Engaño 3: El amor se crea, se destruye, pero no se transforma

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– No tendrán viaje de promoción, pero una fiesta a lo grande será lo mejor, porque constituye menos gasto para sus padres ―todos los niños aplaudieron, incluyendo a Kotaro y a Kuntur― señor Kotaro, quizás podría hacernos el favor de solicitar el Auditorio de la Oficina de Administración de la Reserva...

– Lo haré. Ahora mismo, a la salida ―se escucharon expresiones de agradecimiento. Todos apreciaban a Kotaro, porque lo veían como el adulto más bueno y noble de Patí.

– Excelente. Kuntur, ¿podrían ambos encargarse de la elección de las decoraciones, junto con Gloria? ―esta vez ni ellos ni el resto se emocionaron. Solo la chica, aplaudiendo con entusiasmo y lanzando una vez más su veneno.

– ¡Ah! Eso me encantaría mucho, profesora. Aunque, espero no hacer un mal tercio...

– Tú y tus ocurrencias, Gloria. Bueno ―el timbre de salida sonó― mañana me cuentan sus avances, recuerden que quedan menos de dos semanas para terminar el año...


― . ―


Espero no hacer mal tercio ―Kotaro lanzó una carcajada cuando Kuntur imitó a la odiosa niña― ¡Grrr, quisiera torcerle el pescuezo como a una gallina!

– Irías a la cárcel, quizás de por vida ¿En verdad quieres dejarnos solos? ―Kuntur se calmó.

– Por supuesto que no. Hablaba en son de broma. Bueno, vamos a la Oficina de la Reserva, ¿verdad?

– Primero dejemos las mochilas y redactemos la carta de solicitud en casa.

– Pero ―cruzaron el puente― ¿No te lo pueden prestar así nomás?

– De poder sí, porque soy un trabajador de fin de semana. Pero me gusta hacer las cosas bien ―le dio un toquecito cariñoso en su nariz con el dedo índice, sonrojándolo.

– ¡Ey, tortolitos! ―poco les duró el momento romántico― Estoy lista, supongo que iremos primero a dejar nuestras cosas en su casa, ¿verdad?

– NOSOTROS sí, Gloria. TÚ deberías irte a la TUYA... ―Kuntur apretó los puños.

– Ah, pero la profesora dijo que somos un equipo...

– Quizás podríamos reunirnos más tarde, Gloria ―Kotaro apoyó su mano en uno de los hombros de Kuntur, tranquilizándolo― supongo que entiendes que no eres bienvenida en casa...

Y claro que no lo era. Hacía siete meses que Maya había estado a punto de perder a su bebé, debido al shock que le produjo enterarse por boca de la niña que su esposo había muerto en el derrumbe de una de las bocaminas, cuando en realidad Ángel había estado comprando tranquilamente un kilo de fresas en el mercado, para hacerle un jugo. E incluso, antes de su maldad, se habían cruzado en el camino. Desde entonces, cada vez que oía su nombre, Ángel sufría un ataque de furia que solo lograba ser calmado cuando Maya le entregaba en brazos a su pequeño bebé.

– Dudo que el profesor no quiera recibirme.

– Al contrario, Gloria ―la voz de Jaime la obligó a voltear. Cargando un par de bolsas de compras, la miraba con una seriedad extraña para un hombre tan gentil― te ordeno no aparecer ni siquiera en los alrededores. Si lo haces, pediré garantías para mi familia.

– ¿Garantías? Pero...

– Puedes ser una niña, pero ya hiciste mucho daño a mi familia

La Edad Engañosa (Novela Original - Pub. en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora