Verdad Absoluta: La verdad la dicta el corazón

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– ¿Y bien?

El hombre de cabello negro y gafas cuadradas cerró el libro luego de leerlo. Se tomó su tiempo, como para exasperarlo, limpiando con una toallita de papel sus anteojos y dándole un sorbo a su agua mineral. Una vez que se le acabaron todas las vías de escape para responderle, lanzó un suspiro. Y lo miró directamente a los ojos, con arrogancia.

– Es una novela muy interesante, y atípica, señor Carrillo. Y por ende, no se ajusta a nuestra tendencia ―encendió un cigarrillo, pese a saber, por su propio comentario al inicio de la entrevista, que el joven frente a él odiaba el olor a tabaco― además, creo que el final es demasiado predecible. No lo estoy criticando, es probable que en la Editorial Quimera lo acepten. Pero, como nuestro nombre lo indica ―le señaló groseramente el logo de la editorial: la palabra "Hechos" parecía reírse de él, destellando en dorado― nos especializamos en novelas costumbristas o en ensayos. Nada relacionado con, hem, ¿ciencia ficción...?

– Entiendo ―se puso de pie, inexpresivo, y se abstuvo de arrancharle su libro de las manos, pese a desearlo― lamento haberle quitado su tiempo...

– ¡Oh! No se preocupe, ya estoy acostumbrado. Buena suerte...


― . ―


– "Buena suerte" ―casi destruyó las lunas de la puerta del auto negro al que había subido, al cerrarlo con fuerza― ¡Cómo odio esas palabras! Cuando alguien las pronuncia quiere decir que todo se ha perdido, que solo un milagro puede hacerlas posible, ¡mier...!

– Nada de lisuras ―el joven que se sentaba en el lugar del piloto lo reprendió, sus ojos celestes parecían reír, pero ni siquiera sonrió. Se notaba que era mayor, aunque por un par de años, como máximo― ¡Ah! Marcos, tú tienes la culpa de tu desgracia...

– ¿Yo?

– Así es ―ignoró su expresión ofendida― no sé cómo pudiste inventar una historia tan fantasiosa. La Edad Engañosa ―hizo un gesto burlón con las manos, que avergonzó al otro― si te hubieras centrado únicamente en el fondo del asunto, en estos momentos sería un bestseller.

– Lo dudo. O quizá sí ―el otro sonrió divertido al sentirse ganador― en esta sociedad hipócrita es probable que aceptarían con mayor agrado una historia homosexual, pese a casi habernos etiquetado como una aberración humana. Pero no quería eso, Javier. Lo que mi historia quiere decir...

– ...es que el amor es incondicional, independientemente del género, capaz de cambiar incluso a las personas, sí ―su tono sonó mas bien aburrido y monótono, por lo que Marcos se sintió ofendido― yo lo sé. Pero no puedes esperar que el mundo lo entienda de esa manera ―encendió el motor e inició el avance. Cuando ya habían avanzado dos cuadras, volteó a verlo. Y tuvo que buscar un estacionamiento con urgencia, al ver que el joven estaba llorando― Marcos, ¿qué tienes?

– Me duele, que ni siquiera tú me entiendas ―una lágrima cayó por su mejilla. El otro se asustó. Esos cambios de humor eran comunes en Marcos, desde esa fecha― sabes bien, que no todo en mi novela es fantasía. El amor es verdad.

– Yo lo sé. Está basado en dos historias de amor, ¿cierto? ―asintió― de la más importante no me has contado mucho. Pero sé que lo único de extraordinario que hay en la otra historia romántica, es que nos conocimos en una convención de animes y mangas, y que nos enamoramos a primera vista, amor ―acarició su nariz― la enfermedad que inventaste, no es real en nuestro mundo.

La Edad Engañosa (Novela Original - Pub. en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora