Engaño 2 La virtud es cosa del pasado, y conservarla un terrible pecado

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– ¿Te gustan las frutas de estación, Kotaro?

– Muchísimo. En especial las que hemos comprado ―padre e hijo sonrieron. Y Maya también, al percatarse de que al fin Kotaro mostraba su verdadera edad. Era como si de pronto desaparecieran todas las características físicas que lo hacían ver como un adulto, dejando a la vista su alma infantil.

– Te felicito por el buen gusto, Kotaro. Lo más saludable del mundo es comer frutas y verduras. Sin embargo, también requerimos proteínas. Corazón, vamos a comprar la carne, hoy sábado traen cortes de primera.

– ¿Eh? ―Maya miró a su padre y palideció al oírlo. Solo Kotaro lo notó, porque Jaime y Kuntur estaban metiendo sus compras en la bolsa grande de mercado. Se le acercó, preocupado, para saber el motivo de su turbación.

– Maya, ¿te sien...?

– Señorita Maya, buenos días ―los cabellos de la nuca de Kuntur se erizaron al oír esa voz. Gloria... ella se les había acercado. Y eso era de malagüero― me alegra verla nuevamente.

– ¿Te conozco? ―Maya parpadeó, confundida. No recordaba conocerla.

– Oh, usted a mí no ―la niña la abrazó con afecto claramente fingido y al separarse, añadió elevando innecesariamente la voz― pero yo a usted sí. Soy paciente del amigo de su NOVIO.

Todas las personas que se hallaban cerca de ellos voltearon, sorprendidos al oír la noticia, ya que, pese a conocer a la joven, y a su familia, no sabían ni siquiera que hubiese estado enamorada, una especie de error imperdonable, ya que en un lugar como Patí era casi una obligación compartir las buenas y malas noticias con todos. Ella se limitó a mirar al piso, roja como un tomate, y temblando. Ni siquiera quería imaginarse el rostro de su padre.

– Bueno, ya me tengo que ir, le da un abrazo de mi parte al doctor Sixto.

Se alejó dando saltitos. Pero cerca de un puesto de frutas, volteó, mirando burlona y maliciosamente a Kuntur, quién no podía entender aun lo que pasaba. Añadió casi riéndose:

– Espero no malograr la sorpresa, pero... ¡felicidades por el hijo que espera!


― . ―


Maya tenía un temperamento muy fuerte, pero al mismo tiempo tenía una terrible tendencia a la depresión. Criada por su madre hasta los quince años, guardaba mayores recuerdos de ella que Kuntur, por lo que siempre intentaba imitarla, tanto en sus modales como en su carácter, y, principalmente, como bien sabían Jaime y el niño, en su altura moral. Y dado que tenían más recuerdos en común, la extrañaba más, aunque ese tipo de cosas no deberían compararse. Pero es bueno recordar que, pese a existir fricciones, la relación entre una madre y su hija lleva consigo una complicidad que ni siquiera la mejor amiga puede cubrir. Y menos el padre o los hermanos. Como buena hija que era, y como mujer íntegra que deseaba ser, Maya siempre emulaba a María. Cuando fallaba, su tristeza era lo suficientemente grande como para enfermarla.

Por ello, cuando Gloria soltó la bomba y medio Patí abrió los ojos como platos, los dos amigos se miraron entre sí y se acercaron a ella, temiendo que su padre reaccionara negativamente. Kotaro pensó que si lo hacía estaba en su derecho, ya que ese pueblo era muy estricto en lo que a cuestiones morales se refería. No aceptaban a los homosexuales, los delincuentes eran casi desterrados directamente hacia el más allá cuando eran descubiertos infraganti (como los asesinos de los padres de Kotaro, como se enteraría años después Kuntur; pero de eso hablaremos luego), no existían los acosadores ni abusadores de niños o mujeres... y, principalmente, valoraban la integridad del hombre y la mujer, antes del matrimonio: Ir en contra de esa norma era casi como colgarse un sello postal de envío al mismo infierno.

La Edad Engañosa (Novela Original - Pub. en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora