Capitulo Seis.

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SYRAH
Adam salió de mi cabeza al igual que fueron olvidadas las peleas que se disputaban en mi interior teniendo mayor prioridad la angustia a engañarlo, ahora sólo podía pensar en las sensaciones que estaba sintiendo al estar en los brazos de Daniel. Todo lo que existía en ese momento era el hombre frente a mí. Su toque, su beso, su esencia misma llegaba a mi alrededor además de entender todo lo que me quería decir tan sólo al mirarme, llenándome hasta que todo lo demás se desvaneció.
Me acerque más a él, deslizando mis manos sobre sus hombros. Mis dedos avanzaron hacia su cuello hasta que una mano ahuecó su nuca, tirando de él más cerca. Mordí en sus labios que eran condenadamente apetecibles. Beso a beso, mordedura a mordedura la temperatura seguía incrementando y no tenía la mínima intensión de detenerlo, al contrario necesitaba más de él.
Un gemido profundo se construyó en mi pecho, agolpándose en mi garganta, hasta que se escapó en un sonido de dulce agonía. La tensión que teníamos a lo largo de las últimas horas, formó una entidad enorme, que estalló en un torrente de lava fundida, había estado muchas veces con Adam pero hasta ahora no había sentido esta enorme necesidad, me había costado demasiado pasar una noche con Adam pero con Daniel resultaba todo tan sencillo.
Moví mis manos al frente, bajando por su pecho hasta tirar de su camina. Con un demonio quería sentir su piel desnuda. Impaciente, le di un tirón hasta que llegó para liberarlo de sus pantalones. Luego deslicé mis dedos por el borde y llevé las manos a su estómago.
Al instante sentí como Daniel se estremecía bajo mi tacto, su boca se quedó quieta sobre mí. Mis manos se movían más altas, deslizándose sobre los músculos de su pecho, empujando hacia arriba la camisa, quería que desapareciera, moría por conocer cada centímetro de su cuerpo, por recorrer su espalda desnuda.
Los dedos de Daniel se enterraron en mi cabeza, y los pulgares me rozaron las mejillas. No había fuerza en su toque, al contrario parecía como si me adorara, como si quisiera guardar en su memoria cada centímetro que tocaba, me estaba volviendo loca.
No pude controlar el gemido contra sus labios cuando no se reanudó el beso apasionado, en vez de eso permanecimos inmóviles. Su cuerpo se tensó debajo de mis dedos, los músculos ondularon sobre su pecho.
-Daniel -susurré.
Pero al instante se apartó y cerró los ojos. Una dura interjección bailó en el aire entre nosotros, agriando el momento. Las manos de Daniel se apartaron de mí, y se alejó mientras se pasaba la mano por el cabello.
-Dios, Syrah, lo siento. Eso nunca debió pasar.
Sus palabras cayeron como un balde de agua fría sobre mí y me regresaron a la realidad de un golpe, no pude evitar mirarlo confusa, tenía que tratarse de una estúpida broma.
-Déjame ver si entiendo -le apunté con el dedo. -Me dices que no esté con Adam -di un paso más hacia él. -Te he dicho que te alejes de mí y respondes que no, y cuando pierdo la cabeza por la forma en la que me tocas, que me abrazas y me besas me dices que nunca debió suceder, ¿a qué juegas, Daniel? -sentía hervir mi sangre además de sentirme humillada.
Mi celular comenzó a sonar, sin permitir que me detuviera pasé a su lado, haciendo caso omiso a su mirada diciéndome que no respondiera sabía perfectamente que se trataba de Adam.
-¡Hola Adam!
-¡Hola amor!
-Muero por verte, cariño -le dije sin pensar.
-Yo también, ¿qué te parece está noche?
-Me parece estupendo, ¿te veo en mi departamento a las 7:00? -estaba impaciente por hacerle sentir mal, regresarle un poco de la mierda que había tirado sobre mí.
-Estupendo, cariño -respondió alegremente. -¿Cuál es el plan?
-Me gustaría: pizza, películas -bajé la voz. -Y bueno, después vemos que sigue.
-Caramba, tal vez llegue antes y comenzamos por la parte: ―vemos que sigue‖ -solté una carcajada y por el rabillo del ojo vi cómo Daniel tensaba la mandíbula y rechinaba los dientes.
-Genial amor, nos vemos al rato.
Colgué al instante y con toda la determinación de la que fui capaz aparentar me giré para encontrarme con Daniel.
-No vas a salir de aquí, Syrah.
-Tengo una cita con mi novio, adiós Daniel.
Alcancé llegar a la puerta y cuando coloqué la mano en la perilla, sentí la respiración de Daniel en mi cuello y al instante me estremecí porque me dio un suave beso en el cuello.
-Soy consciente del efecto que causo en ti, pero debes comprender que ejerces el mismo efecto en mí -tomó mi mano y la colocó en su entrepierna, abrí los ojos por la sorpresa.
-Lo siento Daniel, pero dijiste la verdad: ―eso nunca debió suceder‖, fue un completo error -aparté la mano y giré la perilla, sin voltear a verlo lo invité a salir.
Una vez que estuve sola en mi departamento, me recargué en la puerta y poco a poco fui descendiendo hasta tocar el suelo, nunca había sido tan intensa con alguien pero al estar cerca de Daniel me olvidaba de todo, simplemente mi juicio se perdía en el limbo.
Me metí a bañar para poder quitarme de encima el olor impregnado de Daniel, quitar la sensación que dejó impregnada en mi piel. Media hora después me dejé caer en el sillón acompañada por mi manta favorita para cuando estaba deprimida y justo cuando me estaba quedando dormida tocaron a mi puerta, mi mente se disparó imaginando que se trataba de Daniel pero al abrir me encontré con la inconfundible sonrisa de Adam, una parte de mí se sentía decepcionada.
-¡Hola cariño! -dijo e inmediatamente me dio un beso, por el rabillo del ojo pude ver a Daniel mientras convertía sus manos en puños.
-¡Hola! Pasa -me aparté para que pudiera entrar.
La verdad no me sentía a gusto con su presencia, me sentía invadida, me tomó de la mano pero no sentí el hormigueo que me provocaba Daniel, con una mierda tenía que parar de compararlos, conocía a Adam desde hace tanto que ya lo había olvidado, me giró y estrelló sus labios contra los míos por supuesto le correspondí el beso pero algo iba mal, la emoción de sentirme entre sus brazos ya no estaba ahí.
-¿Qué sucede? -preguntó con el ceño fruncido.
-Nada, he pedido la pizza llegará en unos minutos.
Mientras iba por las bebidas a la cocina, Adam seleccionó la película que veríamos, la verdad me daba lo mismo, no me sentía a gusto con él en ese momento, me senté a su lado pero sin tocarlo, usualmente recargaba la cabeza en su hombro mientras él acariciaba distraídamente mi brazo.
Tocaron a la puerta y como lo único que esperaba era la pizza, tomé el dinero y abrí sin preguntar pero no se trataba del repartidor de pizza.
-¿Qué es lo que quieres? -le pregunté con voz baja.
-Se han equivocado y me entregaron tu pizza -puso frente a mí la caja mientras sonreía y sus ojos brillaban divertidos.
-Gracias -quise tomar la caja pero cuando rocé sus dedos, su mirada se oscureció y en un segundo me estaba besando.
Al instante cerré los ojos, era increíble la forma en la que me besaba, era tan fácil volverse adicta a esos labios pero me separé rápidamente aún en contra de mi voluntad.
-No vuelvas a besarme Daniel, no puedes ir por ahí besando a todo el mundo.
Se volvió acercar a mí pero en lugar de besarme, me susurró con voz ronca: -No a todo el mundo, Syrah -se acercó un poco más para seguir diciendo. -Pero sí a ti y no dudes que pronto lo haré de nuevo, nos vemos hermosa -me dio un pequeño beso en la mejilla y se fue.
Mis mejillas estaban sonrojadas, me había dejado con la palabra en la boca y odié su forma de caminar, intentando decir que había conquistado el mundo, mierda, pero al recordar su advertencia no pude evitar sentir una corriente eléctrica porque una parte de mí deseaba que esa advertencia se convirtiera en realidad en poco tiempo, porque sus besos eran preciosos, me relaje lo que más pude, inhalé fuertemente para volver a enfrentarme a Adam que esperaba en la sala ya que era inconsciente de lo que acababa de suceder.
Al entrar a la sala con la pizza me encontré con la mirada de Adam. -Por fin ha llegado la pizza -dijo con un poco de sarcasmo, ¿había escuchado algo de la conversación con Daniel? Si fue así no lo hizo notar.
El resto de la noche transcurrió sin más, no quería ser grosera con Adam pero moría porque llegara el momento en que se fuera, quería estar sola y poner en orden mis ideas, definir cuál sería mi siguiente paso y lo más importante: en qué dirección; en conclusión tomar una firme decisión.
Alrededor de la media noche, Adam se despidió, entendió que no pasaría nada entre nosotros, no era tonto y sabía perfectamente que algo estaba sucediendo pero no había comentado nada, tal vez no sabía como abordar el tema, sí, lo admito soy una cobarde por jugar con él.
En cuanto cerró la puerta me dejé caer en el sillón cubriéndome de nueva cuenta con mi manta para la depresión, no supe en que momento me quedé dormida pero cuando volví abrir los ojos supe que estaba retrasada, vale tal vez podría quedarme y no entrar a la clase de Daniel después de todo, ¿cómo iba a estar cerca de él con lo que había sucedido el día anterior? Cuando decidí que dormiría más tocaron a mi puerta, demonios rogaba porque mi mejor amiga no estuviera detrás de la puerta.
-No voy a ir clases Ruth, así que no insistas -dije sin molestarme en saber quién era.
-Vas a ir aunque te lleve a rastras -abrí los ojos perpleja al reconocer su voz.
-¿Qué haces aquí, Daniel? -intenté preguntar tranquilamente.
-Asegurándome que estés en clase, tienes 20 minutos para estar lista.
Cuando iba a replicar me hizo a un lado y pasó sin esperar una invitación de mi parte, cerré la puerta y cuando lo busqué me percaté que estaba sentado cómodamente en el sillón mirándome expectante, más bien calculando mi próximo movimiento.
-Vamos Syrah mueve ese trasero, apresúrate porque vamos tarde.
-No voy a ir a clases, así que ya te puedes ir -caminé hacia la cocina, no podía enfrentar esa pelea sin mi dosis diaria de cafeína.
-¿Prefieres ir en pijama? Admito que no es lo más sexy pero demonios Sy, ahora mismo te ves increíblemente sexy -susurró mientras colocaba sus manos en mi cadera. Me cargó sobre su hombro, chillé por la sorpresa.
-Bájame Daniel, está bien me cambiaré.
Al instante me bajó pero mientras descendía no perdí detalle alguno de su perfecto pecho, Dios era imposible que me mantuviera alejada de él y sin esperar un segundo más me besó.
Rompió el beso lentamente para poder decir: -¿Qué me has hecho, Syrah? No he podido dormir ni un minuto por pensar en ti, nunca he estado tan cabreado por saber que Adam estaba contigo anoche, no tienes una puta idea de cuántas veces estuve a punto de tocar a la puerta y sacarlo, me vas a volver loco.
- Daniel... -me volvió a besar pero con más intensidad poco a poco comenzó a caminar hacía la sala y con una ternura indescriptible me acostó en el sillón mientras sus manos exploraban mi cintura pero todo el hechizo se perdió cuando sonó de nuevo mi alarma.
-Tenemos que parar esta situación Daniel, debemos entender que no podemos estar juntos, existen muchas cosas que lo impiden, tienes razón te deseo como nunca he deseado a nadie pero nunca podremos compartir una historia, por favor vete.
Poco a poco me incorporé, caminé hacía mi recamara y cerré con llave, después de unos minutos escuché que salía del departamento y volvió a quedar todo en silencio. Ahí tenía una nueva demostración de que yo no estaba destinada a la felicidad ni a los gozos de la vida.

Lo que no se dioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora