Noche Platónica

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Aarón estaba en el asiento frente a mi, me observaba con ojos suspicaces y un gesto divertido y severo.

Me encontraba alerta de cualquier cosa que pudiera hacer, pero Aarón solamente me veía desde donde estaba, conteniendo una sonrisa.

-Tus ojos son bellísimos cuando te enfadas ¿sabes? -crucé mis brazos y desvié mi vista hacia la calle, y lo ignoré. Comencé a relajarme al presentir que no había peligro alguno-Alex, mírame.-suplicó

Seguí ignorándolo.

-No tienes derecho a decir que soy tu mujer. Y menos a dar ordenes por mi.-solté después de un rato conteniendo mi enojo.

Abrió y cerró la boca pero antes de hablar saco su celular y respondió.

-¿Tiene que ser ahora?, -ahora estaba alterado-Escucha, no los dejes ir, iré ahora mismo. ¡Con un demonio! ¿No pueden hacer nada bien por si solos?. -hizo una pausa-Si... lo sé... ¡carajo! Te he dicho que lo sé. Ahora voy.

Colgó.

-Escucha preciosa, tengo una emergencia... solo... no te molestes conmigo. -se levantó de su asiento y se sentó a mi lado mantuve mi vista en la ventana.-Alex... necesito saber que estamos bien.

Me tomó sutilmente de la mano que reposaba en mi regazo.

-Mira, mañana, vendré a buscarte, por favor... yo...-suspiró y con dos dedos presionó su tabique-no quiero que estés molesta conmigo-volvió a decir.

-Yo no quiero que vuelvas a comportarte como un idiota. -lo fulminé con la mirada. Sus ojos eran los de un niño arrepentido de sus travesuras, había desaparecido todo rasgo de diversión.

-Princesa...

-No me digas así.-solté tajante.

La limusina se detuvo lentamente y supuse que habíamos llegado al hotel, pero ni el chofer, ni Aarón hicieron por moverse.

-¡Podría abrir la puerta por favor!-ordené sabiendo que el hombre del frente me escuchaba.

-Alex, escúchame... se que no debí...

-Exacto. No debiste.-sentencié-Así como no debes retenerme ahora por la fuerza ¡déjame bajar!

Resoplo se tiro por completo en el respaldo del asiento y frotó sus manos en su cara, antes de, volver a resoplar.

-Abra la puerta por favor.-dijo resignándose.

El anciano chofer bajó al instante y abrió mi puerta.

Estaba tan molesta que ni siquiera deje que se bajara. Con un seco "adiós" me bajé levantando la hermosa tela de mi vestido para evitar pisarlo y caer, sin ver hacia atrás, rodeé la limusina y entré cruzando el solitario lobby del hotel directo hacia el ascensor, echando chispas.

Apenas se abrieron las puertas del ascensor para que entrara recordé la petición de Arleth para que me retrasara... de mi pequeña bolsa de mano tomé mi celular para saber que tanto me había tardado en llegar...

¡Mierda!... las doce cuarenta y dos de la mañana.

¿Cuánto era llegar tarde? ¿dos, tres de mal mañana, hasta mañana...?

La puerta se cerró y comencé a subir...

Le envié un mensaje a Ar esperando tener un golpe de suerte y lo viera. Mi enojo no bajaría ahora, así que no podría dormir y siendo honestos no dormiría ni en el lobby, ni en la playa en vista de todos los vacacionistas...

En el mensaje le rogué que al menos dejara mi iPad en la puerta y mis lentes. Aprovecharía a escribir... este día ha sido bastante movido y honestamente habían pasado más cosas buenas que malas.

AcertadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora