Piedras Preciosas. Una nueva generación.

Capítulo 20

Era de noche. Hacía una hora que había cenado con los Montrose y ahora me encontraba encerrada en el viejo cuarto de Gwen, esperando a que el tiempo pasará más rápido, pero este simplemente no hacía nada más que ir cada vez más lento, al igual que Xemerius que no dejaba de dar vueltas de un lado a otro de la habitación.

Desde que había vuelto al presente había casi dejado de pensar por completo en la voz que bien podría haber sido de lord Lucas Montrose. Al fin y al cabo ahora era una viajera del tiempo, y seguramente eso de encontrarme con personas muertas de las que había oído se volvería cada vez más común.

Según el reloj que reposaba sobre la mesita de noche ya casi iban a dar las once y media. Aún faltaba demasiado. Decidí entonces repasar los planos de la Logia una vez más antes de que apareciera Raphael para repasar el trabajo que tenía él dentro del plan, pero inmediatamente mi mente comenzó a divagar, pues ya me sabía todos los pasadizos de memoria.

Recordé cuando había vuelto del pasado. Por lo menos no parecía como si Raphael o Matthew se hubiesen intentado matar o algo parecido; sólo se veían increíblemente molestos el uno con el otro, sobre todo Raphael que cuando aterricé de rodillas, casi a los pies de Matthew, en la Sala del Cronógrafo, se apresuró a levantarme y ejerció una presión casi dolorosa sobre mi brazo cuando su primo se nos quedó viendo con una mirada inquisitiva.  Entonces pensé que debí haberle deseado suerte a Philip en su iniciación de el Círculo Exterior, pero no hubo tiempo en aquel momento, menos delante de Matthew que había parecido que no tenía intenciones de irse hasta que nosotros abandonáramos la habitación. Por cierto ¿qué habrá sido aquello que estaba haciendo cuando lo encontramos en los pasillos de la Logia? Su expresión había sido culpable cuando lo había mirado de reojo antes de marcharme de la Sala del Cronógrafo y ni hablar de sus manos que se veían muy inquietas escondidas tras el bolsillo de su sudadera. ¿Qué misterio escondía ahora? ¿Y por qué insistía tanto en llamarme "el Rubí"? Empezaba a ser verdaderamente molesto...

Justo en ese momento escuché ruido proveniente del pasillo. Tal vez Gwen y Gideon ya habían vuelto de la Logia. Mucho más temprano que el día anterior; de hecho por un momento había temido que llegaran igual o más tarde que la última vez, lo que significaría que todavía habría mucha gente en la Logia y la misión sería imposible. Comenzaba a sentirme como una especie de agente secreto, pero no era ni la mitad de divertido de lo que parecía en las películas de James Bond.

Había apagado las luces para evitar que alguien que no fuese Rapahel entrará en mi cuarto pensando que seguía despierta (la única luz provenía de la luna que asomaba por la ventana que había dejado con las cortinas descorridas), pero el silencio y la oscuridad comenzaban a volverse tediosos. Un manto de irreal tranquilidad tras el que se escondía mi mente en busca de respuestas.

-Me estoy poniendo verdaderamente nervioso -susurró Xemerius en la penumbra. Casi pude imaginármelo comiéndose las uñas de sus tiernas garritas-. Voy a cazar un par de palomas fantasma, no te mates durante mi ausencia, pequeña.

Solté un bufido.

-Ni loca, ese conde aun me debe muchas explicaciones. Sólo espero que no engordes tras comer tantas palomas, un día de estos terminarás con alguna clase de indigestión.

Ya no recibí ninguna respuesta del daimón por lo que supuse que ya había salido disparado detrás de alguna de esas palomas fantasmas. Pero en serio ¿como por qué una paloma querría regresar al mundo como fantasma? ¿Algún viejito con el que se había encariñado o alguien a quien picotear, quizás? No tenía ni idea.

La puerta crujió un poco antes de abrirse sigilosamente y dejar entrar la pálida luz del pasillo a la habitación mientras Raphael se metía a hurtadillas y cerraba la puerta tras de sí.