Primera fotografía

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Abrí los ojos de golpe a la vez que mi cuerpo, al igual que un resorte, se levantaba de golpe de la almohada.

Me di varias veces en la cara para despertar y miré a mi alrededor. Todas las luces estaban apagadas, todos los objetos en su sitio. Me toqué los labios, los cuáles estaban secos y sonreí en la oscuridad de mi cuarto.

- Al menos, mis labios siguen siendo vírgenes en la vida real.

Rememoré el sueño, donde besaba a mi compañero de la universidad y todo mi cuerpo se erizó. Seguramente por el escalofrío que me había pasado, y también seguramente por haber tenido ese extraño sueño que no tenía ni pies ni cabeza.

- Duerme.

Me impuse a mí misma, pero sólo el simple hecho de soñar lo mismo me aterrorizaba. No porque el pobre chico me cayese mal, sino porque no me imaginé nunca soñando con él y encima, besarlo. Eso jamás se me habría pasado por la cabeza y si hubiese pasado, de seguro estaría yendo a un psicólogo para revisar que estuviese bien.

Miré la hora en el móvil, quedaban algunas horas para que sonara el despertador, por lo que decidí levantarme antes e irme a dar una ducha. Por toda esa historia, estaba empapada de sudor y no era una sensación agradable.

- Buenos días, cielo.

- Buenas a ti, mamá.

Me miró detenidamente y sonrió. Encogí los hombros y le di un sonoro beso en la mejilla. Me senté a su lado en la mesa y cogí una revista que había por ahí.

- Seguramente, papá, te vaya a recoger. No te lleves bicicleta.

Asentí y cogí el bolso, comprobé que tenía todo lo necesario para las siguientes horas y me despedí alzando la mano a lo lejos del portal. Mientras iba andando tuve que detenerme para quitarme la chaqueta, eran unos días muy cálidos en esa primavera y no se necesitaba llevar una chaqueta.

- Buenos días, ¿te llevo? - Una voz parlanchina me volvió a detener y me giré.

- ¡Claro! No te importa, ¿no?

- Ya me conoces, siempre a tu disposición.

Me subí a la parte trasera de esa bicicleta con cuidado de no romperle nada a mi vecino. Cuando ya estuve, sin avisarme como siempre, aceleró.

Al cabo de unos minutos paramos en la verja de otros compañeros de la universidad, al ir con tiempo, podíamos esperarlos.

- Si siempre te levantases pronto, podría llevarte todos los días que tengas clases.

- Hoy ha sido algo excepcional, no he dormido muy bien.

Iba a decirme algo pero en ese momento las risas matutinas de los otros nos hicieron callarnos. Eran tres los que salían de ese edificio y entre ellos estaba él. No un él cualquiera, sino el mismísimo él, aquel que me besaba. Mi sorpresa fue tal que me puse roja al verle y cuando me saludó, él se quedó mirándome divertido.

- ¿Te ha picado ya alguna abeja para estar así de roja?

Casi tiro a mi vecino al escuchar ese comentario cuando estábamos ya otra vez de camino a la universidad, él pobre tuvo que parar de pedalear y preguntarme si estaba bien y contesté que sólo me había dado un pequeño susto. Cuando seguimos el rumbo a las clases, él otro, burlón, me iba sacando la lengua a cada rato que veía que le miraba y como le miraba de reojo, todo el rato estaba con la lengua afuera.

- ¡Pareces un perro! Sólo te falta jadear.

Encorvó sus labios hacia arriba y de ahí apareció su típica sonrisa alegre que rompía tantos corazones, y que a su vez, conquistaba otros muchos.

--- Shikha Utrilla García ---



Un Sueño No Deseado {Finalizada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora