Capitulo 4

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Durante un par de minutos, Isabella se quedó atónita. Se metió en el todoterreno de Phineas con la boca abierta. Se giró para mirarlo a la cara. Le había entrado de repente mucho calor y trató de quitarse el grueso abrigo. Bajó la cremallera y pudo respirar un poco mejor. Phineas tenía la calefacción encendida en el coche, pero creía que no era ésa la razón por la que se sentía tan acalorada.

Tragó saliva y respiró profundamente. Le dio la impresión de que no lo había oído bien.

— ¿Cómo? —preguntó entonces.

Phineas le contestó sin dejar de mirar la carretera.

—Creo que es lo mejor para todos.

Seguía sin entenderlo. Comprendía las palabras, pero no tenían sentido.

— ¿Por qué lo dices?

—Si Bradley es mi hijo, quiero que esté conmigo cuanto antes. Ya he perdido demasiado tiempo sin saber siquiera que existía. Preferiría que estuviera cerca y empezar a conocerlo. Si de verdad soy su padre, he de acostumbrarme cuanto antes a esa idea.

Le pareció que le costaba trabajo creer él mismo lo que estaba diciendo. Solo habían pasado dos horas desde que le presentó al pequeño, no le extrañaba que estuviera aun tratando de hacerse a la idea.

Bradley seguía durmiendo en su asiento. Estaba segura de que las pruebas de paternidad confirmarían lo que su hermana le había confesado.

—Eso lo entiendo, pero no tardarán mucho en darnos los resultados de los análisis. Además, Bradley ya tiene cuatro meses, no creo que cambie mucho la situación por esperar un par de semanas más. No puedo quedarme aquí, tengo un negocio y una vida en Denver.

—Entonces, deja al niño conmigo. Ya lo has tenido durante cuatro meses y yo apenas he disfrutado un día de él. Aquí hay espacio de sobra y no me costará contratar a una excelente niñera que se encargue de él de día y de noche.

Lo miró con la boca abierta. No se consideraba una persona violenta pero, en ese instante, le entraron ganas de alargar la mano y abofetear a ese hombre.

No estaba dispuesta a abandonar a Bradley con ese hombre al que apenas conocía para que él lo dejara además al cuidado de una niñera.

—Ni hablar —le dijo cuándo pudo recuperar el habla—. Puede que no sea la madre biológica de Bradley, pero soy la única madre que ha tenido durante estos dos últimos meses e incluso antes de que mi hermana falleciera. No estoy dispuesta a dejarlo con ninguna otra persona.

Furiosa, se cruzó de brazos.

—Poco me importa si eres su padre o no —murmuró irritada.

No podía creerlo. Había ido hasta allí con la idea de que estaba haciendo algo bueno, pero se dio cuenta de que el destino quería castigarla por ello. Había querido que ese hombre supiera que tenía un hijo. Creía que era lo mejor para Phineas, pero sobre todo para Bradley. Su sobrino era un Flynn-Fletcher y, aunque a ella poco le importaran los millones de su familia, merecía saber de dónde venía y quiénes eran sus antepasados.

Pero acababa de darse cuenta de que no le iban a servir de nada sus buenas intenciones.

Durante unos segundos, Phineas se quedó en silencio. Cuando abrió la boca de nuevo, le dijo algo que la dejó sin aliento.

— ¿No te das cuenta de que podría quitártelo?

Phineas sabía que lo que acababa de decirle a Isabella no era la mejor manera de convencerla para que pasaran Bradley y ella las siguientes semanas en el hotel. Pero le había molestado mucho que se pusiera a la defensiva y se negara a dejarle el bebé.

La razón perfecta (Phinbella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora