- ¿Pero quién...? Aaaah... Duele.
- Apártate mendiga -me dijo ese grupo de chicas-.
Katie me agarró la mano, me apartó hacía una esquina porque sabe lo sensible que soy, soy como un cristal que se rompe.
- Katie, ¿quienes son esas? -le pregunté mientras me ponía la mano en el lateral de la espalda-.
- Las peores chicas que te puedas encontrar, no te acerques a ellas. Y ahora, aver que tienes en la espalda.
- Solo tengo un pequeño morado, no es nada. -sonreía sin ganas-.
Siempre me sentaba con Katie en el filo de un muro junto a una puerta, siempre en lo más alto. Me gustaba mirar a la gente que entraba y salía, para ver el estado de felicidad que yo nunca tenía. Katie se levanto para ir a los baños, se escuchaban los murmullos de esas chicas.
- ¿Habéis visto al bicho raro de negro?
- Si, es horrible, además, no tiene estilo.
- Podríamos hacerle un regalito para ponerla a la moda.
Las tres se reían como auténticas locas, mientras que Katie salió corriendo y me lo contó todo.
- Estaba en los baños y escuchaba a las chicas hablar de tí... Quieren hacerte algo, no sé que es.
- Gracias por decirmelo, estaré atenta.
Tocó el timbre, entremos a clase y vuelta al aburrimiento. Mientras estabamos en la clase la señorita salió a hacer sus 'cositas' con el director. Vaya mundo de mierda. Las chicas se levantaron y tiraron todas las cosas de Katie al suelo.
- Espera Katie, te ayudo -levantandome y dirigiendome a su mesa-.
- No hace falta.
- De todas maneras te voy a ayudar.
Recogiamos los lapices y gomas del suelo, cuando le ví... ¿cicatrices en el brazo?
- ¿Que mierda tienes en el brazo, Katie?
Katie se escondia el brazo mientras se levantaba.
- ¡Nada! ¡Gracias por ayudarme!
Me dirigí a mi mesa, me sente y la mire casi toda la clase, oh dios mío, ¿pero que es lo que hace ella? Tocando el timbre, salimos de clases y hablé con ella.
- ¿Qué tienes en el brazo? -insistia en preguntarle-.
- ¡Nada! ¡Me encontré un gato y me hizo esto!
- Pero entonces, ¿porque no me lo dijsite la primera vez que te lo pregunté?
Sus cicatrices y heridas eran poco profundas, pero aún así podría ser otra cosa y yo lo sabía. Quería que ella me lo confesase.
- Esque... Nada, los gatos, ya esta -se marchó corriendo a su casa-.