《5》

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Saltó a través de la ventana y cayó sobre una frondosa rama

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Saltó a través de la ventana y cayó sobre una frondosa rama. El ojiverde caminó sobre esta hasta llegar a la otra ventana, que daba a la casita del árbol.

Aún sin haber salido el sol, la cama se encontraba vacía.

Grandes manchas de sangre rodeaban las mantas de la cama y sus laterales. Una botella de vodka se encontraba rota a su lado. No quería pensar en lo que había sucedido la noche anterior, quería seguir viviendo en aquella dulce ignorancia.

El terror y la angustia, hasta la tristeza, se podían respirar en el aire de esa pequeña casita. Thomas se preguntaba dónde podría estar la morena.

Y ella se encontraba vagando, vagando por su subconsciente, enredada en sus miedos. Se sostenía en los troncos de los árboles, dejando pequeñas huellas rojas en ellos.

Sus cortes sangraban cada vez más dejando un reguero de sangre por su paso. Los pájaros cantaban sobre ella, era perfecta sinfonía.

Tumbada en la tierra rodeada de pequeñas florecitas, sus ojos se cerraban. Quería ser llevada a otro mundo sin problemas, dónde al menos una sola alma la amara.

Pobre chica.

Cerró sus ojos para soñar, soñar por tiempos inmemorables. Hasta que todo se acabase.

...

No sabía ni cómo ni por qué, pero siempre volvía al punto de retorno. Aquellos frondosos árboles la rodeaban. Se levantó del suelo, sacudió su falda arrugada y se dispuso a caminar.

El suelo embarrado hacía que sus botas pesaran más y más. Ella debía combatir contra el cansancio y salir de aquél bosque.

Era su hogar, pero a la vez su propio infierno.

Corría con su corazón de mármol en la boca, su agrietado y frío corazón.

Tierra mojada se calaba por sus botas negras, haciendo que su cuerpo pesara más. Sus rodillas chocaban constantemente contra el suelo, pero aun así, ella volvía a levantarse. Y después de muchos tropiezos, al fin salió.

Su alma deambulaba por las calles de ese frio pueblecito hasta encontrarse con esas vallas blancas, esas que siempre estaban recubiertas por enredaderas.

Cruzó la verja y caminó aterrorizada hasta el umbral de la puerta de nogal. Sus nudillos ensangrentados golpearon delicadamente la puerta.

Al instante unos decididos pasos se escucharon de fondo y a los pocos segundos abrieron la puerta.

Ese hombre alto, que aun teniendo barriga de más, le parecía realmente imponente.

—¿Dónde te metiste en toda la noche?— le gritó sin piedad alguna.

Al no recibir respuesta, agarró a la ojigris del cuello arrastrándola hasta el otro extremo de la casa. Esas manos grandes dibujaron en su cuello unos perfectos moratones.

La tiró sobre los primeros peldaños de la escalera, clavándole uno de ellos en las costillas. Un pequeño grito agonizante salió de la boca de ella, su cuerpo no podía aguantar más.

Se sentía insignificante, horrible, inservible para este mundo.

Su cuerpo estaba agotado de tantos golpes que le daba la vida, ningún ser humano estaba hecho para sufrir tanto. Al menos no de esa manera.

Corrió escaleras arriba y se encerró en su cuarto. Su cuarto con sólo una cama deshecha, unas jaulas de pájaros con cadenas dentro de ellas y cientos de dibujos ocultando el lindo azul claro de las paredes.

Despojó su cuerpo de toda la ropa llena de barro y se situó frente al espejo. Su cuerpo le aterrorizaba... moratones y cortes era lo único que se podía ver.

Su automutilación dejaba escapar un poco de sus problemas, sus miedos.

Abrazó su cuerpo para sentir un mínimo de calor humano, aunque fuera de ella misma, su vello se erizó y cientos de lágrimas cayeron de sus mejillas cubiertas de pecas.

Ella buscaba una salida a tanto dolor, pero... ¿algún día llegará a encontrarla?

sweet babyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora