Capitulo Siete.

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DANIEL
—¡Buenos días, señor Taylor! —escuché cuando entré al salón.
—Resuelvan la actividad del día de hoy en equipos de cuatro personas, en cuánto la terminen se pueden retirar, en absoluto silencio.
Sé que soy injusto con ellos, no tienen ni puta culpa de mi situación con Syrah pero desde que abandoné su departamento no puedo quitarme esta rabia pero lo que más me lastimó fue su determinación, la forma fría en la que dijo que nunca podríamos estar juntos, ojalá lo tuviera tan claro como ella lo tiene, esto es una mierda y aunque quisiera regodearme en mi basura: aquí estoy rodeado de muchas personas, recordándome que todo continúa.
Este día no terminará bien.
—Creo que no va a llegar Syrah, le he llamado pero me salta directo al buzón —Ruth estaba preocupada por ella, ¿cómo mierda decirle que se encontraba bien pero que no quería hablar con nadie? Pero sobre todo, ¿cómo explicar que sé que se encuentra bien y que la vi hace poco tiempo?
—Es extraño, nunca falta, seguramente se le ha hecho tarde y llega para la siguiente clase —comentó alguien más tratando de quitarle importancia.
Sonó mi celular y sin mirar la pantalla atendí, internamente rogaba con escuchar su voz pero cuando un día es malo tiene que serlo completo si no, ¿cuál es la gracia?
—¡Hola! —casi grité por la emoción por escuchar su voz.
—¡Hola Daniel! ¿Cómo estás? —maldije en voz alta y todos me voltearon a ver.
—¿Qué quieres Jane? —pregunté bruscamente mientras salía del salón por supuesto todos me seguían con la mirada hasta que salí del salón.
—Estoy en México, me gustaría verte —mierda, ¿qué?
Tenía que ser una broma y de muy mal gusto, ella no podía estar aquí. Jane Asher fue la razón por la que salí de Inglaterra, estuvimos en una relación por dos años, en ese tiempo me dedicaba a trabajar para una empresa que se especializaba en mecatrónica, era jefe de departamento y eso implicaba demasiados viajes ya que la empresa era trasnacional, me tardé mucho tiempo en darme cuenta de lo que sucedía cuando me encontraba fuera de la ciudad, todo mundo me lo gritaba en la cara pero nunca quise ver más allá de mi nariz.
Confiaba en mi mejor amigo y además que era el jefe de Jane, siempre lo encontraba en mi casa al regreso de algún viaje pero nunca pensé que sucedía algo extraño hasta que un día no pude contactar a Jane, además que se trataba de nuestro aniversario por lo que decidí regresar antes, sí, lo sé, la típica historia y por más que me burlaba de a quién le sucedía puedo jurar que se siente como toda la mierda cae sobre ti, en fin como iba diciendo, entré a la habitación con un ramo de rosas además del anillo de compromiso, todo el camino a casa pensé mil maneras de proponérselo cuando para mi sorpresa la encontré en la cama con mi ex mejor amigo.
Me ahogué en alcohol por varios días hasta que recibí la llamada de Richard invitándome a venir a México, era la excusa perfecta y la tomé, el detalle era que Jane se había mudado conmigo un año atrás y después de tanto tiempo que terminó ―nuestra relación‖ no había conseguido que dejara el departamento y ahora se encontraba justamente en el único lugar donde no quería que se manchara, donde reiniciaría mi vida: México.
—Daniel, ¿sigues ahí? —su voz me sacó de todos los recuerdos.
—Sí, ¿qué es lo que quieres, Jane? —volví a preguntar.
—Ya te lo he dicho, estoy en México y me gustaría verte.
—No creo que sea posible —respondí cortantemente.
—Vamos Daniel, ¿tienes libre esta tarde?
―No, no la tengo libre, ya que tengo que visitar a Syrah, muero por verla y tenerla entre mis brazos, ahora puedes largarte y no vuelvas a regresar a mi vida‖. Por supuesto no le respondí algo así aunque quisiera gritárselo en la cara y no por teléfono.
—Sí, pero será la última vez que nos veamos, ¿quedó claro? —podía terminar con todo esto en cinco minutos.
—Por supuesto cariño.
Odié como sonó esa palabra en sus labios, le di la dirección del departamento aclarándole la hora en la que llegaría ya que por ningún motivo quería que estuviera rondando por ahí y se encontrara con Syrah.
Colgué y al entrar al salón todo mundo guardó silencio, volví a sentarme en la silla sin prestar atención a nadie, después de media hora di por finalizada la clase y salí de ahí, lamentablemente no podía irme aún tenía clases por impartir.

Lo que no se dioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora