Capítulo 4.

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NA: Como veréis, he cambiado el tiempo, porque escribir en presente no es algo que se me dé genial y sé que en tercera me será más cómodo, y saldrá mejor.

Y, bueno, simplemente espero que lo disfrutéis, que no me matéis por lo que pueda pasar y que os fijéis bien en este torrente de sensaciones HAHAAHAHAHA.

Buenos días, chic@s, un beso :*

***

El gimnasio de la comisaria número 12 no era algo más allá de lo que había imaginado. Un lugar no muy grande, lo justo para poder disponer de un tatami azul que ocupaba la mayor parte del suelo; un par de sacos de boxeo que colgaban con gracia del techo y, finalmente unas espalderas de hierro azul celeste que daban vida a las paredes grisáceas y desgastadas.

Estaba claro que no podía pensar que sería un recinto más grande, ya que sólo se trataba de un lugar donde poder ejercitar los músculos, entrenar la fuerza o simplemente relajarse disfrutando del deporte.

La pequeña sala de entrenamiento estaba situada en el piso más superior, el anterior a la terraza, al cual se podía acceder mediante las escaleras que conectaban la entrada con los diversos departamentos.

Nunca pensó que su entrenamiento sería dentro de la comisaría donde fue interrogada, estaba convencida de que irían a un gimnasio en mejores condiciones o con más artilugios, pero Rick la llamó después de haber salido de una de sus últimas clases en la universidad y la citó en esa sala que no dejaba de escrutar con la mirada.

-¿Esperabas otra cosa?

La voz de Castle hizo que sonriera, pero no se giró, más bien siguió inspeccionándolo todo. Se encogió de hombros.

-La verdad es que sí, algo un poco más grande.-respondió dejando caer lentamente la bolsa con su ropa junto a sus pies.

Dentro llevaba una muda para poder cambiarse después, porque aunque no estaba del todo segura supuso que debía de haber algún tipo de vestuario con duchas.

-Bueno, sé que no es algo profesional-añadió él mirando también las paredes-pero el tatami, los sacos... todo puede servirnos.

Repitió el gesto que había hecho ella con su bolsa, dejándola con cuidado sobre las pocas baldosas que no estaban cubiertas por la colchoneta azul.

-Habrá algún baño para poder ducharme luego, ¿no?-preguntó Kate distraídamente mientras se desabrochaba la chaqueta de cuero.

El ambiente sofocante que inundaba la habitación no era nada comparado con el frío de fuera, donde una ráfaga de aire era capaz de congelarte la nariz en décimas de segundos.

Pero claro, hablando de la ciudad que nunca duerme, el frío era un elemento clave. Al igual que las lluvias repentinas o las grandes nevadas.

Seguramente la acababan de usar, de ahí ese calor que sólo un par de cuerpos haciendo ejercicio podían proporcionar. Como cuando entras a una discoteca llena de gente, y al instante sientes el pelo pegándose a tu sien por el sudor.

-El de mujeres está roto, lo siento.-respondió sin mirarla. Frunció el ceño metiendo la mano en su mochila de Adidas.

Las cintas que usaba para vendarse las manos a la hora de combatir o entrenar estaban al fondo de ésta, mezcladas con el gel de baño, el desodorante o los guantes de boxeo que usarían en un par de semanas, cuando Kate tuviera más experiencia y él pudiera desenvolverse mejor con ella.

-¿Me estás diciendo que tengo que ducharme contigo?-la voz de la joven sonó más ofendida que cabreada.

Rick le dedicó una rápida mirada para después agachar la cabeza con una sonrisa al mismo tiempo que enredaba la cinta negra por sus nudillos.

•DE ARMAS TOMAR•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora