poder ver con frecuencia a su sobrino.
Imaginó que Phineas no le impediría que lo hiciera. Sabía que era un Flynn Fletcher y que estaba acostumbrado a conseguir siempre lo que quería, pero no le había parecido un hombre cruel.
No sabía cuáles eran los síntomas de un ataque de ansiedad, pero le costaba respirar, las manos le sudaban mucho y le pitaban los oídos. Temía estar a punto de sufrir una de esas crisis.
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La razón perfecta (Phinbella)
FanficA Phineas Flynn, un exitoso empresario de Danville, le costaba creer que tuviera un hijo. Pero la atractiva mujer que lo había visitado le había asegurado que era el padre de su sobrino. Antes de que pudiera pedir una prueba de paternidad, Phineas d...