Engaño 5: Las víboras hipnotizadas no clavan sus colmillos

32 2 0
                                    



– ¿Papá sabe que aun me amas...? ―cocinaban juntos. Kotaro cortaba las zanahorias en tiras mientras él supervisaba la cocción del pollo.

– No se lo he dicho, pero es probable que sospeche. Cuando al recordarte me ponía triste y la presencia de Gloria aumentaba mi odio hacia ella ―suspiró― papá sospechaba la razón. Así que optaba por decirle que estaba agobiado por los preparativos, y como viste, él me apoya totalmente cuando me niego a ir a su casa.

– Ya veo. Sin embargo, deben ser momentos muy cortos, porque te vi actuando con dulzura con ella y su madre, en la estación ―depositó con fuerza la olla, haciéndolo sonreír divertido, ya que era una exteriorización de su malestar.

– Porque soy educado, y respeto a Delia. Cuando estamos solos, suelo mandarla al infierno ―Kuntur suspiró satisfecho.

– Ya veo... ¿Te puedo preguntar algo?

– Claro ―aderezó la ensalada.

– ¿Cómo es que cambiaste tanto? ―colocaron todo sobre la mesa de la cocina y se sentaron frente a frente.

– Tengo una conjetura, pero no estoy del todo seguro.

– Te escucho.

– Cuando te fuiste, papá cayó en una profunda depresión. Y yo también. Maya y Ángel nos cuidaban, pero tenían al pequeño Mateo, de modo que no podían atendernos siempre. Fue cuando conocí por fin a Sixto ―Kuntur alzó las cejas― primero se ocupó de papá y luego me vio a mí. Y me dijo, que si no salía de la depresión, iba a morirme ―un gemido se escapó de los labios de Kuntur― cuando me dijo eso, y luego me dejó a solas, me puse a pensar, y llegué a la conclusión de que tú no estarías muy contento si yo me dejaba morir y permitía que tu padre se quedara solo. Ya Maya y Ángel habían comentado que en algún momento irían a la Capital, con el niño. De modo que, decidí algo: te guardaría como un recuerdo vívido de mis cinco mejores años de vida, cuidando tu cuarto, tratando a tus amigos, y ayudando a papá... tratando de olvidar la última noche en que compartimos un final tan desgraciado. Cuando lo decidí, una alegría enorme me llenó el alma, al imaginarte alcanzar con éxito tus proyectos mientras yo cuidaba a nuestro padre, pese a que Gloria me fuese a destruir la vida. Y, cuando me di cuenta, ya estaba así, como me ves. Papá se desmayó del susto al descubrirme en la mañana. Pero cuando despertó, me persiguió por toda la casa con una escoba en alto, pensando que era un bandido ―rieron.

– Vaya. A mí me pasó algo similar. Decidí odiarte y al cabo de tres años empecé a crecer, aunque, quizás fue el desarrollo natural ―rieron― supongo que mataste a Kotaro, ¿verdad?

– No. Como hacía un mes no salía a la calle, aprovechamos un domingo de fiesta para fingir el viaje de salud del señor Kotaro. Viajé arropado con cuatro chompas y cinco gorros. Como todos sabían que tú te habías ido, y que papá necesitaba ayuda, fingí ser mi primo: Samuel Kotaro, quien obviamente no existe, y llegué al día siguiente, sonriendo de oreja a oreja. Kotaro Fernández se encuentra, por si alguien te pregunta, en una isla al sur de Japón, intentando transformarse en mangaka ―Kuntur movió la cabeza en señal de exasperación fingida.

– Lo positivo de todo esto es que ahora realmente parezco tu mayor. Y mi voz inclu

– Vaya, no pensé encontrarte aquí.

El comentario de Kuntur se vio interrumpido por la voz grave de un hombre de aproximadamente su misma edad, más musculoso y ligeramente más alto, cuyo hermoso rostro había precedido al resto de su cuerpo. Era rubio, de ojos celestes, y, sin lugar a dudas, se trataba del hombre más guapo de Patí.

La Edad Engañosa (Novela Original - Pub. en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora