《6》

528 65 27
                                    

La pequeña ruedecita de metal giraba con ese hámster grisáceo que tanto le gustaba, se levantó de su asiento de madera y fue en dirección a aquella gran mesa oscura

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La pequeña ruedecita de metal giraba con ese hámster grisáceo que tanto le gustaba, se levantó de su asiento de madera y fue en dirección a aquella gran mesa oscura.

Encendió la radio de años y años atrás buscando una buena emisora de radio. La perfecta y hermosa voz de Melanie Martinez le indicó que debía quedarse en aquella. Su cuerpo comenzó a moverse lentamente, contemplando las perfectas vistas que disponía aquella vacía clase.

Pequeñas motitas blanquecinas caían de ese cielo grisáceo, agrupándose en montañitas congeladas en el marco de la ventana.

Fríos inviernos adornados de mangas largas y bufandas calentitas, aquellas que le protegían de los miles de insultos por sus marcas ensangrentadas.

Abrió la ventana dejando entrar una brisa fresca que olía a nubes de gominola requemadas, por esos chicos con los mecheros prendidos sentados en el césped nevado. Recargó su peso en el filo de la ventana acercándose a ese profundo vacío, sacó la lengua y sonrió por el cosquilleo de esos copos de nieve deshaciéndose en su lengua.

—Ten cuidado —se escuchó una voz grave— puedes coger mucho frio y acabar teniendo un resfriado.

—¿Qué más te dará? —la voz penetrante de una chica le acompañó— Como si se quiere tirar por la ventana.

Giró sobre sus talones y al momento su respiración se cortó, sus mejillas se sonrojaron y su cuerpo comenzó a temblar.

La pelirroja antisocial observaba a la morena con desprecio, agarrada del brazo de Thomas. Siempre la odio pero nunca supo por qué.

Y Thomas... que decir de él, el chico que vive enamorado de esas mejillas sonrojadas. Amaba la forma en la que la bella morena se cerraba al mundo exterior, necesitaba adentrarse en ese mundo como fuera y entender de una vez el por qué.

Sonrió al ver esas manos temblar por su presencia.

La pelirroja se acercó a la mesa más cercana a la ojigris, pasó por su lado mirándola de reojo, con un desprecio claramente apreciable. Empujó con su hombro a la tímida chica, haciéndola chocar contra la pared.

—¿Puedes dejarla tranquila Sofía? —saltó el ojiverde defendiendo a la bella chica.

—Se interpuso en mi camino —elevó sus hombros.

—Sal de aquí por favor —le pidió aquel chico.

La pelirroja hizo lo que le ordenaron enfurecida y a regañadientes. Aquellos dos jóvenes se quedaron solos con la voz de Tyler en Ride rompiendo ese silencio.

El chico comenzó a tararear esa canción, algo que a la morena le sorprendió. Su voz era perfecta, ella quedó con la boca abierta al escuchar tal maravilla. Thomas rio por la cara de asombro de la bella chica, se veía tan bien.

—Vine a pedirte disculpas —rompió el silencio— siento tanto que mis amigos te raptaran, que te ataran y te desnudaran.

Ella acarició sus muñecas, las sentía pesadas como si siguiera teniendo una cuerda en ellas.

Él se sentía horrible, ¿cómo pudo haberle hecho eso a una chica? Y por desgracia no fue la primera vez... se sentía un verdadero monstruo.

—¿Me dejas ver las marcas?

Extendió sus manos para poder acariciar esas finas muñecas. La ojigris, temblorosa, subió sus mangas dejando ver únicamente las marcas de la soga.

El ojiverde acarició esas muñecas sintiendo un odio a si mismo, nunca antes se sintió así. Él intentó subir más sus mangas pero ella rápidamente las apartó, sus mejillas volvieron a ruborizarse y en sus ojos se reflejaba el miedo que sentía.

El miedo a la verdad, a que su verdad saliera a la luz.

Él saco algo de su bolsillo trasero y se lo entregó a la bella chica, cerró aquella mano fina con delicadeza y la acercó a sus labios para depositar un pequeño beso en sus nudillos.

sweet babyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora