La preciosa chica de ojos grises se sentó al final de la clase, colocó unos audífonos blancos en sus orejas y le dio al "play" a la canción saliente de su pantalla. La profesora de filosofía comenzó a dar la lección de aquel día, pero ella decidió no atender.
Ella se sumergió en su mundo, pensamientos aparecían por su mente y desaparecían al momento. Se aburrió de ellos y miró a la profesora, le parecía gracioso, aquella joven mujer aparentaba cantar la canción que resonaba por sus oídos.
Aquella profesora de gafas de metal se percató de la ausencia mental de su alumna, la llamó a la pizarra y ella tímidamente asintió.
Quitó sus audífonos y dejó que Lana del Rey cantase para nadie. Caminó entre los asientos de madera, sintiendo la mirada de todos sus compañeros, poniéndose cada vez más colorada. Cogió una tiza blanca de encima de la mesa de la profesora, y esperó a que le hicieran alguna pregunta.
Miraba al suelo para no ver las muchas miradas sobre ella, retorcía el borde de su corta falda negra para contener las ganas de llorar.
Era demasiado tímida, pobre chica.
—¿Qué dijo Kant en el principio general?
No sabía la respuesta y tampoco sabía qué hacer. Podía callar o decir la verdad, pero como siguiera sintiendo tanta vergüenza empezaría a llorar. Se decantó por la segunda ya que, si seguía ahí, lloraría en medio de la clase y sentiría más vergüenza aún.
Volvió a su asiento pero esta vez no se colocó sus audífonos, sacó un cuaderno de su mochila y empezó a garabatear en él. Perdió la noción del tiempo y la campana sonó. Recogió sus cosas y salió una de las últimas personas de la clase.
Anduvo hacia el comedor, cogió una bandeja y en ella colocó uno de esos menús del día. Se sentó en una de las mesas vacías y comenzó a devorar su almuerzo.
Entre canciones de Adele, The 1975 y dibujos, veía a la gente sentada, riendo con sus amigos. Y ella se preguntaba, ¿por qué ella no podía tener amigos? ¿Era por su forma tímida de actuar? ¿Por ser muy callada? ¿Por ser diferente?
Una esbelta chica de melena rojiza y ojos asesinos se paró frente a ella. La miraba intimidante. Se creía superior a los demás, y eso a ella, le jodía.
—¿A ti que mierda te sucede? —gritó.
Aquella pobre chica no sabía que responder. No sabía por qué la trataban de esa manera, pero sí sabía que la iban a pegar una vez más.
—¿Me piensas responder? —Toda la sala calló en silencio y eso la hizo agobiarse más—. ¡¿Por qué mierda has escrito esto?!
Le lanzó un papel en el que ponía palabras, las cuales, nunca se atrevería a escribir. Siguió leyendo y al final de la carta encontró una extraña firma semejante a la de sus dibujos.
No podía creerlo, no sabía cómo alguien podía haberle hecho aquella maldad a esa pobre alma perdida.
Sintió un tirón de pelo y tuvo que levantarse para amenizar el dolor, seguidamente la cogieron de los brazos dos chicas forzudas del equipo de natación. La chica pelirroja se acercó a ellas y comenzó a golpearle por todas partes, empezó por su abdomen y siguió por su bella tez.
Hasta que no vio sus blancos dientes llenos de sangre y con magulladuras por toda su cara, la chica rubia, no pudo satisfacer su sed de venganza.
Sólo podía escuchar las risas de los alumnos retumbar en su cabeza. Se levantó a horcajadas y recogió los pocos cuadernos del suelo, colgó su bolsa al hombro y corrió como si no hubiera un mañana hasta el lavabo.
Tiró sus cosas al suelo y se encerró en uno de los baños blancos con pintadas de alumnas por las paredes, se arrodilló ante el retrete y lloró sobre este.
Odiaba su existencia, su vida, su ser en sí. Odiaba que la trataran de esa forma y lo que más odiaba era el no saber por qué.
¿Por qué toda su vida se basaba en solo dos palabras?
¿Por qué?
Un leve chirrido se escuchó tras aquella puerta blanca que la separaba del exterior, seguidos de unos pasos firmes y decididos. Pararon frente a su puerta y podía sentir como los nervios la carcomían por dentro.
—¿Estás ahí? —retumbó una voz masculina por toda la habitación.
Ella no pensaba contestar, sus pocas palabras se atragantaban al intentar salir de su boca, debido al ahogador llanto que la dejaba sin respiración.
Aquel chico escuchaba jadear a la morena, quería escuchar su voz por primera vez, pero sabía que eso no podía ocurrir.
—He visto lo que ha pasado en la cafetería —se sentó dando la espalda a la puerta—. Sé que no escribiste nada de eso.
El muchacho esperó a que le contestaran, pero lo único que consiguió fue que la chica tras la puerta dejara de llorar. Eso le hizo alegrar.
—Te dejaste esto.
Puso un cuaderno en el suelo, entre el espacio de la puerta del servicio. Vio una fina mano sobresalir del interior que empujó el cuaderno en la dirección de donde provino.
—Eres asombrosa, tienes un verdadero don.
Sonó una pequeña risa que le hizo sentirse realmente bien. El silencio reinó entre ellos.
La puerta volvió a chirriar, dándole a entender a la ojigris que se volvió a quedar sola.
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sweet baby
Kurzgeschichten《f i n a l i z a d a》 "Somos polvo de estrellas" - Carl Sagan. Ganadora de plata en los premios #WOWAwards2016 04 - 01 - 2017: #36 Poesía 06 - 01 - 2017: #41 Poesía