《4》

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Un cielo estrellado se presentaba sobre ella y un acantilado bajo sus pies, la brisa chocaba con su largo cabello castaño haciendo que se alborotase

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Un cielo estrellado se presentaba sobre ella y un acantilado bajo sus pies, la brisa chocaba con su largo cabello castaño haciendo que se alborotase.

La luna se veía tan inalcanzable... Su luz era cálida, pero a la vez le transmitía temor. Aquella noche hace ocho años, aquellas dos noches tenían la misma luna.

La morena acariciaba su pelo largo recordando a su hermana.

Su corta falda blanca volaba al son del viento, sus brazos estaban congelados con los pelos de punta y aquella camiseta negra no le quitaba el frío. Los arboles crecieron mucho desde aquél incendio, ella pensaba que ese lugar era su pequeño paraíso. Nadie la molestaba ya que nadie lo conocía, pero algo la asustó.

Unos crujidos de ramas se escucharon a su derecha y salió corriendo en la dirección contraria hacia el interior del bosque, ocultó su cuerpo tras un frondoso árbol y unas voces se comenzaron a escuchar. Transcurrieron unos cortos minutos, unos chicos se situaron donde ella estuvo.

La ojigris intentó escapar de allí sin ser vista y tampoco escuchada, pero su plan falló.

...

Sólo podía ver oscuridad, intentó levantarse del frío suelo en dónde se despertó pero no pudo. Su cuerpo le dolía, pero no tanto como sus finas muñecas agarradas pon una fuerte soga.

Una puerta frente a ella se abrió y la luz artificial inundó aquel desván. Unos chicos de su misma edad entraron, dos de ellos eran de los chicos que vio en el bosque.

Agachó la mirada y sus prendas inferiores desaparecieron, únicamente le quedaba su ropa interior. Uno de esos chicos se acercó y envolvió su gran mano entre esos cabellos castaños.

—Que bien nos lo vamos a pasar hoy —dijo uno de ellos.

—Tenemos que avisar a los demás, también querrán disfrutar de este regalito —comunicó uno de los chicos que vio antes.

Los dos que quedaban salieron en busca de sus amigos.

Esos ojos grandes y grises le comenzaron a escocer, unas pequeñas lágrimas recorrieron sus mejillas y las palabras se atragantaron en su garganta. Todo su cuerpo no paraba de temblar.

Un chico entró en ese polvoriento desván lleno de felicidad. Su preciosa risa se podía escuchar a kilómetros de distancia, pero al ver a esa chica su sonrisa se desvaneció.

Él la recordaba. Era aquella chica de la cafetería, aquella chica que observaba detenidamente en el instituto, aquella chica que siempre veía sola por los pasillos, y que la única compañía que tenía era cuando le iban a pegar.

—Soltadla —le ordenó a sus amigos.

—Pero Thomas —habló uno de los que se quedaron con ella.

—Cállate imbécil —le cortó.

Ese chico moreno se tiró al suelo y quitó las cuerdas que retenían a la ojigrís. Ella no se dio cuenta de lo que sucedía, sus llantos hacían de coraza contra el exterior.

El chico la abrazó, sentía tanta tristeza por ella... Nunca vio a alguien tratarla bien, tampoco la vio nunca sonreír.

—¿Dónde dejasteis su ropa? —habló con un tono severo.

No soportaría verla más sufrir.

Sus amigos le respondieron y salió corriendo a por aquellas prendas, al regresar echó a todos ellos y únicamente se quedó con la chica. Verla con magulladuras, casi desnuda y a punto de haberla violado, le partía el alma.

La hermosa chica sintió los brazos del supuesto Thomas por su cuerpo, intentaba levantarla del frio suelo pero ella no podía, sus piernas le fallaban por temor y el cansancio, y su tobillo se encontraba morado e hinchado.

El corazón del moreno fue partido en mil pedazos, nunca vio a tal persona sufrir tanto y seguir con vida.

Pero lo que él no sabía es que dentro de poco se la quitaría.

Entre el llanto, el ojiverde, pudo vestir a la morena.

—Tenemos que salir de aquí —cogió la mano de la bella chica y tiró de ella.

No podía moverse, estaba paralizada. Su tobillo dolía como mil demonios.

—¿Cómo prefieres que te lleve? —Comenzó a preguntar— ¿Como una princesa o a caballito?

Los mofletes húmedos de la chica se sonrojaron, como siempre, su estúpida timidez la detenía. Al no obtener respuesta la cogió de las piernas y la cargó cómo él llamaba una princesa.

Ella lloraba contra su pecho. Veía sus muñecas moradas y se sentía inútil, indefensa, frágil... Más que ninguna otra vez.

Hacía tanto tiempo que no sentía el roce de otra persona, que olvidó lo que era la calidez y la suavidad de una piel humana que no fuera la suya.

Ella formulaba pequeñas hipótesis sobre su existencia, pero su fe se estaba agotando.

Su cuerpo se acomodó sobre el suave roce del cuero negro de aquél Jeep, abrazó sus piernas y se sumergió en un profundo llanto. Las lágrimas acariciaban sus mejillas sonrojadas y su cuerpo se sacudía contra el asiento.

Los brazos del ojiverde querían envolver los hombros de la bella chica, quería ver como sus tristes labios enseñaban sus dientes, pero él sabía que eso no podía ocurrir.

La vida de la morena era demasiado deprimente, triste y ahogadora como para sonreír. Era un alma en pena que vagaba por la calles de ese pequeño pueblecito.

Las inapreciables sacudidas cesaron, al igual que el mar de lágrimas que brotaban de sus ojos, pero igualmente continuaba abrazada a sus piernas.

Thomas bajó del coche y abrió la puerta de la ojigris. Ella salió y se abrazó a si misma.

El moreno comenzó a andar y la bella chica le siguió, se pararon frente a un árbol y la ojigris miró hacia el cielo. Entre las ramas una casa de madera se asomaba.

—Arriba hay una cama —habló el chico.

El ojiverde recordó la basta y aburrida presentación que hizo en director, al llegar la morena al instituto. "Una chica nueva llegará mañana, os rogaría que la trataseis bien. Sus padres murieron junto a su hermana melliza [...]"

Ella subió las escaleras clavadas en el tronco y se acurrucó en la cama del rincón. Miró a la ventana y unas nubes ocultaron la luna, pequeñas gotas comenzaron a caer.

La oscuridad la envolvía, eso le gustaba.

sweet babyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora