Capitulo Dos.

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SYRAH
Tal como lo prometió, Adam me llevó a urgencias, resulta que tengo un pequeño desgarre pero nada que no se cure en tres días, acompañado con un poco de hielo y un baño sumamente caliente.
Al final logré convencerlo de ir a mi departamento para no hacerme más daño al tomar un taxi a la hora de regresar al mío, además que si me ganaba el sueño por el medicamento que me administraron para el dolor ya estaría en mi cama y no al otro lado de la ciudad.
Parece que funcionó mi explicación con tantos ademanes y pucheros.
-Aquí tienes cariño tómate esta pastilla para el dolor -me ofreció Adam cuando salí de la ducha.
Ha llegado el momento de hablarles más de mi novio: Adam Gibbs es cuatro años mayor que yo, le conocí por medio de mi hermano mayor ya que jugaban juntos en un equipo de fútbol cuando estaban en la secundaría, por lo regular acompañaba a mi hermano Fernando a los entrenamientos así como a los partidos cada fin de semana.
Desde el momento en el que nos presentó mi hermano, sentí una conexión y justamente en mi cumpleaños número diecinueve me invitó a salir, estaba muy entusiasmada porque no podía creer que se fijara en mí teniendo detrás de él a todas las animadoras del equipo ya que él era el goleador, resumiendo: la figura del equipo.
Además que es inglés, nació en Liverpool pero su padre se fue de casa y su madre fue incapaz de cuidarle por lo que a la edad de doce años se mudó a nuestra calle, todo debido a que la hermana de su mamá vivía en México y era la única que podía hacerse cargo de aquel muchacho rebelde.
Aún recuerdo la primera vez que le vi, iba saliendo de casa para ir a clases cuando me puso el pie, caí y me raspé las manos, me ayudó a levantarme pero me encontraba tan enojada que le di un derechazo y me eche a correr colina abajo mientras escuchaba cómo se reía a mi espalda pero al conocer a mi hermano e irlo tratando porque todos los días estaba en casa me di cuenta que era muy agradable, años después me confesó que aquel día se portó de manera tan grosera para poder hablar conmigo, siempre reímos cuando volvemos a recordar la escena.
Tenemos juntos tres años, tiene unos ojos que me encantan, su cabello es tan sedoso y su forma de ser, bueno que puedo decir, simplemente es perfecto aunque he de admitirlo demasiado celoso, si un chico se me acerca en ese momento pone mala cara, y ya que estamos en la hora de confesiones odio sus cambios de humor, simplemente me vuelve loca, es difícil seguirle el paso.
-Deberías intentar dormir con suerte mañana ya no tendrás el tobillo tan hinchado -me dio un beso en la frente.
-Si, tienes razón, gracias por estar aquí -tenía que irse a su casa, ya era tarde y le quedaba un largo camino que recorrer.
-Siempre, preciosa -me dio otro beso pero en esta ocasión en los labios. -Me voy, ¿quieres que mañana te pase a recoger para llevarte a la escuela?
-No amor, no es necesario, si no puedo conducir pediré un taxi, no te preocupes.
-Vale, cualquier cosa me llamas, descansa.
Mientras me lanzaba un beso, salió del departamento, ahora todo se encontraba en completo silencio.
Desde que comencé la universidad vivo sola en un departamento de dos habitaciones, con todas las comodidades, no quería continuar en mi ciudad de origen por eso puse como excusa la universidad para salir de casa, aunque tuviera unos padres cariñosos y exitosos.
Mis hermanos vivían en diferentes ciudades por lo que solo nos reuníamos en las fechas importantes o cuando su agenda se los permitía y hasta la fecha esa situación no ha cambiando en absoluto, aunque admito que me gustaría convivir más con mi familia.
Sin nada mejor que hacer y con el ánimo por los suelos decidí que lo mejor era meterme en la cama y sumergirme en un profundo sueño pero cuando estaba a punto de perderme en los brazos de Morfeo, mi celular sonó, un nuevo mensaje: ―¡Hola! ¿Cómo estás? Espero que no tengas nada grave, ¿te encuentras bien? ¿cómo sigue el tobillo? Mis mejores deseos. Daniel‖
Creo que el tomar tanto medicamento me estaba haciendo daño, leí el mensaje tantas veces fue necesario, caramba Daniel Taylor me había mandado un mensaje y estaba preocupado por el estado de mi tobillo. ¡Eh! Espera, ¿cómo consiguió mi número? No recuerdo que me lo hubiera pedido, por lo cuál mi respuesta fue: ―¡Hola! Bien, no es nada grave, máximo en tres días el tobillo regresará a la normalidad.
Perdona pero, ¿cómo conseguiste mi número? Syrah.‖
Con el alma en un hilo, espero y espero la respuesta, cuando entiendo que tal vez ya no diga nada más y con la desilusión a flor de piel me resigno a por fin intentar dormir, después de unos minutos mis ojos no se vuelven abrir.
Lo primero que pude notar al abrir los ojos a la mañana siguiente es que se me había hecho demasiado tarde. Mierda. Aunque también me di cuenta que la hinchazón del tobillo había disminuido, algo era algo, ¿cierto?
¡Guau! En tiempo record ya me encontraba lista y no tan retrasada como me imaginé, además no me encontré con nada de tráfico, vaya este día pintaba de maravilla, al estacionarme en la escuela me percaté que eran 6:45. ¿En serio? ¿6:45? Nunca había llegado tan temprano, con demasiado esfuerzo bajé del auto.
-¡Hola Sy! -vale, este día no podía estar exento de su presencia, ¿verdad?
-¡Hola!
-¿Cómo sigues del tobillo? -me preguntó en cuanto llegó a mi lado.
-Bien, ahora mismo se ve peor de lo que está, aunque me sigue molestando un poco - admití.
-Entiendo -cuando esboza una sonrisa sus ojos brillan y es en ese momento en el que logra que me olvide de absolutamente todo. Este hombre provoca en mí, a la vez, la admiración y la piedad en grado sorprendente.
Obligándome a dejar esos pensamientos de lado comencé a caminar por supuesto muy lentamente, ojalá hubiera podido correr.
-¿Entonces? -comenzó a decir en voz baja.
-¿Qué pasa? -volteé a verlo y pude darme cuenta que no lograba animarse a hacerme la siguiente pregunta.
-¿Tienes novio? -me paré en seco, ¿a qué venía esa pregunta?
-Si, tengo novio -comencé a caminar de nuevo. -Adam, su nombre es Adam Gibbs.
Me tomó del brazo para que me pudiera apoyar en él, aún no lograba explicarme porque sentía esa corriente eléctrica recorrer mi brazo en cuanto me tocaba, en cuanto lo sentía cerca de mi cuerpo.
-¿Y hace mucho que sales con él?
-Tres años -le respondí sin mirarle.
-Vaya, mucho tiempo juntos -escuché el pesar en su voz, ¿lo había alucinado?
¿Tenía que tardarme tanto tiempo en subir cinco pisos con el tobillo lastimado? Mierda apenas vamos en el segundo piso, esto sin duda será una completa tortura. Pero como si no fuera suficiente comenzó a sonar ―Amanecer‖, al otro lado de la línea se encontraba Adam. ¡Genial!
-¡Hola! -dije por lo bajo.
-¡Hola cariño! ¿Cómo estás? -Adam siempre sonaba demasiado feliz así que tenía que dejar de obsesionarme con Daniel Taylor.
-Bien, me siento muchísimo mejor -respondí lo más tranquila que pude.
-En verdad lamento lo de tu tobillo, me encantaría recompensarte, ¿aceptas? -seguía feliz.
-No fue tu culpa, al final yo iba completamente distraída -quise quitarle importancia a la situación.
-No dejaré que me convenzas de lo contrario, vamos déjame recompensarte -insistió.
-Vale, está bien -por una extraña razón teniendo a un lado a Daniel no le podía decir palabras cariñosas, simplemente no me salían.
-Excelente amor, ¿te recojo cuando terminen tus clases? -¿no podía simplemente llamarme después?
-Mejor nos vemos en mi departamento porque traigo el auto, ¿está bien a las 4:00? -no reconocía mi propia voz.
-Si, genial, nos vemos a las 4:00, te amo Sy -silencio, no podía hacerme esto, en verdad no, lancé una mirada rápida a la dirección donde se encontraba Daniel y descubrí que me miraba de forma expectante, siguiendo toda la conversación.
-Yo también, adiós -lo dije tan rápido que no creo que Adam me hubiera entendido.
Por los próximos dos pisos no dijimos una sola palabra, quise hablar y las palabras murieron en mis labios, al llegar al último piso me aclaré la garganta y por fin me atreví a dirigirle una rápida mirada, me encantaba verlo de perfil con esa media sonrisa.
-Gracias por ayudarme a subir -soné demasiado nerviosa, mi corazón latía demasiado rápido que temía saliera de mi pecho.
-De nada -volteé a verlo nuevamente porque su tono sonaba demasiado severo nunca le había escuchado hablar de aquella manera, tenía el ceño fruncido y sólo se limitaba a asentir con la cabeza cuando alguien pasaba a su lado y lo saludaba animadamente.
Entramos al salón y me acompañó hasta mi lugar de siempre, me pude percatar que su respiración se había vuelto irregular, su pecho subía y bajaba rápidamente a la vez que su mirada se había oscurecido, su mano se encontraba en mi rodilla mientras que la otra seguía tocándome el codo, comenzó a acercarse un tanto cada segundo, le escuché pasar saliva y ahora su mirada se dirigía a mis labios. Mierda, me iba a besar. No podía permitirlo estábamos en la escuela y alguien podía entrar en cualquier momento.
-Syrah -dijo con voz ronca.
No perdí uno sólo de sus movimientos, podía sentir su aliento golpeando mis labios, si me estiraba tan sólo un poco podía llegar a rozarlo, podía llegar a sentirlo, estaba perdiendo la cabeza.
-Daniel -alcancé a susurrar implorándole que se diera prisa, estaba a punto de explotar si no se apiadaba de mí.
Avanzó un poco más en mi dirección y justo cuando estábamos a nada de fundirnos en un beso desesperado Ruth, sí, mi mejor amiga entró en el salón.
-¿Syrah? -su voz retumbó en las cuatro paredes.
Al instante Daniel retrocedió y a mi vez cerré los ojos un poco por el susto pero en mayor medida por la frustración, si hubiera tardado cinco minutos más en aparecer hubiera podido haber probado esos labios. No, no, ¿qué estoy diciendo?, tengo que pensar en Adam, tengo que sacar de mi cabeza a Daniel Taylor, no debo olvidar que es prohibido para mí.
-¡Hola Ruth! ¿Cómo estás? -dije una vez que recuperé la voz, entrecerró los ojos tratando de analizar la escena que presenció, tenía que eliminar el nerviosismo y el rubor de mis mejillas.
-¡Hola Sy! Bien -contestó tranquilamente pero con la mirada me dijo que al final de la clase vendría el interrogatorio obligatorio, no se quedaría tranquila hasta saber que estaba sucediendo.
-Gracias por ayudarme, señor Taylor -le dirigí a Daniel una mirada implorándole que no dijera nada más.
-No fue nada, Syrah -se aclaró la garganta. -Espero que te mejores pronto.
-¿Cómo? -casi gritó Ruth desde la puerta y atravesó el salón en un segundo. -¿Qué te pasó, Sy?
-Ayer me caí al chocar con Adam en el tercer piso y me he lastimado un poco el tobillo, el señor Taylor me ha ayudado a subir desde el estacionamiento -dije con toda la naturalidad del mundo, como si no hubiera estado a punto de besarme con nuestro profesor de matemáticas avanzadas.
-Ah, entiendo -cambió el tono de voz y supe que no habría ningún interrogatorio, eso le explicaba porque nos había encontrado tan cerca el uno del otro.
La siguiente hora y media fue la más larga que pudiera haber existido, no soportaba las intensas miradas de Daniel, buscaba cualquier pretexto para acercarse a mi lugar pero lo que más odiaba era que lo hacía con toda la naturalidad del mundo. Caramba, ¡estuvo a punto de besarme!, ¿en verdad no lo había alterado la situación? Maldito cabrón, aquello era injusto pero claro que existe una gran diferencia entre QUERER besar a alguien y BESAR a alguien, quedaba un largo trecho entre esas dos posibilidades aunque no me imaginaba que ese trecho se acortaría rápidamente y dejaría de existir.

Lo que no se dioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora