Engaño 6: Todo lo que se planea con tiempo, resulta

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Claudia, como era de esperarse, no perdió la oportunidad, los siguientes días, de intentar afianzar la relación de ambos jóvenes.

Apreciaba mucho a Kuntur por la forma, medio grotesca, pero positiva, de haberle ayudado a conservar su integridad. Y al conocer y tratar a Kotaro había concluido que ambos eran complementarios, y que la actitud pasada de Kuntur estaba basada únicamente en la pureza e inocencia de sus sentimientos por el joven, el único tesoro de su vida.

Como ella y su esposo se habían quedado en un hotel de la ciudad, acordaron que esa última semana de prórroga del matrimonio la utilizarían como una especie de despedida de soltero en versión aventureros. Todos los días salían a pasear, con el repuesto Kotaro, Kuntur, Maya y Ángel, seguidos durante las tardes por Sixto, forjando de esa manera una amistad muy bonita y fuerte. Claudia siempre intentaba que Kotaro y Kuntur se sentaran juntos en la movilidad o que caminaran en pareja, jalando a Sixto cuando hacía mal tercio.

Por ello, Kuntur ahora la consideraba, por completo, su amiga. Valoraba mucho la manera en que se preocupaba por Kotaro cuando el joven, aun convaleciente, caminaba más lento que el resto, o le sugería las mejores alternativas de helados, jugos, o comidas, cuando disfrutaban un almuerzo en algún pueblo vecino, gracias a la facilidad que tenían para movilizarse en el auto de Claudia, que era para ocho personas.

Y Kotaro había dejado a un lado sus celos, aunque en realidad habían durado solo unos minutos, cuando la vio cerca de su amor. Reconocía que Claudia era todo lo que un hombre-hombre habría buscado en una mujer-mujer, y por ello agradecía que Kuntur no lo fuera por completo; claro que no se lo había comentado de forma explícita, ya que aun Kuntur tenía sus reservas para aceptar que la palabra con las letras g e y se aplicara a su persona, pese a que no dejaba de repetirle que lo amaba.

Claudia lo trataba con mucho afecto, e incluso tenía la extraña sensación de que deseaba decirle algo. Pero aun no habían tenido la oportunidad de estar solos. Hasta el momento.

Gracias a sus nuevos amigos, los Carrillo, incluido Kotaro, ahora conocían todo el Callejón, casi en su totalidad. Por ello, dado que ya todos la conocían, dejaron para el último día de su estadía la visita a la montaña.

Si bien es cierto la Reserva estaba cerrada, los pobladores de Patí podían acceder a ella libremente. Y ellos tenían una ventaja adicional: aunque los demás no supieran que el joven era el buen señor Kotaro, ellos sí, y contar con uno de los guías más experimentados dentro del grupo les daba una seguridad mayor.

Esta vez, todos, incluido Kuntur, se abrigaron por completo.

– Claro, ahora te recuerdo ―Claudia habló entre risas― tú nos guiaste la primera vez que vinimos, ¿verdad? ―Kotaro se rascó la nariz, divertido. La verdad, la había recordado recién al tercer día de conocerse, pero había preferido guardarse su secreto.

– Así es.

– ¡Te lo dije, Kuntur! Era un joven muy apuesto, aunque creo que me equivoqué al calcularte la edad.

– ¿Cuántos creías que tenía? ―Kotaro la miró con interés.

– Veinte como máximo...

– Vaya, me encanta ser como soy ahora. Me imagino que si me hubieras visto antes ―ya les habían contado a ambos la historia extraordinaria de Kotaro― habrías dicho que era un abuelo de setenta.

Kuntur le dio un codazo de advertencia en las costillas como previniéndolo de no coquetearle, mientras Claudia y su esposo reían. Iba a ser, sin duda, el día más divertido de esas dos semanas de vacaciones. Sin embargo, la mala suerte les envió a Gloria.

La Edad Engañosa (Novela Original - Pub. en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora