La boca de Phineas era tan cálida y firme como la recordaba. No había podido olvidar el primer beso. Isabella sabía que no era buena idea besarlo, o dejar que él la besara, y que debía apartarse de él. Después del primero, había hecho una lista en su mente con todas las razones por las que no era buena idea y trató de recordarlas en ese preciso instante.
Pero no se le ocurría ni una sola. En ese instante, solo podía pensar en las razones para hacerlo. Por ejemplo, en cómo la envolvía su aroma, que olía a bosque y a invierno, y en cuánto le gustaba que Phineas estuviera rodeando su cintura con los brazos. Y sus labios Ni siquiera podría haber descrito lo que estaba sintiendo. Estaba en otro mundo, era como si la transportara a algún otro lugar. Eran suaves, pero la dominaban por completo y no podía evitar dejarse llevar y responder con la misma pasión. Era como un encantador de serpientes y ella no tenía más opción que seguir la música que él tocaba.
Sin que pudiera hacer nada para controlarse, agarró el cuello de Phineas con sus brazos y se relajó contra la puerta que tenía a su espalda para no perder el equilibrio. No entendía cómo podían sus piernas seguir sujetando su peso cuando las rodillas no dejaban de temblar. El firme y musculoso cuerpo de Phineas a un lado y la puerta al otro eran los pilares en los que se sujetaba y la única razón por la que conseguía mantenerse en pie.
Tenía millones de razones para no dejar que aquello ocurriera y solo una a favor. Una que trataba de convencerla para que olvidara todas sus reservas y prejuicios y se dejara llevar por la pasión que la dominaba: deseaba a Phineas como no había deseado nunca a un hombre.
Decidió no pensar más en ello y concentrarse en ese beso. Él pareció darse cuenta de que se había rendido porque se acercó aún más y profundizó en el beso, recorriendo con su ardiente lengua cada milímetro de su boca. No pudo evitar gemir al sentirlo y enredó los dedos en su fuerte cabello.
Cuando levantó una pierna para rodear la cadera de Phineas y dejar que su pie descalzo acariciara la parte de atrás de su muslo, supo que se había metido en un lío y que él también lo sabía.
Phineas dejó un segundo de besarla y apoyó la frente contra la suya. Vio que también a él le costaba respirar.
-Ven conmigo a mi habitación -susurró Phineas mientras acariciaba con un pulgar su mejilla-. A mi cama.
No habría entendido que él pensara que iba a negarse, no después de lo que acababa de pasar. Eran los dos besos más maravillosos y apasionados de su vida y acababa de aferrarse a él con una de sus piernas.
No podía responderle. No le salían las palabras, le daba la impresión de que ni siquiera tenía oxígeno en los pulmones. Y, por si eso no fuera suficiente, también se lo impedía un nudo en la garganta.
Se limitó a asentir con la cabeza y a apretar con más fuerza contra su cadera la pierna con la que lo tenía sujeto. Esperaba que sus gestos fueran toda la respuesta que necesitaba.
Y se dio cuenta de que Phineas lo había entendido. La tomó en sus brazos, apretándola contra su cuerpo. Isabella levantó la otra pierna y las cruzó sobre el trasero de Phineas. Se besaron de nuevo y la llevó así hasta su dormitorio. Se sentía muy ligera entre sus brazos, como si no pesara más que Bradley.
Phineas abrió la puerta de su cuarto y la cerró tras ellos con el talón. Unos segundos más tarde, estaba tumbada en su enorme cama, entre el colchón y Phineas. Sin dejar de besarla, deslizó las manos bajo su bata. Empezó descubriendo sus muslos, acariciándolos muy despacio. Subió por sus caderas hasta la cintura. Fue entonces cuando desató el cinturón de la bata y la abrió para desvelar el resto de su cuerpo.
Le costaba dejar que la desnudara sin hacer nada. Una parte de ella deseaba volver a cerrar esa bata y separarse de él. Phineas la observaba como un explorador que acababa de descubrir una nueva civilización. Era muy halagador, pero también desconcertante. Se sentía atrapada entre sus brazos y completamente dominada por esa mirada que estaba cargada de deseo.
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La razón perfecta (Phinbella)
FanficA Phineas Flynn, un exitoso empresario de Danville, le costaba creer que tuviera un hijo. Pero la atractiva mujer que lo había visitado le había asegurado que era el padre de su sobrino. Antes de que pudiera pedir una prueba de paternidad, Phineas d...