Capítulo 1.

223 12 0
                                    

El polvoriento libro de su expediente cae entre ella y ese policía que la ha detenido hace un par de minutos.

Repasa en silencio el perfil de ese hombre, preguntándose de que nacionalidad puede ser. Su piel es oscura al igual que su pelo de un color parecido al azabache. Tiene una mandíbula prominente y cuadrada. Es bastante atractivo.

Unos músculos bien trabajados se adhieren a la camisa blanca que está usando en esos momentos.

Pasa una hoja y desliza el dedo índice por la página, buscando cualquier tipo de información con la cual empezar.

-¿Sabe por qué está aquí señorita Beckett?-dice al fin reparando en ella por primera vez desde que ha entrado en la sala.

Ésta fija sus ojos verdosos en esas dos piedras marrones que la escrutan en silencio. Sonríe con suficiencia, haciéndole saber que se mantiene tranquila y que no hay nada que pueda inquietarle.

-Sí.

-¿Le han leído sus derechos?

Habla un inglés perfecto, sin rastro de ningún acento extranjero, así que supone que debe haber nacido ahí, en Nueva York, o ha pasado la mayor parte de su vida ahí.

Apoya los dos brazos en la mesa y entrelaza los dedos ante el largo silencio de la joven.

-Sí.-responde otra vez con monotonía.

Tampoco había hecho falta que lo hicieran, no es la primera vez que está en una comisaria o en una sala de interrogatorios. Por eso sabe que detrás de ese norme cristal que actúa como espejo, hay más agentes espiando la conversación.

-Tienes derecho a un abogado.-sigue el policía con la misma mirada de indiferencia, como si no le importara lo más mínimo lo que está sucediendo.

-No lo necesito.-responde ella pasándose la mano por el pelo.

Ha desviado un momento la mirada hacia el cristal y ha podido ver que no estaba correctamente peinado.

-¿Qué te hace pensar que no lo necesitas?

-El hecho de que no llevaba la droga.

El policía sonríe ante la tenacidad de la joven a la hora de responder a sus preguntas. Está claro que sabe de qué va el tema y piensa seguir en esa línea.

-La casa es tuya.

-Dudo que fuera del vecino.-oculta una sonrisa, pero su comisura se crispa ligeramente, delatándola.

-¿Le hace gracia?

El policía frunce el ceño cansado de esa niña que no hace más que desquiciarle con su serenidad.

-Mentiría si dijera que no.

-No creo que le haga tanta gracia saber que juntando sus antecedentes y lo sucedido de hoy podamos juzgarle como una persona adulta.

Efectivamente la sonrisa tan segura que dibujan los labios de la joven se esfuma al instante.

-No puede hacer eso, soy menor de edad.-protesta irguiéndose en la silla de metal.

Todo ese tiempo había estado cruzada de brazos y sentada según su comodidad, ahora no tenía más remedio que prestar atención a las palabras de ese policía.

-Dentro de unos meses ya no lo serás y cuando todo el papeleo se solucione no habrá problemas señorita Beckett.-responde éste de forma glacial.

Incluso le divierte. Le gusta ver como el que lleva las riendas de la conversación es él y no una niñata mimada que piensa que al no tener veintiún años no pueden procesarla.

•DE ARMAS TOMAR•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora