Sentía el frío adherirse a la piel de sus manos totalmente desnudas y volubles al frío invernal de una típica noche neoyorquina.
O mejor dicho, una noche mojada.
Nueva York era conocida como "La ciudad que nunca duerme".
Donde la luz permanecía tanto de noche como de día, batallando con la oscuridad por un único vencedor.
Las luces de neón brillaban por todas las calles, haciendo de la madrugada algo más atrevido que siniestro.
Y, gracias a eso, el cielo siempre era algo misterioso, ya que nunca podían verse muchas estrellas, pero esa noche la culpa no era de los luminosos carteles de prostíbulos, bares o clubes de alterne, sino de la cantidad de nubes negras que amenazaban a todo el que se paraba a mirarlas.
Rick caminaba bajo ellas, sintiéndose pequeño ante esa gran e intimidadora inmensidad negra, que se cernía poco a poco sobre su ciudad.
El olor a comida china ascendía hasta su nariz a través de la bolsa de plástico blanca en la cual se encontraba.
No sabía exactamente si eso agradaría a Kate, ya que no tenía ni idea de la comida que solía comer la chica, pero tratándose de Nueva York, a esas horas y con ese tiempo, su último recurso fue el chino de la esquina con Broadway.
La lluvia vista desde casa podía ser preciosa.
Ver como el agua inundaba el asfalto de la carretera, haciendo que adquiriera ese brillo resbaladizo propio de la humedad. Incluso caminar bajo los techos de las tiendas mientras la fina capa de rocío caía cerca de sus pies y el aire frío azotaba su rostro con delicadeza, despejando sus pensamientos.
Pero allí, en ese mismo instante, le parecía un impedimento a la hora de llegar a la Universidad neoyorquina.
Kate vivía en una de las residencias que la rodeaban, pero en esos momentos pasaba unos días en casa de sus padres, ya que estos estaban en un viaje de negocios.
Espósito le había informado de todo, aunque él ya suponía que no usaba su apartamento. La fiesta que había facilitado su detención se hizo en esa casa, ella misma lo confirmó en el interrogatorio, y de eso se acordaba.
Recordó las palabras de su compañero, diciéndole la dirección mientras ojeaba el archivo oficial de Kate, haciendo algún que otro comentario sobre sus antecedentes.
Katherine Beckett no había sido ni de cerca una niña buena, más bien tenía una gran cantidad de delitos menores guardados en su ficha policial, y tal vez fuera eso lo que más le atraía de ella. El afán que tenía por intentar sacarlo de sus casillas todo el tiempo, o el sentimiento de indiferencia hacia su persona.
"-Vandalismo, consumo de drogas...-iba diciendo su compañero de la vieja escuela mientras vaciaba poco a poco su taza de café.
Rick lo miró con sorna.
-Todos hemos hecho eso alguna vez, Espo.-se limitó a responder como algo obvio mientras se encogía de hombros.
Aún recordaba la cara de sorpresa que puso su madre, cuando después de haber cometido más de mil delitos menores, le dijo que sería policía en unos años.
-¿Has inundado alguna vez los baños del instituto solo porque "necesitaban una limpieza"?
Esta vez sí que le miró, aguantando una carcajada que amenazaba con salir desde las profundidades de su garganta.
-Júrame eso.
-Va en serio.-respondió el cubano intentando no reír.-Después de eso, sus padres tuvieron que pagar la reforma de los lavabos porque no quedaron demasiado bien...
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•DE ARMAS TOMAR•
FanficRichard Castle es un policía del FBI capaz de controlar todo lo que entra en su campo visual. Menos a Kate Beckett. A Kate Beckett nadie puede decirle qué debe hacer o cómo debe vivir su vida. Desde el primer momento, el huracán moreno de ojos verdo...