La enfermante palabra rutina, la mantengo en casa como en el instituto, hago lo mismo todos los días, levantarme, ducharme, vestirme, tomar desayuno e irme caminando al liceo, y al llegar ahí, saludar a mi grupo de amigos, que no es grande, solo cuatro personas, entrar a clases, salir en los intermedios libres, volver, mantenerse en grupo y así, hasta que las clases terminan, donde me encamino a mi casa, porque olvídense de la idea de que salgo a algún lugar, prefiero quedarme en mi pieza, quizás haciendo....nada.
Pero últimamente tú te estas volviendo la novedad y estás haciendo cambiar la manera monótona de mi vida, solo por tratar de hacer que me veas, camino por todos lados, ¿y que consigo?, nada, mi ánimo decae, pero tan solo debo de aceptar la realidad, nadie nunca me ve, ni me vera.
Ese intento fue en vano.
Creo que entré en la etapa de encontrarte lo más lindo que puedo deleitar, hasta siento que puedo desgastarte de tanto mirarte. Bien quizás eso sonó un poco acosador, pero no puedo quitarme de la cabeza las ideas que planeo hacer para poder acercarme a tí, sin embargo es solo producto de mi imaginación.
Duele, duele saber que solo te contemplo desde lejos, sé que jamás has sentido mi existencia, y dudo que la notes, pues eso está claro, ¿Quién se fijaría en alguien como yo?
Desde que te vi hoy en la mañana, poco he podido concentrarme en clases, quisiera jamás haberte conocido, pero tú no tienes la culpa, y creo que yo tampoco la tengo...nadie escoge de quien enamorarse.
¿Ves? Ya ni siquiera me gustas, niño de último año, si no que he llegado a la siguiente fase, y lo has conseguido sin hacer el más mínimo esfuerzo.