Permaneced

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Mientras que Ariana se iba y regresaba, Patrick y Piper ya habían quedado puestos al tanto de lo dónde estaban, lo que estaba sucediendo y por qué. Patrick lo encontraba fascinante.

-Es como estar en uno de mis videojuegos- exclamó.

-¿En un qué?- repitió Ron.

-Ríete si quieres, pero en este "videojuego" no puedes empezar la partida de nuevo cuando te matan- replicó Hermione.

-O sí- repuso Piper-. Porque tenemos el giratiemp... Lo tienes tú.

Hermione sonrió con picardía.

-Creedme, es mejor que sea así.

-¿Habéis intentado cortarle la cabeza a ese quien-vosotros-sabéis? Por muchas cosas de esas que tenga con su alma, nadie puede vivir sin cabeza- dijo Patrick-. ¿Creéis que si le cortáis la cabeza al no poder morir se le volvería a unir al cuerpo?

Patrick continuó con sus preguntas a las que nadie tenía respuesta:

-¿Y si cogéis el giratiempo y le dais hacia atrás hasta el día que nació quién-vosotros-sabéis y nada más nacer os lo cargáis? ¿Sería muy cruel matar a un recién nacido aunque sepáis que va a ser quién va a ser? ¿Qué horóscopo se tiene que ser para ser tan malo?

Afortunadamente, Ariana llegó antes de que a Patrick le diera tiempo a hacer más preguntas. Y no venía sola.

-¿Neville?

Los magos y el recién llegado parecían estar gratamente contentos de estar juntos de nuevo, aunque el chico nuevo había llegado con un montón de magulladuras y heridas. Tras una cháchara de un par de minutos, finalmente el joven dijo.

-Vámonos, Harry. Ya verás que sorpresa se llevan todos.

-¿Nosotros qué hacemos?

Abeforth los miró.

-Vosotros teníais que haberos quedado en vuestra casa. Si un mago tiene pocas posibilidades de sobrevivir en esta guerra, un muggle no tiene ninguna.

-¿Pueden quedarse con usted, señor Dumbledore?- sugirió Hermione.

El viejo hombre suspiró con pesar pero finalmente tuvo que asentir, como si no le quedara más remedio.

-Qué opción me queda. O se quedan conmigo o tengo que cargar con la muerte de dos muggles sobre mi conciencia el resto de mi vida.

Había pasado ya un buen rato desde que Harry, Ron, Hermione y Neville se habían marchado por el hueco del retrato de Ariana y Piper y Patrick no podían estar más aburridos. Piper empezó a pasearse por la habitación y a toquetear los cachivaches del viejo Aberforth.

-¿Es eso tuyo, niña? –espetó-. Si no es tuyo yo lo dejaría en su sitio.

-Me llamo Piper.

-Da igual cómo te llames. La cuestión es que dejes de manosear mis cosas.

Se escuchó un ruido fuerte fuera de la casa. Abeforth se levantó del butacón y apartó ligeramente la cortina de la ventana para contemplar qué estaba ocurriendo fuera.

Los ojos se le abrieron como platos. Los mellizos vieron luces y ruidos en el exterior y el rostro surcado de pánico por parte del dueño de la casa.

-¡Al retrato! ¡Al pasadizo del retrato!

Los mellizos no preguntaron nada; obedecieron sin siquiera pestañear. Movieron el cuadro y se sumergieron en uno de los infinitos laberintos que surcaban Hogwarts, y a la vez uno de los pocos que estaba disponible en aquellos tiempos.


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Magos&MugglesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora